Brea

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Merlina oteo el campo de batalla desde la cima de una muralla desconocida -a lo lejos- grandes pastizales en llamas; todo el valle lacustre le era desconocido y a la vez conocido. Vio una gran batalla desde la cima de la muralla, las planicies a su alrededor se tornaron umbrías y pronto el castillo mismo fue engullido dentro de una ladera escarpada aparecida de la nada.

Su cuerpo se precipito sobre sí mismo mientras caía por la eternidad, a sus costados pudo distinguir un cielo nocturno estrellado -y bajo ella- un claro; sus pies se instalaron en el suelo hasta terminar posados perfectamente en el claro de un bosque, la fuerza con la que había descendido la precipito al suelo -frente a ella- una criatura que caminaba sobre sus cuatro patas respiraba con dificultad, la cara deformada y el horrible hedor a muerte le hicieron desconcentrarse más, la bestia dio un salto en el aire que la elevo varios metros en el aire. Los ojos desorbitados dejaron ver un espejismo de la pelinegra.

Justo en el momento en que sus cuerpos debieron colisionar, Merlina atravesó el espejismo de aquellas perlas cristalinas y bruscamente emergió en otra ubicación; su cuarto en el castillo de Montsoriu, sin embargo, otra bestia, cuyo cuerpo entero era hirsuto, grande y con ojos congestionados en sangre los cuales se posaron sobre ella con una gran ira, una mordida en la yugular le hizo tensar el cuerpo para luego desvanecerse abruptamente sobre si misma, la sensación de exanguinar la fue absorbiendo hasta quedar en un charco de su misma sangre. La sangre y la herida que al principio ardían incontrolablemente se fueron enfriando al igual que su cuerpo, aquella sustancia viscosa comenzó a tornarse negra, espesa y helada, poco a poco la morena fue hundiéndose y comenzó ceder ante el peso de aquella viscosa sustancia umbrosa, la cual, había cambiado su naturaleza y había dejado de ser su sangre, sentía una fuerte presión sobre si a medida que penetraba más y más en aquel fluido, sentía como sus pulmones llenos de brea comenzaban a pelear contra la asfixia , le faltaba el aire, el dolor era intenso y se prolongaba indefinidamente; algo le impedía dejar de sufrir, su cuerpo -de alguna manera- no se asfixiaba.

De pronto su cuerpo pareció tocar fondo, su garganta sentía una presión chocante e intolerable, y cuando su visión se nubló, despertó de manera inopinada en su habitación.

Un alarido, la hizo voltear la mirada hacia la rubia -quien tenía los ojos sobresaltados – había despertado, Enid se encontraba a un lado de la cama; Merlina distinguió su propio sudor – estaba empapada – distinguió el fuego de la chimenea encendido, Enid aun a su lado, se despegó de la silla donde estaba sentada y se acercó a la cama. Merlina respiraba fuertemente – comprobando que sus pulmones eran capaces de hacerlo – y cuando la conmoción hubo pasado, Enid tomo su mano, como tratando se comprobar que aquella chica frente a ella -con cabellos de obsidiana- hubiera vuelto en sí.

- ¿Cómo te sientes? Estuviste inconsciente por un par de horas – la pelinegra sentía la mano de la rubia sobre la suya, era suave, tersa y, acariciaba suavemente su mano tratando de relajarla. Enid, solo pudo interpretar el movimiento afirmativo de Merlina con la cabeza como una señal de que se encontraba bien.

-Tuve... una visión- Enid pareció compadecer a Merlina, probablemente había tenido una pesadilla.

X

Morticia había querido decapitar a Brienne, sin embargo, la intervención y explicación de Enid no le había dejado más opción que aceptar que su hija había aceptado un reto estúpido.

Morticia sintió como Homero se le acercaba por la espalda y suavemente la sostenía en sus brazos-Vamos querida, entiéndela, probablemente quería impresionar a Enid, ¿Ya no recuerdas cuando hice lo mismo? - Morticia recordaba a su marido, antes de casarse, con un gran sable retando a todos los demás nobles a un duelo cuando fue su fiesta de presentación, sin duda la había cautivado.

Wenclair || La Leyenda del Caballero Negro y la Princesa de MontsoriuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora