–Por favor decidme que no es cierto.
La femenina voz en extremo preocupada penetró los oídos de Erika y frunció el ceño, intentando adivinar a quien pertenecía. Algo le decía que la había escuchado antes.
–Lo siento... –se escuchó otra, bastante parecida a la primera –Se que esto os parecerá una locura, pero ya no hay vuelta atrás –la voz se quebró, como a punto de llorar –Estoy asustada... no sabía a quién más recurrir.
–¿Os dais cuenta de lo que habéis echo? –la primera persona parecía desesperada –¡Maldición Alais!
Ese nombre cayó encima de Erika como un balde de agua fría y, siguiendo sus propios instintos, sus ojos se abrieron al fin.
La habitación en la que se encontraba era pequeña y acogedora, con una tenue iluminación que proporcionaba la única ventana exterior del lugar, cubierta malamente con cortinas como para que nadie pudiese ser participe de lo que pasaba dentro. Del resto poco más se podía decir: una cama de estilo antiguo con gruesos cobertores ocupaba el centro del espacio y, frente a ella, un hermoso tocador a juego de madera reluciente. Además de eso, exceptuando algunos arcones donde suponía se guardaría la ropa y una chimenea con fuego apagado, el cuarto se hallaba vacío.
Aunque lo realmente interesante no era la decoración sino las dos jóvenes casi idénticas que discutían sin parar, una cómodamente sentada en el borde de la cama con los ojos cristalizados y la otra dando vueltas en círculos sin parar, nerviosa. La rubia las reconoció al instante. Pero, por primera vez desde que sus sueños empezaron, no era ella quien se encontraba en el cuerpo de Quinella, al parecer solo seria una espectadora inerte de ese recuerdo en el cual no tenía participación.
–No me arrepiento de mis acciones –Alais alzó la cabeza con convicción –Yo lo amo hermana... y estoy segura que cuando le diga será la persona mas feliz al igual que yo... –en ese momento la joven vaciló –El único problema es...
–Padre... –terminó Quinella por ella con gesto sombrío –Si lo descubre lo matará, al igual que a vos.
La joven de ojos verdes comenzó a llorar desconsoladamente llevándose ambas manos al rostro y Quinella, sin saber que hacer, se sentó a su lado para darle ánimos.
–¿Por qué Alais? –preguntó cansada –¿Por qué él de entre tanta gente? Solo había una maldita regla: mantener un perfil bajo –a medida que hablaba la voz de Quinella se iba elevando más y más –¡Y vos vais y os metéis con un soldado de la iglesia!
–¡Él no es como ellos! –gritó Alais mientras se ponía en pie como un resorte –Él me ama... hablará con padre y nos casaremos. Todo se arreglará...
–Padre jamás lo permitiría –sentenció la otra –¿O es que acaso lo olvidasteis? ¡Por culpa de ellos tuvimos que dejar nuestro antiguo hogar! –Quinella se puso en pie también y enfrentó a Alais que la miraba compungida –Nos persiguieron hasta aquí ¡Juraron matarnos! ¡Y vos estáis embarazada de uno!
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Príncipe Oscuro 2
Vampirgeschichten[Segunda parte del libro "Príncipe Oscuro"] [Y sí, es necesario haberte leído el primero.] Tras un desenlace tortuoso y eventos desafortunados hay cosas que Erika prefiere simplemente olvidar. Empezar de nuevo en su mundo e intentar recuperar aquel...