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Noah entró en la casa esperando poder cenar en la cocina con la señorita Cloe de compañía. 

Pero antes de que pudiera quitarse la chaqueta siquiera, Cloe le sorprendió con su presencia. 

- señorit..

- buenas señor, los señores Saunt ruegan que pueda unirse a la cena - dice ella tímida sin mirarle a los ojos.

Noah se la quedó mirando sin reaccionar. 

Cloe alzó un poco la mirada y se dispuso a ayudarle a quitarse la chaqueta como si de un conde de la casa se tratara. 

Noah se dejó. 

Ella colgó con sumo cuidado la chaqueta y siguió con ese comportamiento sumiso de criada.

A Noah no le agradaba eso, prefería cuando le contestaba o se ruborizaba con él. 

Entonces, pegó dos dedos en sus mentó y alzó la cara de ella para que le viera a los ojos de una vez. 

Cloe abrió los ojos sorprendida. 

- ¿ocurre algo? - dijo él. 

Ella tardó un par de segundos en reaccionar apartándose de él muy sonrojada. 

Agachó de nuevo la mirada. 

- no señor, pero por favor, únase a la cena de mis señores 

- preferiría cenar en la cocina con usted 

- por favor... - le pidió de nuevo. 

Noah calló y se rindió. 

Suspiró cansado. 

- está bien 



Noah se contuvo toda la cena de poder mandar a la mierda a aquellos dos señores de alta clase con los que tuvo que compartir mesa. 

Permanecía serio, callado y respondía con monosílabos nada animados. 

Los señores Saunt se habían convertido en aquellas ratas que por mantener su estatus son capaces de unirse al enemigo, e incluso mostrarse más que simpáticos, para lograr una compensación. 

Patético. 

Asqueroso. 

Pero sobretodo, ruin. 

Los ojos de Noah se desviaban a aquella criada que rondaba la mesa para servir más las copas de vino o cambiar los platos de abundante comida. 

- Este bistec está delicioso, ¿no cree capitán?

Noah se quedó mirando la comida que apenas había probado ya que la presencia de ratas le quita el apetito. 

- es una cena abundante a pesar de estar en guerra mis señores - respondió con indirectas. 

No era noticia que la comida se estaba acabando y debían guardar y abastecerse para cuando no haya nada. 

La señora Saunt rió orgullosa. 

- por favor Capitán, no creerá que a nosotros nos pueda faltar, ¿no? - dijo entre risas con su marido. 

Orgullosos de tener suficiente dinero como para que restregárselo en la cara de los más pobres del pueblo que tienen que robar incluso para dar de comer a sus hijos. 

Noah calló aguantándose lo quería decir. 

Sus ojos se encontraron con los de Cloe. 

Ella los apartó al instante porque el señor Saunt se dio cuenta de ello. 

Un capitán alemán se enamora de un criada francesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora