Prólogo

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Era habitual que las chicas rodearan a Oikawa siempre que hubiese posibilidad. Aunque este tampoco evitaba que pasase, para ser correctos se podría decir que incluso les incitaba a que continuasen. Es por esto que el mejor amigo del castaño siempre tenía que ir a buscarle para que no se quedase con sus fans. Y esta vez no sería una excepción.

— Mierdakawa como no entres al gimnasio pronto tendrás que correr tres vueltas más.— Amenazó el as del Aoba Johsai de brazos cruzados y con un aura amenazante alrededor de él.

— Pero eso es mucho.— Se quejó el capitán en forma de berrinche.

— Que sean cinco.— Sentenció fríamente el mayor antes de decidir entrar al gimnasio.

— Lo lamento chicas, el deber de capitán me llama.— Se despidió el castaño con una gran sonrisa mientras el grupo se despedía y le deseaba suerte.

El as del Aoba Johsai esperó al colocador y capitán del equipo en la puerta y cuando este entró le dio un golpe en la cabeza diciéndole que más le valía rendir en el entrenamiento de hoy y que eso no volviese a pasar. Aunque siempre acababa volviendo a pasar.

Si Iwaizumi tuviese que buscar una palabra que mejor definiese a Oikawa Toru sería sin lugar a duda histriónico, una persona que se expresa con afectación o exageración propia de un actor teatral.

— Hey, Capitán. ¿Sabías que se dice que el Karasuno está mejorando tanto que es posible que llegue al nacional?— Bromeó Hanamaki pasándole a este una revista donde el Karasuno era entrevistado como un equipo de gran potencial y con un pequeño apartado especial para el colocador titular de este, Kageyama Tobio.

— Que gracioso. Tendremos que entrenar un poco más o terminaremos pasándolas canutas.— Dijo con su típica voz chistosa que ocultaba su actual molestia mientras dejaba la revista a un lado.

— Primero calienta que si te lesionas lo tendremos más difícil.— Le recordó Iwaizumi antes de salir del gimnasio para hacer un par de vueltas.

El capitán se despidió de sus compañeros de tercero antes de irse a dar unas vueltas. El ceño del castaño se frunció cuando empezó a correr y nadie le prestaba atención. De verdad que ese colocador del Karasuno conseguía molestarle, aunque esto siempre fue así, incluso en la escuela media.

Mientras el castaño corría, una pregunta vino a su mente. Sin duda Karasuno había mejorado mucho, casi a una velocidad de vértigo. Antes no eran más que un equipo normal, pero ahora era distinto.

Su capitán había mejorado y parecía mantener el equipo alegre y en su mayor esplendor. Su líbero había vuelto y entre él y el capitán cubrían los huecos en la defensa. Además su as parecía haber vuelto y gracias a él y el chico rapado tenían gran fuerza de ataque. Uno de los reservas de pelo verdoso parecía estar aprendiendo el saque flotante. También había un chico rubio que observaba mucho y era además bastante alto e inteligente, aunque seguía siendo de primero por lo que no tenía mucha técnica. Por otro lado estaba el número diez, puede que a ese chico le faltase de todo menos estamina y reflejos. Pero quién más le preocupaba era el colocador del Karasuno, Kageyama Tobio.

Kageyama tenía un gran talento para el voleibol, pero su frialdad y falta de experiencia social limitaban su talento, pero en su último partido algo cambió cuando ambos colocadores de Karasuno hablaron entre ellos. Antes Kageyama no prestaba atención a su carencia de comunicación con los demás, pero ahora sí parecía importarle, o al menos eso le pareció al castaño.

'¿Cuánto habrán mejorado desde la última vez?' Se preguntó de repente dándose cuenta de que inconsciente había ido en dirección al instituto de ese equipo. 'Ya que estoy aquí podría darles un vistazo rápido.'

Oikawa entró a la institución y buscó el polideportivo, lugar que no fue difícil de encontrar. Cuidadosamente se acercó a la ventana para ver que dentro solo se encontraban el señuelo y el colocador del Karasuno.

Hinata le pasó el balón al azabache y este se la colocó rápidamente hacia donde el menor saltaba y este remataba apuntando a diferentes objetos para mejorar su puntería, aunque esta vez también falló, aunque iba mejorando.

A pesar de que la mayoría de personas no encontrarían esto increíble, para Oikawa sí que lo era lo que provocó que se frustrara. Estaba seguro de que la colocación se paró un segundo en el lugar máximo del remate, además los primeros pases que el peli naranja le mandaba no eran los más fáciles de colocar, pero el colocador era insistente y talentoso y lograba levantarlos bien para el rematador.

Este sin duda no era el súper rápido que antes había visto. Esto era otra cosa que tenía el potencial para hacerles casi imparables. Oikawa estaba frustrado y decidido a irse, pero una conversación entre ambos jugadores le llamó la atención y le hizo quedarse.

— Kageyama. Gracias por aceptar practicar conmigo este movimiento.— Agradeció el más bajo con una gran sonrisa de pura felicidad.

— Solo lo hice porque parecía una buena idea.— Dijo avergonzado el colocador desviando levemente la mirada.— Además, soy colocador.

— Ya lo sé.— Dijo Hinata como si fuese lo más obvio del mundo.— El colocador es el jugador que le pone la pelota al rematador.

— Lo más importante para un colocador debe ser colocar la pelota como el rematador quiere.— Dijo Kageyama motivado a su manera sabiendo el trasfondo de esa frase que la mayoría vería muy simple.

Oikawa se fue del lugar bastante inquieto y se dirigió nuevamente a su instituto sintiendo la ansiedad expanderse en su pecho. Las fortalezas del castaño sobre el otro colocador eran su capacidad de comunicación, su consciencia sobre lo más importante en un colocador y su inteligencia emocional. Pero Kageyama parecía estar madurando, había dejado de ser el rey de la cancha y ahora sí que podría superarle en sus fortalezas con algo de tiempo.

Oikawa entró a la sala del club a por sus cosas, ya no tenía ganas de entrenar, más bien no podría estar concentrado en eso. Si hacía falta diría que se encontraba mal y se volvería para casa. Unos minutos después alguien más entró y le dio un golpe en la cabeza suave pero con dureza. Oikawa chilló por el golpe y cubrió la parte adolorida fijándose que era su mejor amigo Iwaizumi.

— ¿¡Pero se puede saber dónde mierda estabas!? ¡Estaba muy preocupado por ti mierdakawa!— Le gritó haciendo que Oikawa ladeara la cabeza de la confusión.

Iwaizumi al notar la confusión de su amigo soltó un suspiro y le enseñó la hora a través de su móvil. Oikawa se horrorizó al ver la hora, habían pasado casi cuatro horas desde que su entrenamiento empezó. Ahora podía entender la preocupación de su compañero.

— Perdona, no me sentía muy bien y creí que con sentarme un rato se me pasaría.— Mintió rápidamente intentando convencer a su amigo, pero el castaño volvió a ser golpeado por este, pero con más suavidad.

— Si no te encontrabas bien lo mejor era que te volvieses a tu casa.— Estableció Iwaizumi después de resoplar, para su desgracia esto era algo típico de su capitán.

— Perdón.— Se disculpó terminando de recoger sus cosas.

Ambos chicos cogieron sus cosas y salieron del instituto, aunque esta vez Iwaizumi acompañó a su amigo todo el trayecto a su casa para asegurarse de que llegase sano y salvo. El castaño entró a su casa y cuando Iwaizumi ya no podía verle su cara cambió a una de frustración.

'Ojalá Tobio nunca hubiese congeniado con sus compañeros.' Pensó frustrado cerrando sus manos en forma de puños hasta que una maliciosa idea se cruzó en su cabeza. 'Sería una pena que algo pasase y afectase la relación entre Tobio y sus compañeros.

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