ni se perdona, ni se olvida

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- Carre. - El de ojos verdes lo ignoró, fijándose en como el vocalista estaba coqueteando descaradamente con un tipo del staff para darle celos. Quería darle celos y lo sabía. - Carre, escúchame. -

- ¿Qué mierda quieres?  -

Spreen se quedó callado un momento, pero luego siguió hablando. - No te vas a creer quién ha venido a ver la actuación. -

- No estoy de humor para adivinanzas. -

El pelinegro contenía la emoción mientras veía a su mejor amigo guardar su bajo en su respectiva funda. Cuando el castaño se giró a verle con una expresión cansada fue cuando habló.

- ¡Ha venido Roier! ¡Y escuché que estaba preguntando por mí! - Ambos agarraron las fundas de sus instrumentos para colgarlas en su espalda, listos para irse del local. - ¿Crees que esté interesado en mí? -

El más bajo de los dos bufó. - Que más da, el amor es una mierda. -

- Estás amargado. - Fue lo último que dijo Spreen antes de salir por la puerta de empleados que daba a un callejón algo estrecho.

Con cuidado de no dañar la guitarra por culpa de algún golpe tonto, fue caminando hasta encontrarse en la acera. Era tarde por la noche pero eso era lo que menos le importaba, sabiendo muy bien que sus padres seguramente ni se habían molestado en preguntarse dónde estaría. Iba a seguir el camino hacia la casa de Ollie (quién ya lo estaba esperando allí) hasta que se percató del chico que estaba apoyado en una pared fumando un cigarrillo. Pelo castaño, ojos rojos... era él, era Roier.

Poniéndose nervioso y sonrojándose cuando el contrario le sonrió, decidió acercarse a él lentamente.

- Me gustó el pequeño concierto. - Admitió el más bajo. - Tienes... una buena habilidad con las manos, si se puede decir de alguna manera. -

Spreen se atragantó con su saliva, tosiendo un poco antes de hablar. - Me alegro de que te gustase, yo-. -

- ¿Quieres? - El castaño le acercó el cigarro que estaba fumando, esperando a que Spreen tomase una calada.

Se asustó un poco ante esto. Él nunca había fumado ni bebido, y el olor de aquel tabaco no le daba muy buena sensación. Al ver el ceño fruncido molesto de Roier, aceptó y tomó una calada rápida, ahogándose con el humo enseguida. El contrario soltó una carcajada y volvió a agarrar el cigarrillo.

- Ten cuidado, no quiero que pierdas la voz por culpa de la maría. No me perdonaría nunca si por mí no puedes volver a los conciertos. -

Spreen se encogió en su sitio. Sabía que había algo raro en aquel olor. - No sabía que era droga... -

Roier sonrió de una forma casi angelical. - Eres una futura estrella del rock, tarde o temprano la acabarías probando. - Al dar la última calada, tiró el cigarro al suelo. - ¿Me llevas a tu casa? Tengo ganas de ver que otras cosas se te dan bien hacer. -

Spreen lo pensó un largo rato, pero después de notar cómo el chico se tambaleaba un poco y por su vergüenza, rechazó la propuesta y se fue a la casa de Ollie.

...

Se encontraba asomado al pequeño balcón que tenía Juan en su habitación y daba hacia la calle. Sin camiseta, con el pelo sin recoger y fumando, al igual que hacía en el apartamento con sus amigos cuando estaba aburrido. Su novio había ido a la cafetería para escribir con el pretexto de que si Spreen estaba allí, se iba a distraer.

Mirando a las personas que iban de un lado a otro con prisa, el pelinegro tuvo un mal presentimiento. Quizás sólo era su ansiedad jugándole una mala pasada, pero aún así, se sentía mal. Apagó rápidamente el cigarro y lo tiró a la calle desde allí, yendo a agarrar su guitarra acústica y sentándose en el sofá de la sala de estar con ella. Pasando suavemente los dedos por las cuerdas, unas palabras pasaron por su mente.

The Fame ──── SpruanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora