un cumpleaños diferente

117 11 8
                                    

Spreen comenzó su día mirando su teléfono según abrió los ojos. Mirando la fecha que era, suspiró frustrado. El once de octubre siempre era el peor día de todo el año.

Tenía llamadas perdidas de sus amigos y de algún que otro conocido, igual que varias menciones en las redes sociales de parte de sus fans que le dedicaban algún que otro mensaje bonito, dibujo o recopilaciones de momentos suyos en conciertos y entrevistas. Sus seguidores siempre lo hacían ver de una forma tan diferente a como él se veía a sí mismo...

Cuando se levantó de la cama y fue hasta el baño para lavarse la cara, se quedó un rato mirando al espejo, pensando en cómo había logrado llegar vivo a los veintitrés años. Una llamada a su teléfono lo distrajo, sonriendo al pensar que quizás sería de Juan desde la cafetería. El nombre del contacto le congeló la sangre.

"Mamá"

Las únicas veces que hablaba con sus padres desde que se había independizado era en su cumpleaños y en las navidades, y a pesar de que lo odiaba, pensaba que al seguir siendo sus padres les debía algo de respeto a pesar de todo. Suspiró y contestó a la llamada, dirigiéndose a la cocina para ver si podía comer algo.

- Hola mamá. -

- Feliz cumpleaños cariño, ¿qué tal estás? ¿Sigues... siendo el guitarrista de esa banda? -

- Sí, aunque ahora me estoy tomando un tiempo de descanso porque-. -

- Ya, vi en la televisión que estás con alguien. ¿Es bonita? ¿Te trata bien? -

- Sí, Juan me trata de maravilla. - Silencio. Sabía muy bien que su madre nunca aceptaría que le gustaban los chicos. - Ya puedes dejar de fingir que te caigo bien o de que realmente te importo, sé muy bien que viste la televisión y te alegraste de que ya no estuviese en la banda. Y sí, tengo novio desde hace un mes, y ha hecho más por mí en ese corto tiempo que tú en muchos años. -

Cuando colgó tiró el teléfono con fuerza hacia el sillón de la sala de estar, aguantando las lágrimas. Su madre había perdido la esperanza cuando empezó en la banda con sus amigos, y la cosa fue a peor cuando se enteró de que era gay. El pelinegro aún podía recordar la primera y única vez que llegó borracho a su casa, justo el día que Roier le había engañado con otro tipo.

También había sido un once de octubre.

Spreen caminaba tambaleándose hacia su casa, no teniendo otro lugar al que ir. La fiesta había sido en casa de Ollie y Rob y Carre estaban demasiado ocupados entre ellos como para prestarle atención. Imaginaba cuál sería la reacción de sus padres al verlo así y más por culpa de un chico, pero en ese momento no le importaba. Él sólo tenía ganas de que ese día acabara de una vez por todas.

Cuando entró a su casa subió las escaleras en silencio hasta llegar al segundo piso, donde se encerró en el baño para poder vomitar por culpa del alcohol y los nervios. Luego de un pequeño rato, escuchó como abrían la puerta.

- ¿Qué mierda has hecho ahora? - La voz de su madre hizo eco en su cabeza, obligándolo a taparse los oídos. Esto a la mujer no le gustó, yendo a agarrar uno de los brazos del ojigris con fuerza para hacer que la mire. - Tendrías que verte la cara, te ves patético llorando como un niño pequeño. ¿Qué fue esta vez, eh? ¿Alguno de esos chicos con los que sales te ha roto el corazón? ¿O a lo mejor te han roto otra cosa? -

- ¡Déjame! - Le gritó sin parar de llorar. Él sólo quería irse a dormir.

- Estas cosas no pasarían si te gustasen las mujeres, ¿sabes? - Spreen no contestó; sólo se soltó del agarre y volvió a girarse hacia el váter. Las últimas palabras que le dijo su madre se quedarían grabadas por siempre en su mente. - Eres una decepción de hijo. -

Se sentó en el sillón con un café como si aquella conversación no hubiera sucedido y simplemente esperó a que Juan apareciera por la puerta con su tarta y pudiera olvidarse de todo lo malo por un momento. Casi como si lo hubiera manifestado, el de gafas apareció sonriente por la puerta con el postre en sus manos. Su sonrisa era radiante.

- ¡Feliz cumpleaños! - Dijo alegremente. El pelinegro sonrió un poco. - ¿Quieres soplar las velas ahora o después de almorzar? -

- Como tú quieras, cariño. -

- No no, eso tienes que decidirlo tú que eres el cumpleañero. - Juan se dirigió a la cocina para poner la tarta un rato en la nevera. - Pero necesito una respuesta ya para saber si saco las velas del cajón o no. -

- Déjalo para después, ahora quiero que estés a mi lado. Necesito un poco de silencio. -

Spreen se tumbó en el sillón y el castaño lo observó desde la cocina, pensando en lo enamorado que estaba de aquel chico. Cuando fue a donde estaba el pelinegro, se acostó a su lado y apoyó su cabeza en el pecho contrario con cuidado, sintiendo respirar a su pareja y escuchando los latidos de su corazón que iban un poco más rápidos de lo normal. Notando que estaba algo nervioso, lo miró.

- ¿Ha pasado algo? -

- No. - Juan levantó una ceja, sin terminar de creerse la negativa de su novio. - Mi madre es una idiota que sólo se acuerda de mí en mi cumpleaños y en navidad. En verdad ni me quiere, pero tengo que aceptar su llamada para que las cosas no vayan a peor. Sólo... recordé cosas que no quería recordar. -

- ¿Qué puedo hacer para ayudarte? -

Spreen lo pensó un poco. - Nada, simplemente quedémonos un rato más así. -

Juan cerró los ojos apreciando el calor corporal que el guitarrista desprendía, agradeciendo que fuera más alto que él y eso le ayudara a acurrucarse mejor. Sonrió, sintiendo como el menor ponía uno de sus brazos alrededor de su cintura y daba pequeñas caricias en el lugar. No necesitaban palabras para saber que se amaban.

Unos cuantos minutos en puro silencio pasaron, siendo el pelinegro el primero de los dos en romperlo. - Te has convertido en la única razón por la que me gusta despertarme por las mañanas. Me inspiras a convertirme en una mejor persona y eso es algo que nadie más había logrado hacer. -

Juan sonrió sonrojado, inclinándose un poco hacia el ojigris para darle un pequeño beso en los labios. - De eso se trata el amor, Spreen. -

...

Luego de almorzar, Juan sacó la tarta que había encargado y puso las velas con cuidado en esta, aplaudiendo emocionado antes de ir al dormitorio para agarrar un mechero que seguramente el más alto tenía en el bolsillo de algún pantalón. Cuando volvió a la sala de estar, recibió una sonrisa avergonzada. Spreen no se podía creer que realmente estaba montando todo eso. Juan sacó de su cartera una banda de cumpleaños y luego de dársela a su novio para que este se la colgara, comenzó a cantar el cumpleaños feliz. Spreen sólo podía mirar a la tarta.

Cuando el castaño terminó de cantar ambos aplaudieron y antes de que pudiera soplar las velas, el de ojos ámbar lo detuvo. - Tienes que pensar en un deseo antes. -

Spreen negó con la cabeza, pero aún así pensó en algo que podía pedirle al universo o a quién fuera que se encargaba de escribir el destino. Cuando ya supo qué quería desear, apagó las velas.

- ¿Qué pediste? - Preguntó el mayor, curioso.

- No puedo decirte, si no no se va a cumplir. -

El pelinegro se rió ante la insistencia del contrario, quien estaba intentando adivinar su deseo mientras cortaba un trozo de tarta para cada uno. Lo que había pedido Spreen era simplemente que Juan lo amara por siempre, queriendo estar a su lado toda su vida.

Realmente, era lo que más deseaba en el mundo.

The Fame ──── SpruanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora