el saber elegir bien tus prioridades

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Spreen abría los ojos mirando a su alrededor, intentando recordar que había pasado el día anterior. Los recuerdos lo golpearon de repente haciendo que se levantara rápidamente de la cama, saliendo con cuidado al pasillo.

Caminó despacio hasta llegar a la sala de estar, viendo a Juan tirado sobre su escritorio, dos tazas grandes que probablemente habían tenido café en algún punto de la madrugada a su lado y el ordenador encendido. Se había quedado dormido mientras escribía.

Movió su cuerpo un poco, escuchando al mayor quejarse. Sonrió inconscientemente.

- Juan, despierta... son las nueve de la mañana. - Y Spreen hacía mucho tiempo que no se levantaba a esa hora.

El nombrado fue abriendo poco a poco los ojos, intentando enfocar con estos al chico que tenía enfrente. Luego de un rato intentándolo, estiró su mano por el escritorio hasta encontrar sus gafas y colocárselas.

- Buenos días. - Contestó adormilado. - Me quedé despierto de más escribiendo, lo siento. -

- No pasa nada, está bien. - Spreen le sonrió. - ¿Quieres que te haga el desayuno? -

Juan sonrió. - Me encantaría, yo mientras iré al baño. -

Mientras el pelinegro se dirigía a la cocina, él iba hasta el cuarto de baño. Cuando cerró la puerta, volteó a ver justo al lavamanos. Su ceño se frunció al ver lo que parecía ser ceniza ahí. ¿Acaso Spreen fumaba? No creía, jamás lo había visto con ningún paquete de cigarrillos.

Entonces recordó la extraña actitud del pelinegro la noche anterior. Como había salido a tomar aire a las tres de la mañana, como intentaba meter un objeto más al fondo del bolsillo de sus pantalones, como se encerraba en el baño... Si fumaba, ¿por qué tanto empeño en ocultarlo?

Cuando terminó de hacer lo que debía hacer, salió hasta el salón para encontrar a Spreen sirviendo tostadas para ambos algo quemadas mientras tosía y un pequeño humo salía de la cocina. Al parecer el chico no era buen cocinero.

- Esto... ¿te gustan las tostadas muy hechas? -

Juan rió al ver la sonrisa incómoda del menor y le dio un pequeño beso en la mejilla, sentándose para empezar a desayunar.

- Si las haces tú, sí. -

El contrario se sonrojó y se sentó enfrente de su novio, comenzando a comer mientras hablaban y reían. Spreen estaba empezando a desear más mañanas como esas. Por otra parte, para Juan no era tan raro habiendo vivido con una pareja durante bastante tiempo.

Luego de un buen rato, Spreen se despidió de su novio con un suave beso en los labios y se fue al apartamento que compartía con sus amigos.

...

Las llaves fueron dejadas bruscamente en el mueble de la entrada para luego quitarse los zapatos y tirarlos a algún lado de la entrada, cosa que llamó la atención del chico que terminaba de limpiar la sala de estar.

- ¿Son las doce y ya estás aquí? Algo te pasa. - Robleis lo miró con el ceño fruncido tras decir eso, porque realmente pensaba que a su amigo le había pasado algo. Lo que no sabía era que el pelinegro el único problema que tenía era estar perdidamente enamorado.

- ¿Sabes lo que le pasa? Que tiene novio, eso es lo que le pasa. - Contestó Ollie mientras desayunaba, negando con la cabeza al ver como Spreen se dejaba caer en el sofá y miraba al techo con una sonrisa jamás vista en su rostro... o bueno, casi jamás vista.

- Que lindo el amor. - Volvió a hablar Robleis, sonriendo enternecido al ver como Spreen ni siquiera se centraba en la conversación. - Algún día yo también tendré una historia así de bonita. -

The Fame ──── SpruanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora