NUR
Mierda, no sabía qué coño hacer. Al cancelar la cita Velouté, me había cabreado lo suficiente como para acabar en este antro con ínfulas de local de moda, con la intención de revolcarme con quien fuese, en la maldita media hora sin luces que anunciaban por todos lados. Las redes sociales flameaban, con una mezcla de calentura generalizada y regusto a represión católica. Los partidarios y los detractores.
Había dado una vuelta al llegar, comprobando si había alguien interesante, a pesar de que solo me apetecía Velouté esta noche. Su comentario de la lluvia me había tocado las narices, porque era perfectamente consciente del frío que habíamos pasado en la ocasión anterior, y a pesar de eso, si hubiera sido por mí, ni el mismísimo monzón hubiera evitado que subiera al último piso con ella.
Cuando la vi por detrás me paré en seco. No tenía ni puta idea de quién era inicialmente, pero aquel culo bien merecía que lo averiguase. Me acerqué lo suficiente como para que sus amigos me vieran, y escuché un apelativo original, que casi me hace soltar una carcajada. El más bajito de los dos, con moreno artificial, cara inexpresiva y diamante en la oreja derecha, parecía extravertido y simpático. Él había tenido la ocurrencia de llamarme "vikingo", y ella se había reído.
Y entonces supe quién era la dueña de aquel culo. Cuando ya era tarde, cuando me había acercado para atacar, a punto de apagarse las luces y escuché su voz. ¿Y ahora qué? Ahora Sol, su culo, mi estupidez y yo estábamos los unos frente a los otros en la oscuridad. ¿Por qué no la dejé marcharse, si estaba a punto de hacerlo? ¿Por qué tuve que frenarla?, ¿para hacer el qué? Si estaba claro que a ella este tipo de sitios no le iban. Estaba nerviosa, podía incluso percibirlo antes de que se apagasen las luces, cuando miraba a todos lados, confusa, al caer en la cuenta de que las pulseras de los asistentes se iluminaban casi al unísono.
Sol no hizo nada, se mantuvo allí expectante, sin saber muy bien cuál sería mi siguiente paso, sin saber que yo tampoco tenía ni puta idea. Ni siquiera estaba seguro de querer hacer algo, hasta que vi acercarse a nosotros otra pulsera verde, directamente a por Sol. Muy probablemente sería alguien que ya le hubiese echado el ojo, alguien que estuviese esperando, como hacían todos, a que las luces se apagasen para reunir el valor suficiente y lanzarse.
Y entonces pasó, extendí el brazo con la palma de la mano abierta, a modo de muralla, frenando a quien quisiera plantarse a menos un metro de ella, la agarré de la nuca con toda la delicadeza que los nervios me permitieron, y la besé. Sabía a Martini Rosso y a rastro de naranja, y la adiviné mordisqueando la pulpa de una rodaja, que habrían metido en su vaso para aromatizar la bebida.
Estaba besando a Sol, y al mismo tiempo me debatía entre la vergüenza que me provocaba el desearla, y el calor de rozar su lengua, y aún el ansia por no parar. Por seguir allí hasta que se acabase aquella puta media hora, hasta que se encendiesen las luces y me encontrase como ahora, incapaz de separarme ni un centímetro.
La duda del primer roce de sus labios, cambió diametralmente, y ahora me buscaba para seguir saboreándome, mientras la notaba excitarse entera en mis brazos. Tuve verdadero miedo de ir más allá y subirla sobre la barra de madera, para acabar dentro de ella, y frené el beso a punto de salir pitando de allí, tan rápidamente como me fuera posible. Si me daba prisa, quizá ni llegase a verme. Me subiría a la moto, conduciría a casa de Leo y rumiaría toda la noche cómo hacer para olvidar lo que había ocurrido.
Pero Sol no quería parar, y cuando me giré para irme, fue ella quien me sujetó del brazo. ¿Sabría Sol que era yo a quién besaba? ¿Me habría visto al fin y al cabo? ¿Quería seguir, sabiendo quién era? Cientos de momentos de las últimas semanas empezaron a sucederse en mi cabeza, armando el puzzle perfecto. Las miradas, los roces accidentales, las sonrisas, su propuesta de quedarme en su casa, su suspiro al probar mi salsa, la boca de borgoña que acababa de besar. ¿Me desearía ella también a mí? ¿A viva luz, con todas las consecuencias?
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Velouté
RomanceLa vida de Sol era tal y como debía ser, ordenada. Un restaurante que empezaba a arrancar, una profesión en la que había pasado casi desapercibida, y una pasión inmensa por la cocina... Hasta que él apareció. No esperaba encontrarle, a él no. No es...