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CAPÍTULO 2: La casa de piedra de la locura.

—Bienvenidas a la academia Espada y Cruz, por más de setenta y cinco años trabajamos con los adolescentes que a causa de los problemas sociales o emocionales que enfrentan... —Un coche de la Policía se estaciona fuera, lo vemos por qué están las puertas abiertas. —han sido incapaces de prosperar en un entorno académico tradicional. —Del auto baja un muchacho pálido, de cabello largo y oscuro, tiene una chaqueta de cuero y las manos esposadas, el Sheriff lo trae hacia adentro. —Espada y Cruz combina la educación preparatoria y la universidad, lo que conlleva los servicios clínicos y varios programas de enriquecimiento que se centran en el crecimiento personal...

—¿Dónde lo quieres esta vez? —El Sheriff habla cuando llega a nuestro lado.

—Allá dentro —El señor regordete señala, con la cabeza, la sala de nuestra derecha. —, enseguida voy. —El policía se lleva al muchacho, del brazo. El toma una paletita de un frasco que había allí, le quita el papel y sin dejar de verme, se lleva la paletita a la boca. Esa simple acción me pareció tan interesante que no pude contener una pequeña sonrisa de lado. —Incluyendo... —La voz del hombre me hace dar un respingo y vuelvo a mirar hacia delante. —La natación, la esgrima y el acceso a nuestra biblioteca de renombre mundial, Fowler. La filosofía de nuestro fundador se basa en los principios fundamentales... —Dejo de escuchar al hombre por que le presto atención al muchacho.

El pelinegro se sienta en una mesa del aula, con el Sheriff a su lado, el tiene la paletita en la boca y la mueve de un lado a otro sin apartarme la mirada.

—Lucy Price, ¿verdad?... —Vuelvo mi vista hacia el hombre. —deja aquí tus amenazas.

—¿Amenazas? —Se pone a revisar mi mochila.

—Alcohol, drogas, armas, artículos o prendas de vestir relacionadas con pandillas, reproductores de música, tabletas, videojuegos, computadoras... —Se acerca con un detector de metales y suena en mi bolsillo. —ni celulares —Me lo quita.

—Pero es mi teléfono

—Lo usarás diez minutos, una vez a la semana

—¿Es una broma? —Me cruzo de brazos.

—¿Qué es eso? —Pasa el detector por el regalo que me dio mi madre.

—Pues no lo sé, es un regalo de...

—Amenaza —Deja el regalo en una caja de cartón, junto a mis otras cosas. —Lucinda, tu también, todas tus amenazas en esta otra caja, todo lo que mencioné antes, rápido —Mi hermana hace caso y luego de un suspiro, termina de dejar sus cosas dentro de otra caja que el hombre pone al lado de la mía.

—¡No tengo todo el día, Randy! —El Sheriff grita desde el aula de al lado.

—¡Ya voy!... ¡Arriane! —Una muchacha de cabello oscuro, sujeto en una coleta baja, con un gorro negro y un abrigo, se gira. Ella va con dos personas más, riendo. —, muestrales a Lucy y a Lucinda los dormitorios

—Claro, con gusto

—Vengan por su bolsa después del almuerzo

Asiento y me voy hacia la chica castaña que se despide de sus amigos.

—Arriane —Me extiende su mano.

—Soy Lucy

—Luce —Mi hermana también la saluda y subimos por las escaleras.

Escucho al Sheriff hablar enojado así que me doy la vuelta y aquél muchacho sigue viéndome.

—Tendrás que estar alejada de Cam —Arriane suelta, al verme que me quedo observando al chico.

—¿Si?, ¿por qué?

—Es problemático, no es bueno

—Eso parece —Le sonrío y ella a mi. Luce mira su espalda, Arriane parece incomodarse y sube su chaqueta, cubriendose.

—Déjame ver tu horario —Me quita el papel de la mano. —, bien, están con nosotros, ¿son hermanas?.

—Si, además, nacimos el mismo día —Luce le informa pero eso parece sorprender a la muchacha, nos mira con las cejas levantadas y luego de parpadear varias veces, parece que vuelve en si y sigue subiendo las escaleras. —, ¿a que te refieres con que estamos con ustedes?.

—Estudiantes, normalmente vamos juntos, la mayoría tiene problemas mentales, tienen suerte de terminar el dia sin mojar sus pantalones o atacar a un maestro si el lápiz no tiene punta, no se asusten, los mantienen aislados, los que tienen problemas mentales más serios están en el tercer piso, esta es la gran casa de piedra de la locura... este es mi dormitorio, ¿cuál es el de ustedes?

—313 —Luce señala la escalera que da al tercer piso.

—333 —Asiento a Arriane.

—No, están jugando conmigo —Ambas negamos. —, ¿ustedes son... —Lucinda hace el gesto de estar loca, con su dedo. —ah, está bien... —Mi hermana sube las escaleras, algo dolida por las palabras de la chica, pero sé que no lo dijo con mala intención. —hey, disculpa —Me doy la vuelta un segundo.

—No te preocupes, Arriane —Termino de subir las escaleras y alcanzo a mi hermana. Ella entra a su habitación y yo a la mía que está más allá.

Es una habitación bastante pequeña, con un escritorio en la pared de la derecha, una cama individual a la izquierda, dejando casi nada de espacio para caminar por allí. Un armario se encuentra al lado de la puerta de entrada, una pequeña ventana, cuadrada por debajo y circular por arriba, en el fondo de la habitación de paredes blancas grisaceas, debajo de la ventana hay una pequeña mesa de noche, con una lampara y no hay nada más.

Me acuesto sobre la cama y me tapo con la colcha peludita, hacia frío. Me volteo de un lado a otro, no podía encontrar una posición comoda pero estaba muy cansada, mis ojos comenzaron a cerrarse y entonces me dormí.

Escucho unos pasos detrás de mi, me doy la vuelta asustada mientras abro los ojos y me despierto de mi sueño para nada profundo.

Cerca del armario, se forma una luz, primero es blanca y luego se vuelve morada, de a poco, para al final convertirse en una silueta de una persona, con huecos negros en vez de ojos, la piel verde pálida y con heridas, parece ser una mujer joven, sus prendas son antiguas.

Extiende su mano hacia mi y su voz retumba en mis oídos y en mi pecho. Pero no está hablando, ya que sus labios están cocidos con hilos negros de los cuales cae algo de sangre.

—Me siento sola aquí, sacame

—Déjame

—Sacame de este frío lugar... Lucy... ¡Lucy!

El miedo se apodera de mi, una vez más como en cada una de estas situaciones. No es la primera vez que me ocurre. Me tapo con la colcha, hasta arriba de la cabeza y me hago un ovillo.

—Por favor vete, por favor, vete, vete de aquí —susurro.

Aprieto mis párpados y mis puños sujetan la tela como si fuera un escudo de protección contra aquella horrenda figura. Me destapo luego de un largo minuto y veo que desapareció.

FALLEN |cameron|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora