𝔼ℙ𝕀𝕃𝕆𝔾𝕆

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«Supongo que la vida se resume en dejar ir todo.

Pero lo que siempre duele más
es no tener la oportunidad de despedirte»

La vida de Pi.

Las piernas le fallaron y Katara cayó al suelo.

Y como si el cielo sintiera su intensa agonía, acompañó el desgarrador grito con un sonoro trueno, iniciando así la lluvia.

Las lágrimas saladas se acumularon en sus ojos hasta descender y estamparse sobre el piso frío y helado. Sintió como si le desgarraran el pecho y le arrancaran vilmente el corazón. No pudo emitir sonido, el nudo en su garganta la asfixiaba, y se odio a si misma al pensar que se quejaba de nada a comparación del grueso y doloroso nudo que ahorcaba el cuello de Aang.

Gateó hasta él, porque sencillamente sus piernas no le respondieron, y se acercó hasta el chico entre sollozos.

―Aang―lo llamó suplicante.

Pero él no respondió.

Eso la destrozó aún más.

De repente, escuchó un ruido. Eran pisadas mojadas, sobre el césped. Tomó consciencia entonces de que, en realidad, había oido un estampido al entrar. Se giró hacia su derecha, la puerta trasera estaba abierta y a lo lejos divisó a un par de muchachos corriendo. Reconoció a Jet y pensó inmediatamente en gritarle por ayuda, pero lo que se lo impidió no fue solo su voz que no salió.

No, no estaban simplemente corriendo. Parecían... huir.

Katara no lo comprendió en ese instante pero no perdió más tiempo. Se obligó a reaccionar del shock y fue a buscar algo con qué cortar la soga. Quizas... quizás aún podía salvarlo.

Corrió lo mas rapido que pudo y llegó a la cocina. Encontró un objeto lo suficientemente cortante y se apresuró a volver al lugar. Buscó en algo en qué subirse y notó un banquito tirado, algo bastante lejos del muchacho. Lo colocó y se subió en él, abrazando al chico lo más fuerte que podía para hacer de soporte y para que cuando lo liberara, no cayera estrepitosamente al suelo.

Con manos temblorosas y el sollozo amenazando con salir nuevamente, Katara comenzó a cortar la cuerda.

―Tranquilo, cariño. Todo está bien, ya estoy aquí, ya casi termino―murmuró, intentando forzar una sonrisa calmante pero solo salió un gemido de llanto.

Antes de siquiera ir por la mitad, el nudo que lo sostenia a la viga se soltó por la presión y los movimientos inesperados, liberando así al muchacho. Pero el peso del chico fue demasiado para ella y ambos cayeron al suelo. Katara rápidamente desató el nudo alrededor de su cuello y lo puso boca arriba.

―Aang, Aang―lo llamó, sacudiendo su hombro con suavidad pero él no reaccionó.

Katara comenzó a llorar con más fuerza. Presa del pánico, no supo qué hacer. ¡Emergencias! Debia llamar a emergencias. Temblando, buscó con urgencia el telefono en sus bolsillos, pero cuando intentó marcar el número sus dedos parecieron estorbarle a propósito. Finalmente, lo consiguió.

―¿Hola? P-por favor, m-mi novio, Aang...―su voz quebradiza y los sollozos que ahogaban su respirar―,lo encontré... colgado del cuello. ¡Lo bajé pero no reacciona! Está inconsciente, y y-yo...

7 daysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora