Invierno y primavera

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En el centro de Europa, donde los inviernos cubren de blanco la ciudad y los señores de sombrero de Copa se ven obligados a pagar para que limpien sus pórticos; vive Katsuki Bakugo con su familia. Tienen una posición acomodada, su madre viste con elegantes vestidos, su padre usa bastón y él es obligado a usar incómodos trajes y corbatines para verse "bien", aunque los odie.

Odia el frío, usar guantes de lana le da picazón y es incómodo.

Detesta tener que estar sentado frente a la estufa todo el tiempo, para no resfriarse.

En pocas palabras, Katsuki Bakugo a sus escasos 6 años, odia el invierno.

Es hasta que la nieve se derrite y da lugar a la primavera, que su temporada favorita inicia.

No le gustan las flores, le dan igual las ardillas que despiertan de su hibernación en el parque. Él solo espera que lleguen las caravanas de colores.

Alegres sonatas, baratijas llamativas y bailes improvisados.

Pero sobre todo, el verde.

La nieve termina de derretirse, su madre por fin le deja salir, con traje y corbatin, pero no importa. Rápidamente llega al parque, donde las caravanas aparecen una a una.

Gente sin identidad europea, gente libre y de orígen dudoso, gente sucia e infame, gente "fácil" de usar por su casta. Escucha muchos comentarios de las personas que envueltas en ropajes elegantes se retiran del parque, pues los gitanos han regresado a la ciudad.

Su corazoncito vibra de emoción, sus cabellos cenizos son mecidos por el viento que aún sopla frío. Una enorme sonrisa se muestra en su rostro cuando por fin lo ve.

Baja de una carroza pequeña, donde viaja solo con su madre, una regordete mujer.

Cabellos verdes, pecas y esos ojos que nunca olvidará.

-¡Deku!

-¡Kacchan!

Ambos niños corren a encontrarse. Si su madre lo viera se desmayaría, pues nunca abraza a nadie, pero sí a Deku.

Ajenos a los prejuicios de la gente, el burgués y el gitano, juegan alegremente en el parque. Corren y descubren el mundo de la mano. La imaginación los lleva por grandes aventuras, aunque nunca salen del área de juegos.

Es así cada primavera, cuando el pueblo nómada y errante de Izuku regresa.

Ellos se van a lugares más cálidos en invierno, regresan en la primavera para ganarse la vida vendiendo artesanías y bailes. Canciones y sonatas que componen ellos mismos.

Izuku nunca ha ido a la escuela, también le cuenta que cuando se enferma, su madre le prepara brebajes para que mejore. Katsuki ve todo con el velo de la inocencia, pues le parece genial que no tenga que ir a la molesta escuela ni recibir vacunas de un doctor.

Los días pasan así. A veces Deku le cuenta que tiene hambre y el corre a casa, donde sus sirvientas preparan una canasta para picnic. Comparte con él y ambos sonríen sobre la grama verde del parque.

Así pasa cada primavera, compartiendo las tardes con Deku, su mejor amigo.

Los años se acumulan como la nieve de un nuevo invierno.

¿Cuánto puede cambiar en diez inviernos?

A sus dieciséis años, Katsuki está a un baile de presentación de pertenecer a la alta sociedad de la ciudad. Por fin entrará a ese mundo de sombreros de copa, sonrisas falsas y aromas desagradables. Pues desde hace un dos meses que ha presentado su casta.

Es un alfa.

Su madre, Omega dominante y su padre, un alfa recesivo, han celebrado su estatus como alfa. Orgullosos preparan el baile que se realizará en su mansión para celebrar y presentarlo en sociedad.

"Un noble heredero de las industrias Bakugo" dice su madre.

"El Bakugo de mayor renombre en la ciudad, será" dice su padre.

"¿Podremos seguir viéndonos?" preguntó Deku hace un mes. La respuesta dolió como un millón de agujas en su corazón.

"No" tuvo que decirle. Izuku lloró, de sus lindos ojos verdes como ríos y cascadas cayeron lágrimas.

Al ser un año menor que él, Izuku aún no se ha presentado, pero como la mayoría de gitanos, será un Omega. Todos lo saben. Su alfa aulla en su interior pues también lo sabe.

Izuku no hizo más que embellecer cada año, sumando las habilidades de su pueblo a su arsenal de infinita belleza Omega.

Ropajes que dejan su ombligo al descubierto, un sutil delineado en sus ojos, verdes y enormes.

"¿A qué olerán sus feromonas?" se pregunta cada noche en vela.

Sin embargo, no hay mucho que pueda hacer. Su educación ha sido estricta, su familia le ha prohibido acercarse a los "asquerosos" gitanos. "Entiende o no serás el heredero ¡¿Quieres vivir en la miseria como ellos?!"

Los gritos de sus padres, la reprimienda de su madre y el terror de perder todo a lo que está acostumbrado, le hizo dar aquella respuesta que desató el desasociego en su alma; cuando hizo llorar a Izuku, por primera vez en su vida.

¿De verdad sería tan malo amar a un gitano?

HIJOS DE LA LUNADonde viven las historias. Descúbrelo ahora