VII. Revelaciones

356 34 10
                                    

El banquete estaba casi preparado para recibir la inminente llegada de Jon. No obstante, la gente trabajadora de los alrededores continuaba cumpliendo con sus deberes, bien entrenando, bien cuidando del ganado o de los campos.

Mayleen había optado por seguir entrenándose con la espada, por lo que pidió ayuda a Brienne de Tarth. Tenía entendido que era una gran guerrera y que había sido capaz de derrotar a Jaime y, si por algo sobresalía el padre de la rubia, era por su gran habilidad con la espada.
El choque metálico de las espadas resonaba en el lugar. May estaba agotada debido a las fuertes estocadas de su oponente que era mucho más grande y fuerte, sin embargo, la hija de Cersei era bastante más rápida y escurridiza, por lo que se ayudó de esa ventaja en el duelo.

Brienne tomó una posición de defensa con la espada, así que obligó a Mayleen a atacarla. Esta lanzó un golpe desde arriba que la mujer de grandes dimensiones se vio obligada a parar alzando su arma y dejando su cuerpo indefenso. Tan rápido como le fue posible, Mayleen redirigió su espada hacia esta zona desprotegida y cuando pensaba que habría ganado el combate, la hoja del mandoble de Brienne volvió a chocar con el de ella. Mantuvieron la pose unos segundos hasta que, con un empujón, la de Tarth hizo perder el equilibrio a la de Desembarco. Esto supuso su derrota.

—No ha estado nada mal, mi señora —reconoció Brienne tendiéndole la mano y apartando su arma del cuello de la chiquilla.

—Pronto seré tan buena como lo sois vos.

—No esperaba menos de la hija de Jaime Lannister.

El comentario resonó en los oídos de Mayleen. No acostumbraba a que alguien comentara dicha información con tanta naturalidad como lo había hecho ella. Sonrió tímidamente y se lo agradeció. Tenía entendido que ella y su padre estrecharon lazos en la vuelta a Desembarco.

Cuando se dirigía a su habitación para tomar una ducha y vestirse de acuerdo a la cena que estaba por venir, pudo observar que los señores norteños ya estaban ubicados en torno al Gran Comedor. ¿Estaban allí los hombre de Jon?
Por desgracia, el banquete ya había dado su inicio, aunque, al contrario que en el Sur, allí, en las comidas de celebraciones, las personas eran cercanas y tendían a emborracharse, por lo que nadie fue consciente de que se había retrasado más tiempo del que quizás debía.

—¿Dónde está Jon?

—Cena con ser Davos por aquí —respondió Evan centrando su atención en la coleta con la que Mayleen se había recogido el pelo por culpa del sudor—, ha preguntado por ti.

—Sí... la última vez que se fue no dejamos las cosas muy bien —May sentía la mirada de Bran clavada en la nuca. Estaba incómoda—. Me gustaría hablar.

—En ese caso, hazlo cuanto antes —repuso dándole un mordisco a un filete de venado—, creo haber entendido que se marchan mañana Más-allá-del-Muro.

—¿Se marchan?

—Sí, él y otro chico que ha venido con él.

¿Quién pudo haber encontrado Jon para traerle junto a él? Ya debía ser alguien importante o útil.

—Gracias Evan, te quiero.

Le regaló un beso en los carnosos labios al joven. Eso le hizo sonreír.

—Y yo.

Mayleen paseó por el banquete observando a aquellas personas. Miró a Sansa con su expresión calmada y de tenerlo todo bajo control. Estaba orgullosa de en quien se había convertido su amiga. A la derecha de esta, estaba Bran, que continuaba con sus orbes sobre May haciéndole sentir incómoda, sobre todo porque no era capaz de imaginar qué pensamientos ocurrían por su mente. Por último, a la izquierda de la pelirroja, Arya Stark que no había aguantado en aquel asiento por mucho tiempo y se marchó a algún lugar.

Realm || Juego de TronosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora