XV. Negociaciones

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El ejército norteño viajaba en la nave de Mayleen, mientras que los aliados de Daenerys Targaryen viajaban en los navíos del Hierro, comandados por Theon Greyjoy —quien May no hubo visto en toda su estancia en Rocadragón—, viajaban junto a él Missandei, Jorah Mormont, varios Inmaculados liderados por Gusano Gris, algunos Dothraki y Lord Varys.

La hija de Cersei sentía náuseas, no debido al oleaje y los vaivenes del barco, sino por el inminente encuentro con sus progenitores. Estaba segura de que ninguno de ellos la esperaría allí. Ni si quiera se les habría ocurrido pensar que habría ido en busca de la Madre de Dragones.

Se paseaba por la cubierta masajeando sus manos, nerviosa e intentando calmar su fuero interno. Davos la observaba desde la lejanía y no pudo contener su imperiosa necesidad de intentar ayudarla. Siendo de esta forma, se acercó con cautela.

—¿Hay algún problema, mi señora?

Ella negó levemente la cabeza para salir de sus pensamientos, giró sobre sus talones y miró al hombre con ojos de sorpresa, desprevenida.

—No, es sólo un pequeño presentimiento. Gracias.

El Caballero de la Cebolla estaba a punto de marcharse cuando, por el rabillo del ojo, volvió a verla preocupada. Entonces supo que algo amenazaba con hacerle perder la sensatez.

—Sabéis que podéis contar conmigo para lo que necesitéis, lady Stark.

—En realidad... —se atrevió a decir May, aunque aún con algo de recelo— ¿podríais guardarme un secreto?

—Pues claro —respondió él; sin embargo, fue una respuesta automática, no le dio tiempo a analizar qué consecuencias podría tener... si se trataba de algo importante.

—Se trata de Jon Nieve.

Ser Davos tragó saliva.

🐺🐺🐺

Los grandes buques atracaron en el puerto de Desembarco del Rey y, al fin se detuvieron. Los tablones se colocaron de manera que permitieran bajar a los navegantes y caminar por tierra firme tras unos días de viaje. Jon Nieve se situó junto a una desconfiada Mayleen. Davos iba tras la pareja, mirándolos, atento a cualquier movimiento.

—¿Cuánto hace que no...?

—Casi tres años.

—Si te sirve, es mi primera —el Rey en el Norte le tendió la mano a la princesa de los Siete Reinos y señora de Roca Casterly—. ¿Juntos?

—Juntos.

Se tomaron de la mano y unidos se adentraron en las tierras de la capital a la vez que, en el interior de Mayleen, se libraba una batalla entre su lealtad, sus ideales y sus sentimientos, pues apoyaba a Jon, aunque aún existía un problema con nombre y apellido: Daenerys Targaryen.

Ese razonamiento espontáneo de la chica le hizo dudar de nuevo. Si querían convencer a Cersei de unirse a la causa, ella debía ser sincera con Jon. Poner toda la verdad sobre la mesa. Hablarle de cómo se sentía. Fue ese momento en el que Mayleen cambió su rumbo, llevando al muchacho de cabellos negros a un rincón más privado, fuera de las miradas de cualquiera de los aliados, norteños o partidarios de la Madre de Dragones.

—¿Qué ocurre? Debemos ir hacia allí.

—¡Lo sé, Jon! Tan sólo, escúchame un momento. Por favor —era evidente que estaba alterada.

—Está bien, tranquila.

—Quiero seguir con esto, quiero apoyarte en las decisiones que tomas —gesticulaba mucho, se encontraba hecha un manojo de nervios y muy enfadada, sobre todo con el hombre al que tenía en frente—, ¡pero no puedo si no me cuentas todo! ¡Necesito saber qué le vamos a decir a Cersei sobre Daenerys!

Realm || Juego de TronosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora