𝕊𝕖𝕚𝕤

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Un capítulo más largo en recompensa por la larga espera! Disfruten!
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Katara se detuvo a recuperar el aliento.

Había estado persiguiendo a Aang durante los últimos minutos, hasta llegar a un parque a las afueras de la ciudad, justo en el límite marcado por las enormes arboledas.

La ciudad en la que vivían se encontraba rodeadas de montañas tapizadas de bosques. Pinos enaltecidos, con algo de nieve todavía sobre sus copas, se erguían sobre las laderas de las montañas, creando así un paisaje etéreo y hermoso, pero también algo terrorífico a esa hora de la noche.

Miró alrededor, en busca del muchacho. Lo había perdido unos metros atrás, Aang siempre había sido mucho más rápido que ella. Sin embargo, este era el único camino que podría haber tomado.

Debía estar cerca.

—¿Aang?—lo llamó, sin obtener respuesta alguna.

Comenzó a avanzar por los caminos de cementos a paso acelerado. El lugar era enorme. Las luces iluminaban su andar, pero dejaban en penumbras el resto del parque, y le era dificil distinguir las figuras más allá de los juegos.

Mientras seguía en su búsqueda, sus pensamientos se desviaron inevitablemente hacia el muchacho de ojos grises. La expresión que tenía cuando lo vio pasar frente al restaurante... estaba herido, y muy triste.

Parecía estar... roto.

Pasaron los minutos y todavía no lo encontraba. La preocupación empezó a carcomerla por dentro. ¿Dónde se había metido? El parque solo tenía una salida hacia la ciudad y era el camino que había estado transitando, así que si el chico hubiera regresado, ya se habría cruzado con él.

¿Estaría en el bosque? ¿Acaso siguió corriendo hasta el pie de la montaña, en la nieve?

Katara ya se estaba preparando mentalmente para adentrarse en la espesa arboleda con tan solo su vestido y tacones bajos cuando de pronto, oyó algo.

Un sonido débil y lastimero, traído por el casi inexistente viento.

Lo siguió en silencio, adentrándose en el lado oscuro del lugar, por donde las luces no se animaban a llegar con demasiada intensidad.

Y entonces, lo vió.

El alma se le quebró en mil pedazos al encontrar a Aang sentado en una banca, con el rostro escondido entre sus brazos, rodeando sus rodillas. Sus hombros subían y bajaban a un ritmo inestable y rápido, y los intentos de acallar los sollozos por parte del chico eran completamente inútiles.

No obstante, al mismo tiempo no pudo evitar sentirse en gran parte aliviada por haberlo hallado al fin, y sus piernas reaccionaron por si solas al echarse a correr hacía él.

—¡Aang!

El pobre chico apenas y tuvo tiempo de sobresaltarse y elevar el rostro, cuando de pronto tenía a aquella muchachita encima suyo. Era seguro que si no hubiera sido por el respaldar de madera, habría caído de espaldas junto a ella a causa de la efusividad de aquel abrazo.

—¿Katara?— murmuró Aang, sorprendido y con la voz aguada al reconocerla.

La morena retrocedió tan solo unos centímetros, sin soltarlo del todo aún, y colocó una mano sobre la pálida y húmeda mejilla del muchacho. Las tenía sonrosadas junto a su nariz a causa del frío y el llanto, dandole una imagen tierna y angelical.

—¿Qué sucedió?—pidió saber ella despacio—. ¿Por qué estás llorando?

Aang permaneció observandola un rato, perdido en esos hermosos orbes azules como océanos que poseía Katara, como si se debatiera internamente sobre si revelarle la razón por la cual sentía que su mundo se derrumbaba encima suyo o no.

7 daysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora