Capítulo 8

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Beth entró en la casa con paso firme y sonrisa amplia

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Beth entró en la casa con paso firme y sonrisa amplia. Sin embargo, cuando se asomó al pequeño salón en busca de su madre y la encontró sentada en uno de los sillones del pequeño salón con una carta en la mano su dicha se esfumó.

Porque sabía muy bien quién era el remitente.

—¡Hija, has vuelto! —le dijo la mujer con alegría mientras soltaba el papel—. ¿Qué, te lo has pasado bien?

—Lo cierto es que sí, madre —respondió Beth sentándose el segundo sillón.

—¿Y qué parte de la ciudad has explorado esta vez? —le preguntó—. ¿Sussex Street, North Walls...?

Wharf Hill.

—¿Tan lejos? Debes estar agotada.

—No lo sabes bien... —dijo masajeando una de sus pantorrillas.

—¿Y dime, el molino ha vuelto a su antigua gloria?

—No, madre. Sigue siendo un hostal.

—Vaya por Dios... —se quejó la mayor—. Es una lástima, con lo bien que estaba antes...

—Si no hubieran hecho ese cambio lo hubieran demolido hace años —replicó Beth.

—Cierto... —los ojos de Vivian descendieron hacia la carta apoyada en su regazo—. Hablando de cambios... Acaba de llegar esta carta de Londres.

—¿Padre al fin se ha dignado a dar señales de vida? —inquirió con hastío la joven.

—Beth... —reprendió la señora Franklin.

—De acuerdo... —suspiró ella— ¿Qué dice?

Su madre levantó el papel y comenzó a pasar sus ojos por él.

—Pregunta por como van las cosas por aquí —contestó—. También nos hace saber que va a retrasarse.

—¿Por qué no me sorprende? —murmuró Beth mientras rodaba los ojos.

—¿Has dicho algo, Beth? —le preguntó Vivian desviando su mirada hacia ella.

—No, madre —negó con rapidez la joven—. ¿Cuál es el motivo que da?

—Dice que las reuniones han tenido que aplazarse —dijo la señora Franklin concentrada nuevamente en la hoja—. También planea hacerle una visita a un amigo suyo que vive en Liverpool cuando termine sus diligencias en Londres. Al parecer lleva tiempo enfermo...

«Maravilloso —se quejó Beth mentalmente—. Se preocupa por la salud de los demás y por la de su mujer...».

—¿Pregunta por mí? —preguntó sin ganas su hija.

—Pues sí —Beth miró a su madre con una ceja alzada—. Dice que espera que estés disfrutando de la estancia, que seas precavida con los jóvenes con los que hablas y que no descuides tus modales y tus estudios...

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