Capitulo XI

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Ya es lunes, las clases avanzaron normal como cada día hasta que llegó la hora del servicio.

No quería ver a Spreen. Estaba enojada aún por lo de ayer pero me enojaba más que no debería de estarlo sin embargo sentía mucha rabia hacia él.

—Toma estos libros, linda. Los tienes que acomodar en las enciclopedias de Ingeniería Civil.

Tomé el carrito lleno de libros y lo llevé al tercer piso. Era el último, el más solo de todos puesto que nadie quería subir varios escalones para llegar hasta allá. Mucho menos un estudiante de ingeniería.

Eran al rededor de 50 libros de los cuales primero tenía que ordenar en orden alfabético y luego en temas.

Pasó al rededor de media hora y Spreen no llegaba lo cual me molestaba un poco porque esto sería más fácil y rápido si él estuviera aquí. Además eso amerita a sanciones, el trabajo de dos personas es más fácil si las dos están presentes.

Los brazos me dolían demasiado. Faltan dos estantes, los más altos de todo el librero. Claro que no alcanzaba y los escalones qué hay normalmente, están en la planta baja.

—¿Necesitas ayuda?— un chico alto de piel morena y ojos rasgados se coloca a mi lado.

Podría apostar a que medía al rededor de 1.90cm porque era gigante y demasiado atractivo.

—Por favor— dicho esto me ayudó con los primeros diez libros.

—¿Faltan más?— asentí con una mueca de incomodidad. Me daba vergüenza que me ayudara.

Al terminar me quedé de pie observándolo.

—Muchísimas gracias...

—Diego— dice.

—Claro, Diego. Te debo una.

—No, no me debes nada porque hoy te invito por un helado o algo que se te antoje. Así estaremos a mano.

Que atrevidos son los hombres en este país, me gusta porque me ahorra mucho el tener que hablar yo primero. Aún así, no podía aceptar.

—Lo siento mucho, no puedo.

No iba aceptar salir con él. No lo conocía y tenía además que avanzar mi proyecto.

—Maca, por favor.

—¿Cómo sabes mi nombre?

—Voy contigo en clase, solo que tú siempre te sientas en la primera fila y yo en la última.

—¿Qué te hace pensar que saldría con un chico que se sienta hasta atrás? 

—Dos cosas: primero, no creí que fueras prejuiciosa. Segunda, me siento atrás porque sino no dejó ver a nadie.

—Tienes dos puntos. No soy prejuiciosa lo qué pasa es que en verdad no puedo hoy.

—¿Mañana? La verdad es que no me iré con un "no" como respuesta.

—Bien, mañana saliendo de mi servicio social.

—No te preocupes, también yo hago servicio aquí. Nos veremos seguido.

—Supongo que sí.

—¿Quieres que te lleve?— no quería tomar el bus ni el tren pero tampoco iba a acceder a esas cosas con alguien que no conocía.

—Estoy bien, Diego. Muchas gracias.

Dicho esto, me fui. Terminé un poco más tarde pero nada excesivo.

Si hay algo que he aprendido de la vida es que los que se llaman Diego no son de fiar y mucho menos si es un moreno, alto que pudiera fácilmente aplastarme con una pierna. Pero no negaba que era demasiado atractivo y muy guapo.

In love with my enemie || SPREENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora