Étude No. 3. Un día a la vez.

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Boss se despertó y se sentó en la cama. Aún no había amanecido del todo y por la ventana entraba una seca y amarillenta luz. El reloj de su teléfono móvil marcaba las 5:40 a.m, lo que significaba que tenía veinte minutos antes de la hora del desayuno.

Bostezó y se estiró antes de levantarse y dirigirse al cuarto de baño, donde le llevó varios minutos descubrir cómo funcionaba la ducha y sus múltiples funciones; se podía ajustar la presión del agua, la temperatura... parecía que a los ricos les gustaba complicarse la vida con cosas tan mínimas. Finalmente obtuvo el chorro de agua indicado, se quitó la ropa y dejó que la lluvia artificial se deslizase por su cuerpo. ¡Qué alivio! No podía recordar cuándo fue la última vez que tomó un baño con agua caliente.
Salió de la ducha, se enfundó en una toalla y se enroscó otra en la cabeza. Tras cepillarse los dientes, regresó al dormitorio en busca de su ropa. Abrió el armario y vio la ropa meticulosamente organizada, la noche anterior se había encargado de desempacar, aún así sus escasas posesiones no eran suficiente para abarcar todo el espacio del enorme mueble.

Cuando terminó de vestirse y peinarse, salió de la habitación y bajó a la cocina. La señora Hem, rechoncha y angelical como el día anterior, estaba detrás del fogón friendo algunas verduras.

—Buenos días, señora Hem —saludó Boss con una sonrisa.

—Buenos días, Boss —dijo la mujer, alegremente—. ¿Has dormido bien?

—Tuve un buen descanso, gracias.

—Me alegro. Toma asiento, en un momento sirvo el desayuno.

Boss titubeó, aún de pie en el umbral de la puerta. Se había dado cuenta de que sentados a la mesa había dos hombres, uno era P'Kan, que lo saludó con una ligera sonrisa, y el otro era un joven de rostro afilado que se le quedó mirando fijamente. Él le devolvió la mirada con la misma intensidad.

—Uh, ¿qué haces ahí parado? —dijo una vocesita a su espalda.

Boss volvió la cabeza y se encontró con el rostro sonriente de Nan. La muchacha pasó por su lado y se adentró en la cocina, llevaba en las manos un par de bolsas que depositó sobre la encimera.

—Alguien lo está intimidando —comentó P'Kan con gesto divertido.

Nan miró a Boss y luego al joven de rostro afilado. Pareció darse cuenta de la situación y soltó un resoplido mientras comenzaba a sacar las provisiones de las bolsas.

—No te preocupes por él, Boss. Sólo está jugando —repuso—. Pepper, deja de mirarlo así.

—¿Así, cómo? —replicó el mencionado—. Sólo quería ver si en verdad es tan guapo como dijiste.

La muchacha se sonrojó y rápidamente le arrojó a Pepper un paquete de gelatina instantánea a la cabeza.

—¡Oh, cállate! Boss, no lo escuches.

—¡Nan, no tires las cosas! —la reprendió la señora Hem.

Pepper sonrió con cierta petulancia y Nan le mostró la lengua antes de continuar su tarea de guardar la despensa. Boss encontró la situación divertida y sintiéndose relajado, se sentó a la mesa. No creyó que fuera difícil convivir con estas personas los siguientes meses, parecían ser agradables y eso lo tranquilizó. Estaba cansado de trabajar en ambientes hostiles.

El desayuno fue sencillo pero abundante: arroz frito con gambas, verduras y carne de ternera, acompañado de zumo de naranja y café. Hacía un tiempo que Boss no tenía un desayuno decente por lo que estuvo al borde de las lágrimas. Se le daba bien cocinar pero cuando llegaba a casa del trabajo siempre estaba cansado para hacerlo, por lo que prefería pedir comida a domicilio o comprar en la calle. Sólo ponía obtener comidas caseras cuando visitaba la casa de sus abuelos. A veces su abuela le daba comida para llevar, pero solían olvidarséle en el refrigerador.

DECANTING [BossNoeul]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora