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Alya

Me levanté con los rayos del sol entrando por el balcón, y ni bien abrí los ojos, quería que la tierra me trague.

Estaba literalmente pegada al cuerpo de Iván en posición de cucharita. Yo lo estaba abrazando siendo la cuchara grande y él tenía su brazo encima del mío haciendo que no me pueda mover.

La puta madre, que mierda hago? Si me muevo y lo despierto va a ser demasiado incómodo, pero si me hago la boluda y sigo durmiendo se va a incomodar cuando se despierte.

Traté de ir sacando el brazo de a poco, pero todavía dormido lo agarró y volvió a rodearlo en su cintura.

Bueno, tocará fingir demencia.

Me volví a acurrucar y me dormí otra vez.

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Cuando me volví a levantar escuchaba un ruido de fondo dándome a entender que Iván ya se había levantado. Todavía seguía con mi brazo sobre su cintura, él tenía su celular apoyado en la cama viendo tiktok.

—Ay la puta madre, perdón–. Le dije sacando mi brazo rápido haciéndome la boluda, rogando no haberlo incomodado.

—No pasa nada, tranquila–. Me dijo dándose vuelta para quedar cara a cara. —Buen día, cómo dormiste?–.

—Buen día, re cómoda y vos?–. Le dije riéndome haciendo referencia a como lo tenía agarrado.

—También re bien–. Contestó con una media sonrisa.

—Desayunamos algo rico?–. Propuse.

—No quiero seguir molestando en tu casa–.

—Dejá de decir boludeces, si molestaras ya te hubiera echado–. Me levanté de la cama. —Café con leche o chocolatada?–.

—Café con leche siempre–.

Fui a la cocina a preparar los cafés, Iván viniendo unos minutos después. Aprendí que a Iván le gusta el café con poca leche y con dos cucharaditas de azúcar.

—Me es muy raro todo esto–. Dijo cambiando de tema.

—Que cosa te es rara?–. Pregunté.

—Me da vergüenza decírtelo, pero nunca habían tenido muy en cuenta mis gustos o una decisión mía para algo–.

—En qué sentido?–. Pregunté extrañada por la confesión.

—Por ejemplo ayer cuando pedimos comida me diste la posibilidad de elegir. O por ejemplo ahora, estas haciendo el café y me preguntás cómo me gusta. Creo que sos la primer persona que lo tiene en cuenta–. Confesó bajando la cabeza.

Escuchar eso de Iván me trajo una mezcla de ternura y tristeza. Como podía ser que nunca hayan validado su opinión si todo lo que dice es interesante e inteligente.

—Tus gustos, sentimientos y opiniones son algo sumamente importante para mí, quiero que lo sepas–. Le dije tratando de animarlo de cierta manera.

—Gracias–. Contestó simple.

Corté unos pedazos de budín de naranja que me habían quedado del día de ayer y los serví en un platito mientas llevaba su café con leche y mi chocolatada. Empezamos a hablar de distintas cosas de nuestra vida mientras desayunabamos, y cada tanto iba controlando disimuladamente si el tomaba o comía. Cuando terminó habia ingerido menos que ayer, iba a tener que hablar con Carre para que controle si comía algo cuando vuelva a su casa.

𝗔𝗻𝘁𝗲𝘀 𝗱𝗲 𝗾𝘂𝗲 𝘀𝗲𝗮 𝘁𝗮𝗿𝗱𝗲 || Spreen ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora