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Ocho semanas... Ocho semanas completas habían pasado desde que Katsuki irrumpió en la vida de Izuku y se había negado a irse.

Y aunque Izuku ya no recordaba lo que era darse una ducha a solas o dormir sin que alguien invadiera su cama a medianoche, la realidad es que, a pesar de que no lo admitiría nunca, no todo era tan malo.

Si bien Izuku extrañaba su privacidad, también había ventajas en tener a Katsuki cerca. Por ejemplo, Izuku ya no tenía que preocuparse por cocinar al llegar a casa, pues el rubio siempre lo esperaba con la comida servida. Además de eso, también debía admitir que su departamento nunca había estado tan limpio como ahora que Katsuki se encargaba de que todo estuviera en orden.

A veces incluso regañaba al greenette por dejar sus zapatos junto al sofá o no recoger los libros cuando terminaba de estudiar.
Y aunque al principio Izuku solía gritarle que era su casa y podía ser tan desordenado como quisiera, con los días se dio cuenta de que había dejado de luchar, simplemente haciendo lo que Katsuki decía sin mucho ánimo.

Además, Izuku estaba acostumbrado a vivir en compañía, primero de su madre y luego de Yagi. Así que después de casi dos años de vivir solo, también era lindo tener a alguien esperándolo al llegar a casa ... O acompañándolo todo el día como una especie de perro guardián invisible y malhumorado.

Y no es que el rubio no tuviera su propia vida. A veces Katsuki desaparecía durante todo el día, o a veces dejaba a medias cualquier cosa que estuviese  haciendo y entre maldiciones corría hacia la ventana más cercana, saliendo de la habitación y dejando a un muy confundido Izuku mirando hacia el aire. Y no es como que el greenette estuviera realmente interesado en lo que el Dios hiciera, después de todo, el rubio seguía siendo Eros, así que Izuku asumía que debía salir a cumplir con su labor o algo así.

Y aunque Katsuki estuviera desaparecido durante horas, siempre estaba allí durante la noche, sin importar que tan tarde llegase. A veces Izuku podía sentir los pasos del rubio durante la madrugada luego de no haber dado señales de vida a lo largo del día. O a veces, simplemente salía de la nada mientras Izuku estaba en la universidad o el gimnasio, aunque nunca en el trabajo.

Luego del primer encuentro con Yagi, Katsuki no quiso volver a acompañar a Izuku a la librería, y aunque de vez en cuando lo esperaba afuera, nunca entraba.
Era como si los dos hombres de cabello claro no pudieran estar cerca el uno del otro.

Y hablando de Yagi... El greenette lo había estado observando de cerca en distintas ocasiones, analizando su comportamiento, intentando encontrar señales de cosas que tal vez no había visto antes. Pero a excepción de su claro desagrado hacia Katsuki, no había nada fuera de lo normal.

Izuku solía llegar a la librería y encontrarlo siempre al teléfono, y el hombre se despediría entre susurros de quien sea que estuviera del otro lado para darle a Izuku la atención correspondiente.

Los primeros días luego del desastre con Katsuki, Yagi había estado interrogando a Izuku frecuentemente sobre su relación con el rubio y como lo había conocido. Y aunque Izuku se inventó toda una historia sobre Katsuki siendo el chico nuevo en la universidad y casualmente su compañero de edificio, Yagi no parecía creer ni una sola palabra al respecto, haciendo preguntas repentinas y muy específicas que le dificultaban a Izuku mantener la fachada.

Lo mismo había pasado con Ochako, quien se había dado cuenta de la existencia de Katsuki gracias a su increíble don para conocer hasta el más mínimo detalle sobre la vida de su mejor amigo.

Y no es que lo hubiera visto realmente, pero la morena no era tonta. Sabía que Izuku estaba actuando raro e incluso llegó a preguntarle al greenette si estaba seguro de que no había perdido la cabeza, pues éste solía hablar solo en voz baja cuando estaban en la universidad, o muchas veces parecía estar discutiendo con alguien por las mañanas cuando Ochako pasaba a recogerlo.

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