Un nuevo amanecer

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-Deku

Detuvo sus pasos, en medio de la noche, en aquel oscuro callejón, sus ojos rubí se encontraron de nuevo con las esmeraldas más hermosas que ha visto en su vida.

Izuku lentamente recordó lo que había pasado, sus ojos se inundaron en lágrimas, si estaba allí con Kacchan era porque él había visto, él ya lo sabe.

-¡Suéltame!- En sus brazos, el omega intentó alejarlo, pero sus delgados brazos no hacían ninguna fuerza sobre el pecho del alfa.

-Tranquilo, ya estás a salvo. Estoy aquí, Deku, estoy aquí.

-No... tú te fuiste, no me quieres, y yo...- Sus sollozos fueron aplacados por el fuerte abrazo del rubio.

-Lo siento, lo siento, Deku, mírame- Con delicadeza tomó su mentón para hacerle levantar el rostro. 

-Yo tuve que... - Izuku tenía los ojos cerrados con fuerza, tratando de evadir la realidad. Donde Kacchan sabe que casi fue tomado por un alfa viejo y abusivo.

-No me expliques nada, Dek- no, Izuku, fue mi culpa por dejarte solo, yo debí protegerte- Sus dedos acariciaron las mejillas pecosas del omega. El pecoso sintió derretirse por el suave toque, habría ronroneado, rodeado por las suaves feromonas amaderadas de su Kacchan y la calidez de sus brazos, si no hubiesen escuchado los gritos de los padres del rubio, quienes al parecer corrían buscándolo.

-Vámonos.

Izuku apenas pudo aferrarse al traje del rubio cuando éste lo cargó de nuevo y corrió para salir del callejón, todo pasaba tan rápido. No sabía si se encontraba tan aturdido por el golpe de ese tonto alfa o por sentirse protegido en los brazos del alfa que ha amado desde su infancia.

-¿Qué pasa?- Preguntó cuando estaban llegando al campamento gitano.

-Te lo contaré cuando estemos a salvo, debemos escondernos.

-E-está bien, Kacchan. Vamos a mi tienda, ellos no pueden hacernos nada allí, sus leyes no nos afectan.

-Bien.

Ambos sonrieron, sus rostros iluminados por la luna, recordando las tantas veces que habían corrido juntos en ese mismo parque.

-¡Izuku!- La omega peliverde gritó asustada cuando lo vio llegar en los brazos de Katsuki Bakugo, el alfa heredero de las Industrias Bakugo, quien supuestamente debía estar en la gran celebración de su presentación en sociedad.

-Mamá, por favor, deja entrar a Kacchan.- La peliverde asintió, después de todo, los gitanos nunca niegan la ayuda a nadie, y aunque en los últimos dos meses no había visto al rubio, sí lo había visto jugar con su cachorro desde hace más de diez años.

-Por favor, cuéntenme qué sucede.

 Katsuki tragó saliva antes, era completamente su responsabilidad haber llegado a esta bochornosa situación, si no hubiera sido un completo cobarde.

-Kacchan me salvó de un alfa, mamá, ese señor quiso propasarse conmigo- Se adelantó el pecoso. Su madre emitió un pequeño chillido de miedo y se acercó a examinarle el rostro, donde ya lucía un gran hematoma.

-Zuzu, mi amor, qué alivio que no te hicieran nada- Ambos pecosos lloraban abrazados, Katsuki observó la escena conmovido por el amor entre ellos. Lentamente había dejado a Izuku en el piso de madera de la vieja carreta, para que pudiera abrazarla mejor. 

-Gracias por salvar a mi Izuku, Katsuki gracias por defenderlo.

-No, yo, lo siento, si no hubiese desaparecido así de sus vidas, quizás no habría ocurrido.

-Oh no cariño, no es tu culpa, son cosas que suelen pasar. Los gitanos debemos estar preparados para todo, a veces los alfas son... demasiado. 

La peliverde suspiró, nunca le había contado a Izuku, que su nacimiento se debía justo a una situación similar, solo que ella no pudo huir y tampoco tuvo quien la defendiera.

-¿Por qué?- Sin querer la pregunta escapó de sus labios.

-¿Qué cosa, Kacchan?- Izuku le veía aún con lágrimas en los ojos.

-¿Por qué venden esos bailes?- No quería ser indiscreto, pero la duda carcomía su mente desde el momento en que supo que Izuku era un omega.

La peliverde suspiró de nuevo, ya que estaban allí, podía preparar un té.

-Siéntate, creo que debemos hablarte sobre nuestro modo de vida, supongo que tienes más dudas.

El rubio, tomó asiento y asintió con la cabeza, realmente, en su infancia le había parecido muy divertido vivir así, pero ahora, las condiciones precarias, la falta de salud y educación de los gitanos, ya no le parecía bien.

-Nuestro pueblo ha sido nómada desde hace más de quinientos años, nuestros antepasados viajaron desde la India y pues, ahora estamos aquí. Europa ha sido parte de nuestra ruta migratoria desde hace más de cien años. Hemos aprendido su idioma, dejando poco a poco el romaní. No pertenecemos a ningún país, porque somos libres. No estamos atados a ninguna ley, porque no formamos parte de su sistema, pero sí tenemos una fuerte identidad. 

-No lo entiendo, como no pueden ser parte de Rumania, viven aquí- El rubio no lograba comprenderlo, así que preguntó lo que sus padres habían dicho una y otra vez, sobre esos malvados viviodores que no pagan impuestos.

-Somos hijos de la luna ¿La luna tiene fronteras o debe pagar impuestos solo por aparecer cada noche en el cielo?

El rubio negó, a su lado Izuku veía a su madre con los ojitos brillantes, emocionado por escuchar más sobre su pueblo.

-Nos movemos, porque podemos hacerlo, seguimos a la luna y dejamos a nuestro lobo corretear bajo su luz. Somos almas libres, no molestamos a nadie... pero necesitamos comer, así que debemos ganar dinero.

-Sí, Kacchan, ahora yo soy el omega responsable de mi familia, ¿Verdad mamá?- Izuku se señalaba a sí mismo totalmente orgulloso de ser un adulto, según las creencias de su pueblo.

-Sí, amor. 

Katsuki escuchó lo último asombrado, pues Izuku apenas acaba de cumplir los dieciséis, él ya casi cumple diecisiete y aún no tiene más responsabilidades que lucir bien en las reuniones y aprender para dirigir sus empresas en un futuro.

-Sí, ahora yo soy el encargado de la cuota que...

Su madre no lo dejó continuar, pellizcando su pierna con disimulo. La conversación siguió con otro rumbo, lleno de memorias de sus días de juegos y algunas historias del pasado de su gente. Aunque en la mente del alfa, la palabra "cuota" siguió rondando.

Pronto el amanecer iluminó la tela colorida que cubre la carreta, donde la omega mayor descansaba en su nido, mientras Izuku dormía abrazando el regazo del alfa que sentado en el suelo pasó toda la noche en vela, pensando y vigilando. Sabía que nadie se metería al campamento gitano y menos de noche, no por nada las historias sobre la crueldad de su líder son conocidas en toda la ciudad. Un detalle del que su futura suegra no habló en ningún momento.


HIJOS DE LA LUNADonde viven las historias. Descúbrelo ahora