-Creo que me estoy enamorando de ti-

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Él vio sus manos unidas y se le secó la garganta. Siempre que la tomaba de la mano, el cuerpo le empezaba a sudar.
—Tengo toda la mano llena de tierra —le dijo.
—No me importa —aseguró y comenzó a caminar, tirando de él.

Heeseung tuvo que seguirle el paso. Tenía que corazón desbocado y no sabía que decir o que hacer. Por dios, y él se hacía llamar el hombre con más carácter del mundo. En esta situación simplemente parecía un idiota de 14 años.
Caminaron en silencio, con los dedos entrelazados. Era hermoso tenerla de esa manera. Observó su perfil. Estaba atardeciendo, y los rayos anaranjados del ocaso jugaban con el color de sus ojos, cabello, piel… boca. Su mirada quedó clavada en aquella parte de su anatomía. No había dejado de pensar en sus labios ni un solo segundos. Entonces ella se detuvo y se giró a verlo. Heeseung sacudió la cabeza. Ella le entregó una dulce sonrisa.
—Llegamos —le indicó.
Él miró a su alrededor y se sorprendió al encontrarse frente al viejo roble que estaba cerca de las caballerizas. Justo al lado del árbol había un mantel blanco que estaba lleno de cosas. Él divisó dos tazas y una tetera. Miró a Ross.
— ¿Qué es esto? —le preguntó. Ella soltó su mano, él se sintió vació, y caminó contenta hasta el mantel.
— ¿Acaso me vas a decir que no recuerdas cuando éramos niños y yo te daba clases de ‘modales’ mientras tomábamos el té debajo de este árbol? —le preguntó.

Él se sorprendió de aquello. Si lo recordaba, claro que lo recordaba. ¿Cómo poder olvidar esas insufribles clases de palabras raras que luego él usaba en el colegio?

— ¿Cómo olvidarlas? —dijo. Ross sonrió y se sentó. Heeseung soltó un suspiro y se acercó para sentarse frente a ellos solo a unos pocos centímetros.
—No eras un muy buen alumno, Heeseung —dijo ella mientras servia un poco de té en su taza y la taza de él.
—Claro que era un buen alumno. Tú eres la maestra mala… siempre me regañabas y me enseñabas esas palabras por las cuales luego peleaba en la escuela.
—Eso es porque siempre has sido un salvaje —terminó de servir y tomó un poco de su taza. Lo miró sobre el borde de la misma.
—Yo… —empezó a hablar él, pero las palabras se trabaron en su garganta.
—Creo que me estoy enamorando de ti, Heeseung —le dijo ella cuando apoyó la taza en su lugar. Si, se lo había dicho así sin más. Sin anestesia, sin avisar. De una y bien frontal. Se sentía muy bien por haberlo hecho. Pero comenzó a sentirse nerviosa al ver que él estaba simplemente helado, mirándola fijamente, sin pestañear. ¿Y si había hecho mal en sacar su parte sincera? ¿Y si él no sentía lo mismo? Dios, no podía ser tan impulsiva.

Pero en un abrir y cerrar de ojos, los labios de Heeseung estaban sobre los suyos. La tenía con firmeza de la nuca. Ross cerró los ojos, respondiendo al desesperado impulso. Se aferró al cuello de su camisa sin mangas entreabierta. Las puntas de sus dedos acariciaron la piel expuesta de su pecho. Sus pulmones, alma y vida se llenaron de su sabor.
Entonces él la soltó para poder respirar. Apoyó la frente sobre la suya, y le dio un tierno beso.
Ella sonrió con los ojos cerrados.
—Yo no lo creo… simplemente estoy enamorado de ti —le susurró aun algo agitado. Ross buscó sus labios con los suyos, para volver a besarlo.
—¡Ross! —escuchó que él gritaba. Se alejó de Heeseung. No podía ser cierto. ¡¿Cuántas veces más Andre iba a arruinarles los momentos?! El rubio llegó agitado hasta ellos. Ambos se pusieron de pie con caras de pocos amigos — ¡No me miren así! No quise interrumpirlos, lo juro—dijo agitado —Ross, tu padre esta tirado en su despacho… parece como… muerto.

Wild Horses - Lee Heeseung ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora