-Mordida-

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Él la miró fijo a los ojos. Sabía que a ella le impresionaba la sangre. Y no quería hacerla pasar por aquello. Pero vio la firmeza en sus ojos y sabía que no iba a aceptar que él se negara.
—Está bien —suspiró y se apoyó contra una pequeña montaña de paja.
— ¿Vas a decirme cuando tengo que detenerme? —le preguntó con miedo.
—Si —asintió algo débil.
Comenzaba a sentirse mareado y lugar de la mordida le ardía como mil demonios.

Ella respiró profundamente y se arrodilló a su lado. Contó mentalmente hasta diez para calmarse. Ella solo tenía que succionar y escupir, nada más. Se inclinó sobre su hombro y sus labios hicieron el primer contacto con la sangre de la herida. El sabor metálico le tocó la lengua. Ella retuvo una arcada y posicionó sus labios bien. Comenzó con la succión. Cuando un poco de sangre llenó su boca, se alejó y escupió. Tosió un poco y volvió a acercarse a él.

—Ross—murmuró Heeseung —No tienes que hacer esto…
Ella volvió a escupir.
—Cállate la boca —le pidió —Claro que tengo que hacerlo.

Volvió a repetir la acción una y otra vez. De vez en cuando observaba a Heeseung y él mantenía sus ojos cerrados y una leve mueca de dolor. Su boca estaba repleta de aquel extraño y algo salado sabor. Tenía ganas de vomitar, pero se las aguantó. Escupió una última vez y lo miró.
— ¿Debo seguir, Heeseung? —le preguntó preocupada.
Por así decirlo ya se le había ido un poco el asco. Pero no quería dejarlo sin sangre.
—Solo una vez más —musitó él.
Ella asintió y repitió la acción por última vez. Luego se puso de pie y fue por un poco de agua para enjuagarse la boca. Rápidamente volvió a su lado y le acercó la botella a los labios. Él estaba con los ojos cerrados y abrió la boca levemente para recibir el líquido. Se ahogó un poco y comenzó a toser. Ross dejó la botella a un lado y tomó su rostro. Heeseung abrió los ojos para mirarla. Había tanta preocupación en sus ojos.

— ¿Estás bien? —le preguntó. Él sonrió débilmente.
—Gracias —murmuró. Ella lo acarició y sus ojos se llenaron de lágrimas.
—No, lindo, gracias a ti. Esa mordida debió ser mía, no tuya.
—Enana, te dije que no iba a dejar que nada te pasara.
Volvió a cerrar los ojos al sentirse tan cansado.
—Ya vienen por nosotros, ¿si? —le volvió a acariciar el rostro. Él hizo el esfuerzo de mirarla. Pero realmente comenzaba a sentirse mal. Pero por suerte Ross había actuado rápido y estaba seguro de que su cuerpo ya no tenía tanto del veneno que la serpiente le había proporcionado. Pero un poco del veneno que ya había actuado en su cuerpo, estaba haciendo efecto. De repente comenzó a sentir que su estomago se contraía y un terrible mareo lo atacó. Cerró los ojos fuertemente para soportar el malestar.

Ross se puso de pie y buscó su celular. Ellos ya debían estar allí por ellos. Entonces escuchó el sonido de un auto y salió para ver. Su padre y Jungwon bajaban del auto. Ella corrió hacia ellos.

— ¡Gracias a dios que ya están aquí! Heeseung no está bien —sus lágrimas se hicieron más presentes. Estaba tan asustada —Lo mordió una serpiente.
—¿Qué? —preguntó Jungwon espantado y corrió hacia el establo en busca de su primo.
Ingresó y lo vio acostado contra una pared de paja. Se acercó rápidamente a él. Heeseung abrió los ojos para mirarlo.
—Jungwon…
—Shhh, tranquilo —le dijo él y se acercó a un mas. Vio los dos agujeritos profundos que estaban sobre su hombro —Vamos, hermano, salgamos de aquí…
Colocó un brazo debajo del hombro sano y lo paró. Heeseung sentía las piernas pesadas y dormidas, pero hizo todo el esfuerzo para caminar.
—Ross ha… ha sacado el veneno.
—Bien —asintió Jungwon —Ahora solo tenemos que desinfectar eso y que te vea el doctor…

Hann ingresó al establo y se acercó a ellos.
—Por dios, hijo —dijo preocupado — ¿Cómo fue que pasó?
—Iba a morderme a mi —dijo Ross entrando— Pero Heeseung lo impidió y lo mordió a él.
Heeseung la miró y vio en sus ojos las lágrimas que luchaban por salir.
—No llores, por favor —susurró.
Y entonces la primera lágrima cayó por su mejilla.
—Tranquila, Rossy —le dijo Hann— Heeseung va a estar bien…
Ella asintió y entre los tres lo llevaron hacia el auto. Ross se sentó atrás y Jungwon metió a Heeseung a su lado. Heeseung no podía mantenerse sentado así que lentamente fue acostándose hasta apoyar la cabeza sobre el regazo de Ross. Ella lo acaricio. Él abrió los ojos y la miró. Ambos sintieron como el auto comenzaba a ponerse en marcha.
—No quiero que llores —le dijo con voz débil.
—Lo siento —murmuró ella —Pero no puedo evitarlo —se le aguaron los ojos —Todo es mi culpa.
—No, no —susurró —No digas eso…
Ella volvió a acariciarlo. Se le hacía tan familiar tocarlo. Darle consuelo de aquella manera tan simple. Él volvió a cerrar los ojos. Solo quería dormir.

— ¡No le dimos las gracias al señor McAdams! —dijo Ross recordándolo. Hann la miró a través del espejo retrovisor.
—Tranquila, cariño, luego se las das —le dijo.
— ¡Y nuestras cosas quedaron ahí! —exclamó.
—Yo vendré por ellas luego —le aseguró Jungwon —Tranquila.
Ella asintió y volvió la vista a Heeseung. Al parecer se había quedado dormido, se inclinó un poco para escuchar si respiraba. Si, su respiración estaba allí. Estaba tan preocupada por él, tan asustada. El auto se detuvo frente a la casa y Jungwon se bajó rápidamente.
—Heeseung —lo llamó Ross. Él ni se movió - Heeseung, ya llegamos.
Está vez abrió un poco los ojos. Eso la calmó bastante. Él le sonrió como un bobo y ella no pudo evitar reírse.

—Eres tan linda —le dijo. Las mejillas de Ross se sonrojaron al instante. Tragó saliva y le acarició el pelo.
—Tú también lo eres —le aseguró.

La puerta del auto se abrió y Junwon sacó a Heeseung con una facilidad terrible.

Ross salió del otro lado y todos entraron a la casa. Gina se acercó a ellos y miró horrorizada a su hijo.
—¿Qué le pasó, dios mío? —preguntó.
—Lo mordió una serpiente —le dijo Jungwon. Gina se cubrió la boca espantada y se acercó a su hijo para tocarle el rostro.
—Llévalo al cuarto, Jungwon —le pidió a su sobrino —Voy a llamar al doctor…
—No hace falta, Gina —dijo Hann—Ya lo llamé yo y esta en camino.
—Gracias —dijo ella.

Llevaron a Heeseung a su cuarto y lo acostaron en la cama. Gina se encargó de limpiarle la herida.
Ross estaba parada fuera de la habitación. Andy llegó corriendo hacia donde ella estaba.
—Sweetness, ¿Qué pasó? —le preguntó y la abrazó.
Al instante ella se echó a llorar en los brazos de su mejor amigo. Se sentía tan culpable por todo lo que estaba pasando. El doctor llegó y Gina lo llevó hasta la habitación. Ross y Andy observaron como él ingresaba y sacaba a todo el mundo de allí adentro. Ella soltó un suspiro y miró a Andy.
—A Heeeseung dió una serpiente.
—Oh my god —dijo sin poder creerlo —Eso es horrible.
—Me muero si le pasa algo, Andy,me muero —aseguró ella.
Él volvió a abrazarla y le acarició la espalda.
—Nada va a pasarle a tu galán, darling —le aseguró —Él es fuerte.
Ella solo asintió y se quedó junto a él. No iba a irse de esa puerta hasta que el doctor saliera.

Luego de unos interminables minutos al fin salió. Todos se acercaron a él.
— ¿Cómo está mi hijo? —le preguntó Gina.
—Él está bien —sonrió el doctor —Solo tiene mareos, pero es normal… tiene un poco de veneno, pero la gran parte ha sido extraída a tiempo. La persona que lo hizo, lo hizo muy bien.

Todos miraron a Ross. La muchacha no supo que decir y solo pudo sonrojarse nerviosamente.
— ¿Puedo pasar a verlo? —preguntó la chica.
—En este momento esta sedado y le dejé un par de medicamentos que tiene que tomar por una semana. Lo más probable es que levante fiebre en estas primeras 48 horas. Pero si puede entrar a verlo.
Ross iba a entrar pero se giró a mirar a Gina.
— ¿No quieres entrar tú, Gina? —le preguntó. La mujer le sonrió dulcemente.
—No, cielo, ve tú.
— ¿Segura? —inquirió.
—No hay nada mejor para Heeseung, que su dulce Ross —le dijo.

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Wild Horses - Lee Heeseung ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora