Hohenzollern

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Las pesadillas recurrentes habían mantenido a Merlina alerta en todo momento, la pelinegra, que normalmente disfrutaría un experimento de privación del sueño, justo ahora se sentía realmente agotada, no solo física, sino mentalmente.

La sensación que tenía, al borde de un precipicio a punto de caer, era suficiente para mantenerla estresada, Enid, quien no se había apartado de su lado, se sentía impotente, después de todo, ¿Cómo luchar contra las pesadillas?

- ¡Lo tengo! – Enid brinco de la silla donde se encontraba y corrió a donde Merlina. En la mente de la rubia, un recuerdo broto de pronto a su memoria, si tenía razón, podrían arreglar este problema.

La pelinegra, cabeceando en la orilla de la cama, salto al escuchar a la rubia irrumpir en la habitación - ¡Necesitamos ir a Hohenzollern!, hay una curandera en la aldea aledaña al castillo, si partimos ahora, sin mucho equipaje, podríamos llegar en dos semanas – Merlina tardo un poco en procesar aquella información, sus ojos, llenos de cansancio, parecieron destellar por un momento.

Merlina estiro una mano, Enid la ayudo a ponerse de pie, -Vamos a ver a esa curandera- la rubia comenzó a correr reuniendo solo lo indispensable, seguidas por una cuadrilla de caballeros y cabalgando con Merlina atada a la rubia sobre la espalda de un caballo, salieron del castillo, no sin antes hablar con sus padres.

-Cuídense mucho pequeñas, no me perdonaría si algo les pasara- Morticia las despidió a ambas, la madre de Merlina había estado demasiado consternada estas últimas semanas, cierto era que la familia tenía historial de demencia, pero comenzaba al envejecer y era imposible que Merlina sufriera de ello, solo esperaba que, si de algo se tratase, fuera al menos obra de la maldición de algún impío demonio.

- Descuide, la cuidare- Enid con Merlina recargada en su espalda, comenzó la carrera hacia Hohenzollern, tenía que apresurarse, no tenía idea de lo que podría pasar si los ataques erráticos y las visiones no paraban rápidamente.

Enid mostraba en aquel momento, una fuerza que Merlina había pensado, al menos hasta hace poco, que no existía dentro de la rubia. Seguidas de cerca por su hilera de caballeros, ambas estaban seguras que aquel viaje lograría resolver todos los problemas.

X

Merlina cerraba los ojos de vez en cuando mientras el paisaje cambiaba a su alrededor, a veces, cuando cerraba los ojos, podía mantenerlos así lo suficiente como para que el terreno a su alrededor cambiara, otras veces, inmediatamente alguna imagen del asalto a aquel fortín, cada vez desde los ojos de algún otro soldado, la invadía violentamente haciéndola abrirlos de nuevo.

Experimentaba el horror desde la perspectiva de algún otro soldado involucrado en la batalla, como si sus recuerdos se entrelazaran con los de aquellos que habían luchado antes que ella. Estas visiones invasivas y desgarradoras la obligaban a abrir los ojos de nuevo, enfrentándose una vez más al agotamiento.

El ciclo se repetía sin cesar, durante el día y la noche sin tregua. La energía y las fuerzas de Merlina comenzaban a menguar a medida que el viaje las llevaba más profundamente a los densos bosques que se interponían entre ambos castillos y se alejaban cada vez más de los caminos conocidos y seguros que rodeaban las fortalezas.

Los bosques imponentes y sombríos parecían cerrarse a su alrededor, envolviéndolas en una atmósfera llena de un peligro al acecho. El crujir de las ramas bajo los cascos de los caballos resonaba en el aire, creando una melodía inquietante que parecía acompañar los pensamientos intrusivos de Merlina. A pesar de su fatiga y el peso que llevaba en su espíritu, se mantenía firme en su determinación de seguir adelante, sabiendo que cada paso la acercaba más a una posible solución.

Wenclair || La Leyenda del Caballero Negro y la Princesa de MontsoriuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora