Kageyama tenía fija su mirada sobre el balón de voleibol en sus manos mientras su mente se concentraba en aquellas rodilleras blancas que sinceramente ni siquiera eran de su talla preguntándose qué debería hacer con ellas. Por raro que sonase Kageyama había buscado las características de aquellas rodilleras. Eran un producto bastante caro, además de estar especializados para los líberos que habían sufrido alguna lesión anteriormente.
El chico suspiró resignado, debía cambiarlas, pero no sabía qué producto compraría en su lugar puesto a que ya había comprado unas rodilleras y unas zapatillas nuevas. Quizás podría comprar una pelota de voleibol, pero aún así le sobraría bastante dinero.
Sinceramente los hermanos Kageyama eran muy diferentes entre sí, Miwa era una mujer abierta, animada, interesante, sociable y no tenía ningún tipo de pena en gastar dinero porque eran bastante adinerados mientras Tobio era callado, desinteresado, reservado y se conformaba únicamente con lo necesario.
Kageyama pensó que quizás podría elegir un producto si los miraba personalmente así que una vez decidido, cogió el producto que cambiaría y se dirigió a la tienda donde lo compró su hermana, aunque esa no estaba precisamente cerca.
Fue un trayecto bastante largo teniendo en cuenta que tuvo que ir en trasporte público. Aunque lo que más le molestó fue todo el tiempo que estaba perdiendo por lo que se puso unos audífonos para escuchar una lista de reproducción que él mismo había creado con entrevistas de jugadores de voleibol famosos y partidos retransmitidos para mantener su mente lo más cercana a ese deporte.
Kageyama estuvo dando vueltas por la tienda especializada en voleibol una vez que llegó a ésta. Kageyama cogió una pelota de voleibol y una camisa con el dibujo de una. Ahora sólo le faltaba buscar un último artículo para igualar el precio de esas rodilleras tan caras, pero no encontraba nada que pudiese llegar a necesitar hasta que vio unas rodilleras blancas que le recordaron a un cierto capitán de pelo castaño.
Si bien era cierto que Kageyama no necesitaba ningún otro producto, él podría utilizar aquellas rodilleras como una forma de agradecimiento para Oikawa por ayudarle a escoger unas nuevas rodilleras y zapatillas de mucha más calidad y rentabilidad.
Kageyama miró por unos segundos esas rodilleras con intensidad. Su abuelo, Kageyama Kazuyo, era una persona muy agradecida con todos y si lo pensaba bien su abuelo siempre le había comprado revistas de voleibol incluso cuando no era su cumpleaños diciendo que el regalo se debía a su buen comportamiento o su buen rendimiento.
Si Kageyama lo pensaba bien casi nunca le había hecho un regalo a nadie a excepción de a su familia. Cuando era pequeño no tenía muchos amigos, se llevaba bien con sus compañeros, pero no eran amigos y el sentimiento era mutuo. Quizás Kindaichi y Kunimi eran lo más cercano que tuvo como amigos, pero tampoco eran tan cercanos, ni siquiera durante su primer año. Aunque eso no significa que ellos no fuesen lo más cercano a un amigo que el oji azul alguna vez podría tener.
Tras divagar ligeramente por sus pensamientos decidió que compraría esas rodilleras y se las entregaría a Oikawa a pesar de saber que su relación con él nunca había sido precisamente estable. Era posible que dentro de poco volvieran a la peculiar dinámica de peleas por su rivalidad, pero hasta ese entonces el armador aprovecharía la acompañía del mayor.
Después de intercambiar el regalo de su hermana fue directo al Aoba Johsai sabiendo que su entrenamiento debía de estar por terminar por lo que dijo el capitán de ese equipo hace unos días.
Una vez Kageyama llegó, decidió esperar debajo de un árbol hasta que Oikawa saliera del entrenamiento. Tras unos minutos vio a varios jugadores salir, pero ninguno de ellos era Oikawa. Una vez Kageyama vio salir a Iwaizumi supo que Oikawa debía estar por salir.
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Es amor
FanficOikawa Toru es el chico perfecto de muchas jovenes, carismático y encantador. Aunque lo que la mayoría no sabe es que es un chico muy inseguro. Después de tres años de haber superado sus problemas con Kageyama, el castaño volvía a sentirse abrumado...