-Celos?-

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Volvieron hablando animadamente. Por alguna extraña razón preferían hablar hasta del color de un sapo antes que quedarse callados. Se detuvieron frente a la casa. Heeseung la bajó con cuidado y luego se bajó él. Ross se giró a verlo.
-Muchas gracias por el paseo -le sonrió.
-No es nada.
Ella se acercó a la puerta para ingresar a la casa, y se detuvo al ver que Heeseung no la seguía para entrar.
- ¿Qué pasa? -le preguntó.
- Los trabajadores no entramos por la puerta principal -dijo él. Ella lo miró bien.
- ¿Por qué? -quiso saber.
-Porque somos empleados y entramos por la cocina.

Ella lo miró espantada. Eso era horrible.
-No quiero que vuelvas a decir eso -le dijo -Ustedes no son ladrones para entrar por atrás.
-Pero...
-Pero nada, Heeseung. Es una orden.
Él sonrió por lo bajo. Ella siempre había sido así de justa. Para ella todos eran iguales y nadie era mejor que nadie. Soltó un suspiro.
-Está bien, entremos.
Ingresaron y casi toda la casa estaba en un completo silencio.
- ¿Dónde estarán todos? -preguntó la chica.
- ¿Durmiendo? -inquirió Heeseung. Ella sonrió.
-Debe ser eso -asintió - ¿Vamos a tomar un té?
-Mmm, no lo sé...
-Vamos, Salvaje, solo un té. Por los viejos tiempos.
Ella le había puesto su mejor cara de perrito mojado, y eso lo estaba matando lentamente. Trato de calmar a su acelerado corazón.
-Bueno, vamos.
Ross dio un par de saltitos contenta y en un impulso se acercó a él para abrazarlo. Heeseung, algo asombrado, la envolvió. Y se quedaron así, abrazados y sintiéndose muy tontos. Luego de unos cuantos segundos ella se alejó algo avergonzada.
-Lo siento -se disculpó.
-No tienes por qué - .

Entraron a la cocina y Ross se dirigió a la estufa, mientras que Heeseung tomaba asiento cerca de la mesa. Se quedó observándola. ¿Podía ser más hermosa? Seguramente si. Entonces a su mente vino la charla que ella había tenido en la tarde con ese tal...Kai. ¿Debería preguntarle? Un nudo se le formó en medio del estomago. No podía tolerar la idea de Ross con otro hombre. Le daba rabia la idea.

-Oye, te gané una carrera, y el lavado de los caballos -comentó ella mientras buscaba té en una de las cajoneras de la cocina - ¿No crees que me debes algo por eso? -indagó y lo miró sobre su hombro con una sonrisita de autosuficiencia.
Heeseung sonrió divertido y luego alzó una de sus cejas. Ella se ruborizó y volteó, para seguir buscando el té.
-Y ¿se puede saber qué es lo que te debo? -inquirió.

Saltó de la mesa sigilosamente y se posicionó detrás de ella. Cuando Ross al fin dio con el té, volteó y se sobresaltó al encontrar el gran cuerpo de Heeseung frente a ella. Abrió la boca, aunque incapaz de emitir palabra. Él se acercó un poco más.
Por dios, ¡¿qué había entendido?! O, ¿¡qué había insinuado ella!? Se ruborizó de sobremanera, y la respiración se le agitó al sentir como Heeseung se acercaba lentamente a ella.

Él no podía dejar de mirarla a los ojos, esos ojos profundos que siempre lo habían cautivado. Pero, inevitablemente, su mirada bajó hasta los labios de la muchacha. Esos carnosos labios que había probado por primera vez cuando tenía 13 años. Y que quería volver a probarlos, justo ahora.
Ella no pudo moverse de su lugar, simplemente parecía que sus pies estaban pegados al suelo. Su respiración era algo irregular, y sentía como su corazón latía fuerte. Tenerlo así de cerca era de unas las cosas más... maravillosas que le habían pasado en los últimos tiempos.
Heeseung no podía detener la leve inclinación que estaba haciendo su rostro hacia el de ella, simplemente no podía. Él tenía que besarla, sacarse la duda, volver a sentirla.
Y justo, justo cuando estaba a muy pocos segundos de volver a hacerlo el agua comenzó a silbar y el vapor comenzó a salir, avisando que ya había hervido.

Ross volteó con rapidez, rompiendo el encanto, y él se quedó allí, quieto, con ganas de besarla. Se alejó, algo incómodo, y volvió a sentarse.
Ella vertió el agua en la taza azul, y ese fue el único sonido que llenó la habitación. ¿Cómo se suponía que iría a mirarlo ahora? Aquello había sido más que extraño.

Heeseung se rascó la nuca, nervioso.
Se maldijo unas tres mil veces mentalmente. Él no debió acercarse así a ella, no. Pero el sentimiento era más fuerte que él. Iba a decirle algo pero la puerta trasera se abrió de golpe, dejándole el paso a una mujer de pelo color castaño oscuro y tez clara. Sus ojos verdosos decían casi todo de ella: soberbia.

Casi corrió hasta Heeseung, quién apenas se había dado cuenta de que ya había ingresado, y le echó los brazos al cuello, para luego besarlo en la boca, demasiado acelerada.
Los ojos de Ross se abrieron como platos y su mandíbula tocó el suelo. Una repentina furia comenzó a crecer dentro de ella. Apartó la vista, repentinamente asaltada por una ola de furiosos celos.
Las ganas que tenía de arrojarle la taza con agua hirviendo encima eran enormes. Apretó el mango de la taza con más fuerza de la habitual, y justo cuando volteó, Heeseung intentaba apartarse a la chica de encima. Casi sonrió, pero se mordió los labios.
Al parecer la mujercita no tenía muchas intenciones de dejarlo en paz y Ross se sentía demasiado molesta como pensar con claridad y decirle algo.
-Jia, Jia... ¿Qué haces?-murmuró él entre dientes.
-Estoy totalmente indignada contigo, Heeseung ¿Por qué no me devuelves las llamadas que te hago?-le preguntó ella, ignorándolo. Ross puso los ojos en blanco.
Heeseung suspiró, parecía un poco harto.
- ¿Cuántas veces te dije que no puedes entrar aquí de esa manera, Jia?
Ella se encogió de hombros.
-No lo sé -contestó y se acercó para besarlo, pero Heeseung corrió la cara. Se percató de que Ross seguía allí. Apartó a Jis, y la miró severamente.
-No estamos solos -le susurró, y entonces ella miró a la otra chica.
Alzó ambas cejas para mirarla de arriba a abajo. Ross sintió como su mandíbula se tensaba y otra vez su mano apretaba con un poco de fuerza la taza.
-Señorita, ella es Jia -la presentó Heeseung.
-Su novia -puntualizó ella. Ross asintió y fingió una sonrisa.
-Ella es la señorita Ross, Jia, la hija del señor Hann -le contó.
-Oh, ¿enserio? -dijo algo asombrada -No sabía que él señor Jeon tenía una hija. Nunca me la mencionaste, mi amor -le habló a él.
Ross miró fijo a Heeseung. Él le devolvió la mirada. Ella apretó los labios y asintió con la cabeza. Así que nunca se la había mencionado.

Andy entró de repente a la cocina, salvándola. Miró a cada uno alternadamente, reparando en la presencia de Jia. Pudo percibir la tensión del ambiente.

- ¿Sucede algo? -habló él. Ross lo miró y sonrió con ironía.
-No -musitó Ross.
-Andy, ella es Jia -le dijo Heeseung.
-Su novia -aclaró Ross con tono sarcástico. Andy le sonrió a la chica, pero su mirada pronto volvió a su bella amiga.
Ross miró una vez más a Heeseung y negó levemente con la cabeza para luego tomar su taza con firmeza, y sin decir nada abandonar la cocina. Heeseung la siguió con la mirada.
-Un placer conocerte Jia, lindo color de pelo -le dijo Andy y volvió a desaparecer por la puerta.
Heeseung se volvió hacia Jia y la miró enojado.
-Que rara la hija del señor Jeon -dijo ella no percatándose del enojo de su novio.
-Jia, te lo he dicho miles de veces, por favor. No lo hagas más, ¿entendiste? -dijo enojado.
-Si, mi amor pero... no me llamas y te extraño -dijo ella haciendo un leve puchero.
-Creo que sabes que trabajo todo el día y si no te llamo es porque no tengo tiempo -dijo con tono molesto aun. Se sentía ridículamente extraño. Ross se había ido de una manera un poco rara, parecía enojada.
-Si, pero... pero...
-Pero nada Jia, ahora la casa no esta sola. Los patrones están aquí y tienen invitados... Así que de verdad voy a pedirte que vayas a tu casa. Te llevo si quieres... pero es tarde, así que vamos -le dijo.
Ella asintió y Heeseung se bajó de la silla, alejándose. Salió de la cocina y Jia se quedó allí, enojada. Dio una patada al suelo, enfurecida, y gruñó. Odiaba no encontrarlo de buen humor.
Miró una vez más la puerta por la que se había ido la tal Ross, y entrecerró los ojos. Algo le decía que esa 'estiradita' le traería varios problemas. Salió de allí, yendo detrás de Heeseung.

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Ay ay ay ay, Ross está celosa

Wild Horses - Lee Heeseung ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora