«Érase una vez, un poderoso rey que desde su elegante trono enviaba a sus soldados para custodiar y proteger al pueblo de los temibles monstruos del bosque oscuro. El rey era tan poderoso, que era capaz de ofrecer a sus soldados como carnada para salvar al resto de los habitantes del reino, mientras a escondidas su mejor amigo entrenaba al dragón que protegería el castillo real. Hasta que un día, el mejor amigo entrenador traicionó al rey, y el rey tuvo que matarlo a sangre fría».
Corría el año mil novecientos setenta y nueve. La historia de Tobías Rodd comienza así, como si se tratase de un cuento para niños y no de la mismísima realidad cruda de Mahorm. Y cada palabra dicha anteriormente, es completamente cierta, porque fue así como el hombre se hizo de un imperio irrompible, poderoso y cotizado, además de perseguido. Muchos otros seudo-narcotraficantes por años han buscado superar los alcances de Rodd, pero realmente nadie ha podido tan siquiera igualarlo...
—No me gusta ese final, Tobías, no puedes matar al entrenador solo porque sí...
—Ay, Nicolas, ¿ves ese asiento que está allá? —Señaló con su diminuto dedo índice—. Ese es mi trono y yo soy el rey, tú debes obedecerme y no traicionarme.
—Tobías, siempre que jugamos en tu gran patio quieres ser el rey —se cruzó de brazos—, yo también quiero ser el rey —agregó el otro pequeño niño de nueve años.
—Ese trono me lo compró mi papá a mí, no a ti, por eso solo yo lo puedo usar, pero si quieres jugamos a otra cosa —Nicolas asintió, no tenía opción.Este par había crecido prácticamente en conjunto al vivir en el mismo barrio y estudiar en el mismo lugar, compartiendo clases desde el primer año de estudios. Aun así, había una gran diferencia entre ambos, y es que Tobías Rodd era el hijo de Hernán Rodd, quien tenía un poder económico que le permitió hacerse de un buen terreno en el barrio La Cueva, en el municipio de Balbá, en el estado de Carxio, gracias al negocio de la marihuana. En ese sitio construyó una casa enorme, con patios enormes, y se dio el lujo de colocar una bella y grande fuente en medio de todo. Su vivienda era tan grande que necesitaba de personal de seguridad para protegerla y de mantenimiento para que estuviese siempre impecable. Por otro lado, Nicolas Bravo era hijo de un militar que siempre se la pasaba de viaje en misiones que no le permitían tener la estabilidad económica como para darle una calidad de vida a su hijo como la que le daba Hernán al suyo. A pesar de todo, su amistad se hizo posible porque el padre de Tobías insistió mucho en que ellos dos se relacionaran, y fue de ese modo que Nicolas consiguió frecuentar ese "palacio", como él lo llamaba.
—Podemos hacer barquitos de papel y ponerlos a flotar en la fuente, ¿qué dices? —Propuso el pequeño Bravo.
— ¿De papel? —Arrugó el entrecejo—. Yo no sé cómo se hacen esos, pero tengo unos barcos con control remoto que me compró mi papá, te puedo prestar uno y hacemos carreras.Nicolas se llenó de emoción por eso, pues sería prácticamente la primera vez que su mejor amigo le dejase usar uno de esos. Ambos se fueron a la habitación de Tobías que era tres veces más grande que la de Nicolas. Sus paredes estaban repletas de pósters de superhéroes, y tenía estantes llenos de comics y películas originales. Además, tenía otras repisas con juguetes de colección que no solía usar porque eran exclusivamente para admirar. Nicolas quedó tan admirado por todo eso, que no prestó atención cuando Tobías ya había tomado los barcos y le cedió uno a él para dirigirse a la fuente y empezar su juego.
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Yo, Idóneo - Parte I: Dolor
Genel Kurgu[Segundo acto de la serie: Ubulili]. Descolocado por las consecuencias de sus actos y los de otros, Robin se encuentra en un fuerte enfrentamiento contra sus verdaderos sentimientos; especialmente con el dolor. Haberse reprimido el llanto y forzarse...