Étude No. 6. Perfecta imperfección.

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El jardín de la mansión Tangwai era tan frondoso y fragante que habría estremecido el corazón de cualquiera. Estaba enmarcado por viejos ciruelos y altos robles, bajo los cuales crecían jazmines, jengibre rojo y magnolias. Los parretes de flores bien cuidados exponían una cantidad generosa de colores, había desde las más espléndidas flores de hibisco hasta las más tímidas orquídeas. La superficie del estanque artificial estaba recubierta con nenúfares y asomaban brillantes flores de loto blanco.
Atrás, más allá de los parretes de aromáticas y espinosas rosas estaba un cenador de armadura metálica. Allí encontró Noeul a su hermana, sentada en el banco de madera, disfrutando de la sombra.

¿Qué estás haciendo aquí, Leah? —preguntó Noeul, sentándose a un lado de ella. Era medio día por lo que su hermana debería estar en su clase de violín.

—Escucho a los árboles —murmuró la niña, con los ojos cerrados.

Noeul sonrió. Era muy propio de Leah saltarse las clases para cosas tales como «escuchar los árboles».

—Anda, mira lo que te he traído.

Leah abrió los ojos lentamente y observó la rosa color escarlata que su hermano le ofrecía.

No deberías de haber cortado esa rosa —-dijo, haciendo un mohín.

Uhm, ¿por qué no? —preguntó Noeul, mirando la flor en su mano. Se había pinchado los dedos cuando le quitaba las espinas al tallo de la flor sólo para que Leah no se lastimara.

Si yo fuera una flor, no me haría ninguna gracia que me cortasen. ¿Y a ti?

—Bueno... supongo que tampoco me habría gustado nada.

Claro. Aunque... ya que has abreviado su vida, la usaré —dijo la niña, tomando la rosa para colocársela entre sus cabellos detrás de la oreja—. ¿Cómo se ve?

Muy bonita.

Leah rió con alegría y se levantó del banco de un salto. Tenía diez años y era tan dulce y tierna como todas las criaturas a esa edad. Vestía un primoroso vestidito azul cielo lleno de flecos y su brillante cabello negro estaba peinado en dos trenzas, adornadas con listones de colores.

¡Cómo me gustaría ser mayor!exclamó la niña mientras ondeaba la falda de su vestido—. Ya no más violín ni escuela... sólo asistir a muchas fiestas, bailar y usar vestidos tan bonitos como los de mamá. ¡Qué maravilloso va a ser!

Tienes tiempo de sobra para crecer, Leah. No quemes tu niñez deseando que pase rápido reprendió Noeul con suavidad.

Pero Leah no lo escuchaba. Estaba ocupada bailando alrededor del cenador, imaginándose las fiestas y los grandes salones a los que deseaba asistir. Noeul la observó en silencio. Sentía en el corazón una nostalgia ante la idea de que su hermana creciera. A veces deseaba que el tiempo se detuviera para que ambos pudieran quedarse en ese jardín durante mucho, mucho tiempo y no crecer jamás.

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Noeul se sacudió compulsivamente, luchando por liberarse de las mantas antes de despertarse del todo. La buscó por todas partes, pero no vio a nadie. Estaba solo en su habitación, el dorado sol entraba a torrentes a través de las cortinas del balcón y su almohada estaba húmeda como si hubiese llorado durante la noche. Recogió las piernas contra su pecho y las rodeó con los brazos, abrazándose a sí mismo mientras temblaba.

DECANTING [BossNoeul]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora