El destino

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-Izuku...

-Kacchan, no te preocupes, la diosa de la luna bendice nuestro destino, ya verás.

-¿Cómo puedes confiar tanto? 

-Lo siento aquí, en mi corazón.- Feliz y con una expresión de completa paz, Izuku tomó la mano de su alfa para que la colocara sobre su pecho, justo sobre su corazón.

-Parece revolotear- Exclamó al sentirlo. El pecoso asintió feliz, verlo a los ojos, brillantes e ilusionados le hizo sentir calidez.

-Late de felicidad, porque estamos juntos de nuevo Kacchan.

-Dios, eres increíble- Su alfa parecía un cachorro moviendo la cola y tirándose de espaldas para ser acariciado en la barriga. 

Solos, escando de todos, los dos se encuentran en el campanario de la iglesia, lugar a donde Izuku lo ha guiado a través de pasadizos que nunca en su vida se imaginó que existieran en la ciudad en la que ha vivido toda su vida. 

En el horizonte el ocaso tiñe de rojo el cielo, los ojos de Izuku se cierran lentamente, mientras sus manos acunan su rostro. Su corazón galopa salvajemente en su pecho, pero las feromonas de ambos; miel con menta y madera de cedro, danzan dándoles confianza. Sus labios son tan suaves como los imaginó desde que pudo notar la belleza de Izuku.

Las manos pequeñas y cálidas del omega se aferran en un abrazo que no logra rodearlo. Mientras sus labios se combinan con amor, el oxígeno parece innecesario. Los rizos de Izuku le hacen cosquillas en la frente, mientras su nariz fría por el aire, roza con la suya.

Sus sentidos parecen ampliarse en un mil por ciento, la piel de Izuku se escarpela cuando sus dedos recorren lo que la tela le permite encontrar descubierto. 

Al separarse, las estrellas ya se presentan como fondo, mientras sus frentes se unen.

-Fue perfecto- Suspira el omega.

-Tú eres perfecto- El alfa llena de besos sus mejillas causándole cosquillas.

-Kacchan... debemos volver- Entre risas, Izuku recuerda que deben hacer una cita con el alfa líder.

Ajenos al caos, iluminados por la luna, ambos caminan de regreso tomados de la mano, como siempre han debido andar.


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-Traíganlos ante mí.

Dentro de la tienda más grande del campamento, el alfa albino ordena a sus camaradas más cercanos.

-¿Qué piensas hacer Shigaraki?- Sero, uno de los betas que ayudan a defender al grupo, pregunta con cierta preocupación. Ha conocido a Izuku desde que su madre regresó de la última migración con una enorme barriga de la que pocos supieron su verdad.

-Solo vamos a charlar, después de todo, es deber del líder recordarle las reglas a sus camaradas.

El pelinegro solo asintió con la cabeza, dentro de todo, eso no era lo peor que pasaba, pues habían recibido por parte de una omega sirviente de alguna casa burguesa, la noticia de que algo peligroso para ellos está a punto de pasar, orquestado por los alfas de más renombre de Rumania.

HIJOS DE LA LUNADonde viven las historias. Descúbrelo ahora