Wild Horses - Lee Heeseung ✔

-Estas mas tonta de lo normal-

Salió de su despacho y miró a su alrededor para percatarse de que nadie lo veía. Se sentía como un tonto adolescente de 15 años…

Escondiéndose para no ser descubierto por sus padres. Volvió a observar por el pasillo. Soltó un suspiro. Al parecer todos estaban ocupados y él podría ir a verla sin ser interrumpido.

Desde que había llegado quiso estar a solas con ella. Pero si no era una cosa, era otra. Y jamás lo lograba. Tenía ganas de ver aquellos ojos que amaba en secreto desde hacía tanto tiempo. Sin dudarlo entró a la cocina, haciendo un poco de ruido.

Ella se sobresaltó y se giró a verlo con el corazón en la boca. Se sintió algo aliviada al saber que era él. Aunque de repente se sintió nerviosa. No quería estar a solas con Jeon Hann. Carraspeó su garganta y volvió a mirar de nuevo al agua que comenzaba a hervir. Hann se acercó un poco.

— ¿Qué estás cocinando? —le preguntó y respiró profundamente para encontrarse con el inconfundible aroma al romero.
— Pastas —contestó Gina simplemente.
—Mmm… mis favoritas.

Ella lo miró de reojo y su corazón dio un vuelco. ¿Por qué… por qué le seguía pasando aquello? Era como que no podía superarlo. Lo había amado siendo una niña y lo seguía amando siendo una adulta.

Ellos dos se conocían desde que su padre había sido contratado para ser trabajador de aquellas tierras. Hann tenía 15 años y ella 13… se habían amado tanto. Pero luego él se fue. Y después de unos años volvió casado. Ella también había hecho su vida. A veces se reprochaba por no haberse jugado por su verdadero amor.

—Lo sé —le dijo luego de unos segundos.
Hann se quedó quieto, observándola. Quería decirle algo, pero no sabía que. Tenía aquella estúpida sensación en el pecho. Se preguntaba a si mismo, qué era lo que le impedía confesarle que la seguía amando. Su esposa había muerto cuando Ross apenas era un bebé. Y Gina se había separado del padre de Heeseung hacía muchos años.

—Gina...
— ¿Qué? —preguntó ella.
— ¿Crees que aun estamos a tiempo?

Ella se giró a verlo como si hubiese dicho algo sumamente malo. Sus ojos estaban bien abiertos y había dejado caer el repasador sobre la mesa.
— ¿Qué? —murmuró.
— ¿No lo crees?
— Yo…

Él dio un paso hacia ella. Se limitó a observarla fijamente.
—Voy a quedarme a vivir aquí —los ojos de ella se abrieron aun más —Y creo que voy a necesitar una… buena y preciosa mujer para que me acompañe en la habitación grande.
Sus mejillas se tiñeron de un rojo casi intenso.

—Hann —chilló avergonzada. Él rió por lo bajo.
—Cásate conmigo, Gina —ella sintió que iba a desmayarse —Fui un cobarde hace 30 años atrás… por no pelear por ti.
—Éramos jóvenes, Hann —musitó ella y dejó de mirarlo.

No podía mirarlo. Le dolía hacerlo. Le dolía recordar la manera en la que ella lo había esperado tontamente… y luego lo había visto llegar de la mano con una hermosa joven de cuidad.

—Era un idiota —murmuró él —Y lamento haberte hecho sufrir. Lamento… lamento todo lo que pasó.
—Ya no más —le pidió ella y se aguantó las ganas de llorar. Ya no era una niña, no iba a llorar delante de su dolor. Se armó de valor para mirarlo —La cena ya está lista, señor. Voy a avisarles a los muchachos…

Salió de allí dejándolo con el corazón acelerado. Hann suspiró. Le iba a costar mucho trabajo hacerle entender a esa mujer que aun la amaba… más que a nada en ese mundo.

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Ross bajaba las escaleras con Andy al lado. Este le hablaba de algo sobre moda, pero ella no lograba prestarle demasiada atención. Desde que había vuelto de las caballerizas, le había costado horrores concentrarse. Aun le temblaban las piernas. No podía entender como aquel hombre podía ser Heeseung …

—¿Por qué no me estás escuchando, Sweetness? —le dijo él mientras chasqueaba los dedos delante de su rostro. Ross sacudió la cabeza.
— ¿Qué? —le preguntó. Andy frunció el ceño.
—Estás más tonta de lo normal… dime, ¿Qué te sucede? —quiso saber.

Ross se tensó. Era increíble que alguien la conociera tanto. Andy podía darse cuenta de sus estados de ánimos en un abrir y cerrar de ojos. Eso a veces la aterraba.
—No me pasa nada, Andy —dijo tratando de sonar muy convincente. Andre la miró entrecerrando los ojos, pero no le dijo nada.

Llegaron hasta la sala principal. Gina había subido a avisarles que la cena estaba lista y que ya podían ir a sentarse. Ross la había notado algo rara. Pero lo dejó pasar.
Andy observó encantado aquel lugar. Amaba como estaba decorado y sin duda Gina tenía una excelente mano para aquellas cosas. Se sentaron uno al lado del otro.

Ross observó bien la mesa. Habían tres platos más aparte de los de ellos dos. Se preguntó quienes irían a cenar con ellos además de Hann.
Una de las puertas se abrió y Hann entró por allí. Les sonrió a ambos y luego se sentó en la cabecera.

— ¿Ya se acomodaron? —les preguntó.
—Si, Hanni —dijo Andy —Me gusta mucho mi cuarto… es bastante amplio y tiene una maravillosa vista desde el balcón.
—Me alegro, Andrew —dijo contento.

—Papá —lo llamó ella. Hann estiró su mano y acarició su mejilla.
— ¿Qué, cariño? —inquirió.
— ¿Quiénes van a cenar con nosotros? —le preguntó.
—Gina y Heeseung —contestó él.

Y después de eso la puerta de la cocina se volvió a abrir y a Ross casi se le sale el corazón del cuerpo.

Allí entraba él, ayudando a su madre con un par de bandejas. Tenía el cabello algo húmedo, peinado levemente hacia un lado. Llevaba puesta una camisets color celeste y unos vaqueros de jean. Por poco y se le hizo imposible respirar.

Heeseung levantó un poco la vista y se encontró con la de ella. Intentó sonreír pero nada salió de él. Todavía no entendía por qué… por qué no podía reaccionar ante ella. Pero entonces su mirada se posó en el hombre que estaba sentado al lado de ella. Sintió una pequeña presión en la boca del estomago.

—Apoya eso ahí, Heeseung —le dijo su madre, sacándolo de sus pensamientos.

Con cuidado puso la bandeja en medio de la mesa. Hann se puso de pie y les indicó que se sentaran. Para su dicha y no tanta dicha Heeseung quedó justo frente a ella.

—Bueno… déjenme presentarlos —dijo Hann —Andy, el es Lee Heeseung … mi mejor hombre en estas tierras.

— ¿Qué tal, guapetón? —dijo el rubio.

Ross se giró a verlo rápidamente.
—Andy —le dijo apretando los dientes.
— ¿Qué? —inquirió él. Heeseung lo miró extrañado. Hann rió por lo bajo. Aquello si que iba a ser divertido.
— Heeseung, él es Andy, el mejor amigo de Ross.

Y él volvió la vista a Ross . No estaba seguro de aquello. Podría ser que él fuera su pareja y ellos no quisieran decirlo. Pero a decir verdad aquel hombre era demasiado raro.

¿Guapetón? Nadie jamás lo había llamado así.

Ella percibió algo en su mirada, no estaba segura de qué, pero quería averiguarlo.
—Bien… ¿vamos a cenar? —dijo Gina.
—Por favor —pidió Hann sonriéndole tiernamente —Muero de hambre.

Gina comenzó a servir. Pero Ross y Heeseung no podían dejar de mirarse. Era como si estuvieran completamente atrapados el uno en el otro. Había tantas cosas para decirse, pero no encontraban la manera de enfrentarse.

Heeseung quería ponerse de pie y llenarla de preguntas. Quería saber por qué se había olvidado de todo aquello. De él, del campo, de White…

Ross quería ponerse de pie y pedirle perdón. Pedirle perdón por haberse olvidado de todo eso que ella había amado tanto. De él, del campo… de su caballo blanco.

—Oye darling, ¿Por qué no deja de mirarte así? —le murmuró Andy acercándose un poco a su oído.
—Cállate —le dijo ella sin dejar de mirar a Heeseung.

Ya sabía ella que tendría que sentarse a hablar largamente con aquel hombre. Pero lo que no sabía era que tal vez iba a volver a enamorarse en el intento.

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Esta linda no? ♥