Ser gitano

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Un gitano puede bailar  al son de la música que sus propias manos crean. Algunos cultivan sus talentos para leer el futuro en las palmas de las manos. Todos logran elaborar lindas artesanías y joyas. Pero el mejor talento es dedicar sonrisas a pesar de escuchar frases hirientes o miradas indiscretas, pues ellos saben que ser gitano es representar a la diosa de la luna, que libre se pasea por el firmamento.

Izuku nunca pudo leer el destino, su don es danzar y cantar. Su madre le enseñó desde pequeño a cómo expresarse con el cuerpo y dejar que la música fluya por sus piernas y brazos.

Otra cosa que nunca aprendió fue a tomar una pistola o revolver y disparar. Así que entre los brazos de Katsuki chilló asustado al escuchar las explosiones que obligaron a su gente a escapar de sus tiendas. Ver a los más allegados al líder tomar las armas y defenderlos de esa manera tan violenta, fue demasiado para él.

Katsuki Bakugo a sus escasos diecisiete años, nunca había tomado un arma más que para cazar con su padre en los bosques aledaños a sus propiedades. Pero al ver el peligro, no dudó, tomó un arma para proteger a Izuku, quien estaba en un estado de shock demasiado intenso, ya que ni siquiera su voz o feromonas lo hicieron reaccionar.

Los niños y omegas corrían, escapando de la caravana de tiendas y carrozas que lentamente comenzaba a arder. La voz del gran alfa Toshinori resonaba pidiendo la rendición de los gitanos y que se entregaran para no sufrir más bajas. 

No lo podía creer ¿Cómo podían atacar tan despiadadamente a esta gente que lo más criminal que habían hecho era bailar?

La voz de Shigaraki sonaba potente, respondiendo el fuego de sus armas, llamando a buscar la libertad de su gente.

Katsuki odió mucho ver a su padre al lado de su socio Todoroki, celebrando como los soldados de Rumania, liderados por el Secretario de Defensa, avanzaban destruyendo las carrosas y capturando a todos los desdichados que cayeran en sus fauces. Las cosas estaban escalando rápidamente en un frenesí de feromonas aterradas, el olor de la pólvora y la maldad del ejército.

-¡Izuku! ¡Mi cachorro!- Inko corría desesperada buscando a su pecoso, aliviada sonrió cuando lo vio protegido por él. A pocos metros de llegar hasta ellos, un proyectil atravezó su pecho, conviertiéndose así, en una de los muchos mártires de esa noche.

-¡Inko!- Katsuki gritó desesperado al verla caer al suelo. En una fracción de segundo, los recuerdos de las muchas veces que la omega peliverde le permitió jugar con Izuku o le daba pulseras que ella misma hacía, como regalo en sus cumpleaños; desfilaron por su mente, haciendo que algunas lágrimas se escaparan de sus ojos.

Todo era un caos, pero en medio de todo, la voz de su madre le hizo reaccionar, Izuku abrió los ojos ampliamente al verla en el suelo. Katsuki lo retuvo con fuerza para que no corriera hasta ella, pues las ráfagas de balas pasaban sin descanso, tratando de eliminarlos. 

-Mamá ¡Mamá! ¡Mami, vámonos! ¡Levántate mamá!- Izuku lloraba, su alfa no pudo más que abrazarlo con fuerza mientras retrocedía para ocultarse detrás de una de las carrozas.

-Debemos irnos, Izuku, lo siento, pero no podemos quedarnos aquí, ¡Inko ya no puede huir con nosotros!- Con los ojos inundados en lágrimas igual que su omega, luchó por sacarlo de la zona de ataque. 

Ni siquiera vio el rostro del omega que lo ayudó a llegar a una entrada de la alcantarilla de la ciudad, por donde los omegas y betas corrían con los niños del pueblo gitano, quienes lloraban ahogados por las palmas de sus madres que intentaban huir silenciosamente.

Al frente, Shigaraki y sus camaradas trataban de distraer al ejército que poco a poco se adentraba más en el campamento, que si bien no era grande, contaba con al menos cincuenta carpas.  Los gritos y el llanto reinaban mientras Toru y Rody, los dos omegas instruidos en guiar el escape del lugar, por si esta situación se daba, trataban de llevar a todos a las alcantarillas donde podrían tomar la ruta hacia la salida de la ciudad. No era un escape glamuroso, pero cuando eres gitano, cualquier camino es bendecido por la luna.

-¡Ríndanse!- Desde el fuerte hecho con sacos de arena, Toshinori gritaba molesto, no esperaba que los gitanos respondieran el fuego. La idea era asustarlos para que se dejaran capturar fácilmente, pero ellos no se almedrentaron, por lo que ahora se encontraban en esta situación, donde le fuego cruzado amenazaba la vida de sus subordinados y la de los propios gitanos.

-¡Nunca! ¡La luna nos ha hecho libres y ustedes no tienen ningún derecho de quitárnoslo!- Shigaraki respondía desde su propio fuerte, hecho con la madera y restos de las carretas que usaban para migrar en caravana.

-¡Shigaraki Tomura, los gitanos quedan bajo arresto por el daño que le han causado al noble puebo rumano!

-Si vivir en armonía y danzar es un delito, moriremos defendiendo nuestro derecho- Los gritos enardecidos de los pocos que aún luchaban a su lado resonó en todo el parque.

Cada vez era todo más difícil de comprender, Toshinori dudaba de la palabra de los alfas que los habían llevado a esto. Habían descrito a los gitanos como seres hostiles e indecentes, pero al llegar y ejecutar la redada, estos habían llorado y gritado por libertad, los que disparaban lo hacían únicamente si su ejército lo hacía primero. 

Su visión recorrió todo el parque. En frente, entre las carrosas y tiendas, los cuerpos de niños, mujeres e incluso ancianos yacían inmóviles, cuerpos sangrantes cubiertos con telas sencillas y ropajes desgastados. Los que disparaban, también eran omegas y betas, hombres y mujeres que en su rostro reflejaban un inmenso terror, cubiertos únicamente con viejos trozos de madera.

Al girarse, observó a su lado a los soldados bien equipados esperando una nueva orden de fuego. Más atrás, los alfas vestidos con elegantes trajes y sombreros de copa, celebrando y vitoreando la muerte de esos gitanos, que a sus ojos ya no parecían más una amenaza sino víctimas de la intolerancia.

-¡Alto al fuego!- Con el orgullo herido, Toshinori Yagui comprendió, que ser gitano, no era un delito, y que muy a su pesar, había cometido un grave error.

-¡¿Qué hace?!- Gritaba Enji a la distancia, seguro detrás de los hombres que contrató como guardaespaldas.

Shigaraki por su parte, le hizo señas a su gente para detenerse también.

-¡Márchense ahora mismo! No seguiremos disparando, pero tampoco es un lugar seguro, por favor... márchense.- Su voz se apagó al final.

De su escondite, Shigaraki y sus camaradas salieron uno a uno. A la distancia, el gran alfa Secretario de Estado sintió su sangre helarse, no eran más que omegas, betas jóvenes, incluso niños guiados por un único alfa.

-Gracias- La voz de Shigaraki se escuchó, antes de que corrieran para seguir a su gente, viendo entre lágrimas a los que tuvieron que dejar atrás. Los cuerpos rodeados de su propia sangre que representaban a esos amigos y camaradas perdidos en esa cacería sin sentido.

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Nota: Dos capítulos más y termina... creo.


HIJOS DE LA LUNADonde viven las historias. Descúbrelo ahora