Capítulo 17

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El mal las sobrevino dos noches antes de que la familia Franklin regresara a Londres

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El mal las sobrevino dos noches antes de que la familia Franklin regresara a Londres.

Era el cumpleaños de Thomas y sus padres, aprovechando que vivían a las afueras de Winchester, habían decidido celebrar que su hijo cumplía dieciocho años invitando a todos sus amigos y familiares a una fiesta en su casa.

Beth le pidió permiso a sus padres para asistir. Su madre al instante dijo que sí, pero su padre, como no podía ser de otra forma, se mostró más reticente a que asistiera a dicho evento. Pero, finalmente, y tras varios minutos de súplicas por parte de la joven y otros más de argumentación por parte de su esposa, Osbert Franklin accedió a regañadientes.

—A las once quiero que estés en casa, Lilibeth —le dijo su padre—. Ni un minuto más.

—Por supuesto, padre...

Cuando Beth llegó a la casa de Thomas, se sorprendió de ver lo abarrotada que estaba. Apenas cabía un alfiler, ya fuera en el interior de la vivienda o en el jardín que, pese a ser extenso, parecía haber reducido considerablemente su tamaño (tal vez las innumerables mesas repletas de comida y el viejo gramófono situado en una esquina alejada influyeran en la perspectiva).

Abriéndose camino entre el gentío con torpeza, la joven llegó hasta el centro de una improvisada pista de baile en la que se encontraban sus amigos... Y Renée. La rubia vestía un simple vestido color azul cielo de manga corta, algo sencillo y ligero, pero que, a ojos de Beth, la hacían lucir más hermosa que nunca.
No pudo apartar sus ojos de ella ni un solo instante.

Fue una velada larga y divertida en la que disfrutaron de la buena música, el baile y la comida y, sobre todo, entre la que destacaba un enorme pastel de chocolate a cortesía de la señora Wilson.

Sin embargo, cuando el reloj que colgaba de la muñeca de Beth marcaron las diez de la noche ambas, aprovechando que Ralph bailaba con Sally y Thomas con Molly Wilkins, se alejaron de la fiesta y, tras intercambiar un rápido "Adiós" con la señora Davies (porque las había atrapado in fraganti en el acto), salieron a las silenciosas calles de Winchester.

—Esta noche estás preciosa, Lili —la piropeó Renée mientras caminaban.

—Tú si que estás preciosa —dijo Beth—. El azul definitivamente es tu color.

—Pues a ti te queda estupendamente el rosa —Renée estiró su brazo haciendo que Beth diera una vuelta juguetona sobre sí misma—. No podía apartar los ojos de ti.

—Yo tampoco de ti —confesó Beth—. Estabas irresistible. Estás irresistible —rectificó.

—Y tú estabas para comerte —Renée abrió la boca y la cerró rápidamente, simulando un mordisco.

Beth profirió una risilla.

—¿Y por qué no lo has hecho?

—No quería llamar la atención y que me acusaran de canibalismo.

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