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Desde el funeral Semsperi no había salido de sus aposentos, no comía y a penas hablaba con sus criadas, su destino había sido escrito.

—Sultana Kosem, lo que usted intenta es alta traición al imperio y a nuestro difunto sultán.—Bramó desesperada.

—No querida... Escuché el pedido de mi nieto Hasan, el no desea ser sultán, Selim y Mahmud son jóvenes todavía.—La miró con una sonrisa avara.—Quien debe suceder a Murad es mi hijo, Ibrahim.

—¿Donde están mis hijos?—Pidió saber.—Mis príncipes.

—Están en una torre del castillo, la misma donde Mustafa pasó su vida.

Con cuidado llevó una taza de su té favorito, no había noche en la que no pudiera dormir pensando en sus pequeños.

—Sultana.—Habló un Aga que custodiaba la habitación.

—¿Qué quieres?—Yasemin Hatun se posó frente a él.—La sultana está descansando.

—La sultana tiene que prepararse... El sultán Ibrahim la ha pedido para esta noche.

El sonido de la plata contra el suelo hizo que el silencio cesara, sus manos temblaron, su cuerpo se enfrió y su corazón amenazaba con salírsele del pecho.

—Sáquenlo de aquí.—Gruñó levantándose del diván.

—Ha sido una orden directa, sultana.—Insistió el eunuco.

—¡Cállate!—Se acercó a el cómo si de un cazador a su presa se tratase, estaba hecha una loca.—¿Escuchas lo que dices? ¡Soy la viuda del hermano del sultán! ¡Engendré a los herederos y princesas de la dinastía! ¡Lo que sale de tu boca es una aberración!... Ve con tu sultán, dile que la sultana Semsperi se niega a pasar la noche con el.

—P-Pero sult-

—¡Ahora!—Gritó sintiendo como sus cuerdas vocales suplicaban piedad.

El Aga se marchó, pero la sultana cayó en brazos de su criada quien intentaba consolarla, el sollozo y llanto imparable era desesperante pero supieron entenderla.

Pero aquella noche solo desató la ira y resentimiento de Kosem quien cruelmente dio la orden de que arreglaran a la mujer para el capricho de su hijo, no importó cuanto gritó, cuanto intento zafarse de los brazos de quienes la retenían, su cuerpo ya había sido perfumado, su cabello adornado y su silueta cubierta por un vestido el cual ya no representaba pureza pues aquella solo se la había entregado a su primer y único amor.

—Murad... Perdóname.—Susurró mientras las muchachas terminaban de untar aceites en sus manos para masajearla.—Mi sultán... Mi querido Murad...

—Silencio.—Kosem regañó.

Los suaves rezos de la mujer poco le interesaban, a pesar de sus partos, Semsperi conservaba una figura aunque ya no era envidiable por las mujeres, se seguía viendo esplendido para los hombres.

—Está noche complacerás al sultán, Allah mediante tendrás a sus hijos y quizás recuperes un poco de lo que perdiste.

—Lo que está haciendo es asqueroso ante la mirada de todos... Pero sobre todo ante los ojos de Allah.—Fue lo único que pronunció con su garganta seca y doliendo.

Y con ello dos Agas la sujetaron a cada brazo para que no huyera, aunque sus criadas más fieles seguían sus pasos se seguía sintiendo desprotegida, nadie dijo nada, ni siquiera en el momento de abrir las puertas, ya todos conocían la razón de su presencia.

—Semsperi...

Esta se negó a arrodillarse, pero eso era lo de menos para el sultán, este tomó el mentón de la sultana notando como sus ojos estaban pequeños y ligeramente achinados por todo el llanto de los últimos días.

—He deseado este momento desde hace años... Enloquecí por ti desde la primera vez que te vi, supe que debías ser mi esposa.

En un movimiento rápido la tomó por la cintura aferrándola más a él y se apodero de su boca sin ninguna contemplación, pronto Semsperi lo separó de ella con un ligero empujón.

—Ibrahim... Por favor, esto está mal.—Se abrazó a ella misma buscando cubrir el frío que su miedo le estaba haciendo sentir.—Fui la mujer de su hermano por años, mis sentimientos no cambiaran.

—Que lastima.—Su mirada se oscureció.—No quería hacerlo por las malas.

La espalda de la fémina chocó contra la cama real luego de sus intentos por escapar, pero ahora solo podía sollozar mientras sentía los labios del hombre sobre su cuello mientras su mano la recorría con intención de levantar la falda del vestido.

"Esto es tu culpa"
"Detenlo"
"Eres tan débil"
"¡Muévete haz algo!"
"Por favor..."

Eran las únicas palabras que pasaban por su cabeza en ese momento, temblaba sin poder hacer algo ya que su cuerpo no reaccionaba.

"Murad, mi alma te
pertenece solo a ti."

Y sin esperar, Ibrahim corrompió el cuerpo de una viuda quien soltó un chillido de dolor no solo físico, su mente le atormentaría desde ese momento, finalmente reaccionó comenzando a llorar e intentar apartarlo de ella pero el oponía resistencia.

La favorita del Sultán | Murad IV.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora