XI. Daenerys Targaryen

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Estaban preparados para zarpar. Los caballos estabulados y entretenidos comiendo paja en un lugar preparado específico para ellos. Podrick y los otros banderizos de Mayleen se situaron en la popa de la galera para obtener una vista panorámica del territorio. Para algunos era la primera vez que subían en un barco.

Mayleen guardó las pieles en un saco que cargó en la sala interior del barco, utilizando solo una camisa blanca de mangas abombadas y sus pantalones —algo magullados y sucios— ceñidos de piel de venado. Llevaba unas botas de cuero que le llegaban a la pantorrilla y su melena crecida a la altura media de la espalda resplandecía cuando el sol la golpeaba.

Fue en busca del capitán del navío para conocer el plan de viaje. Le encontró junto al timón y el resto de hombres que, para sorpresa de Mayleen, eran en su mayoría jóvenes, incluído el capitán. Hizo recuento de ellos y sólo un tercio superaba los cuarenta años de edad.

—Bienvenida a la tripulación, lady Mayleen —una reverencia del capitán sorprendió a la joven—, ¿cuál es el problema?

—Venía a conoceros y preguntar por la travesía. Algunos de mis chicos no han subido nunca a un barco y ambos sabemos que las primeras veces no son agradables.

—Está claro que la Princesa de Poniente conoce bien la sensación de lo que supone un oleaje furioso golpeando la madera —la sonrisa canalla del capitán hizo sospechar a Mayleen.

—Habéis sido pirata, ¿no es cierto?

—Es posible —la chica sostuvo la mirada para luego recorrer los brazos del capitán. Estos estaban marcados por extraños tatuajes y algunas cicatrices.

—¿Cuál es vuestro nombre?

—Tregar, antiguo hombre de Salladhor Saan —era obvio que ese muchacho era pirata. Su desfachatez le delataba, pero por algún motivo era ayudante de Wyman Manderly. El lyseño llevaba los ojos pintados con negro, resaltando el verde de sus ojos— a vuestro servicio, mi señora.

—¿Cuánto calculáis que se alargará el viaje?

—Si todo va tal cual lo previsto, cinco días.

La chica asintió una vez con la cabeza, despacio. Luego se dio la vuelta, golpeando la cara del pirata con sus cabellos rubios. Tregar soltó una risa y giró sobre sus talones para dar órdenes a sus hombres que observaban a la única mujer de la tripulación marchar. Viento Gris les miró y gruñó con fiereza para seguir los pasos relajados de May. El lobo se hubo convertido en el mayor defensor de la chica, acompañándola allí a donde iba.

Cuando el buque comenzó la travesía, los tres chicos de Mayleen sentían náuseas que acababan en vómitos por la borda. Los caballos relinchaban nerviosos ante el movimiento extraño del suelo y las gaviotas parecían reírse de la escalabrosa escena que tenía lugar. Poco a poco, la galera tomaba la velocidad adecuada y la situación se calmó para los norteños de Invernalia.

—¿Cómo vais? —preguntó Mayleen a Podrick cuando este se situó junto a ella, sentado en un cubo.

—Creo que en unos días me acostumbraré —la cara blanquecina de Pod dejaba claro el malestar interno que debía estar sufriendo—. Nunca había montado en barco.

—Lo he podido comprobar.

Una sonrisa apareció en la cara de la rubia, contagiando a su acompañante que parecía seguir mareado. De pronto, un silbido atravesó el aire e instintivamente, ambos tornaron sus cabezas en busca del origen del sonido. Se trataba de Tregar, que cuando supo que Mayleen le prestaba atención, le hizo gestos para que se acercara a su posición.

—Puede que necesite algo.

—Lo dudo —respondió fastidiada May sin dejar de mirar a Pod. Ese pirata no le gustaba demasiado.

Realm || Juego de TronosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora