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Cloe andaba por el pueblo haciendo unos recados, el día se pasó rápido y debía regresar porque en poco el capitán terminaría su jornada y volvería a casa. 

Pasó por la plaza de la fuente donde estabas varios soldados alemanes refrescándose por el  dejando a muchos ver su torso desnudo. 

Muchas mujeres jóvenes se ruborizabas e incluso algunas se paraban a hablar con algún intrépido soldado. 

Por supuesto, las mujeres adultas no tardaron en gritarles para que se alejaran. 

Cloe no se detuvo y prosiguió su camino, a pesar de que algún soldado le lanzara miradas más que provocadoras. 

Se alejó todo lo que pudo. 

Caminando por la calle de la fruta se encontró a una vecina amiga. 

- Cloe, querida, qué tal estás 

- hola Cristina, muy bien, ¿y tú?

- asqueada y amargada, te habrás enterado, me han metido a uno a mí también 

- lamento mucho oír eso 

- más lo lamento yo, tiene los ojos puestos en mi Anna, juro por san Pedro que como la toque un pelo seré yo la siguiente que fusilen 

- no digas eso Cristina, por Dios... 

- te lo digo así niña, son demonios que ha mandando Dios para corromper al pueblo, primero matan a nuestros hombres y ahora van a por nuestra hijas jóvenes, por el cielo del santo Cristo, a dónde vamos a llegar 

Cloe la miró apenada, aquella señora estaba bastante afectada. 

- y tú qué, fuiste de las primeras en tener uno de esos animales en tu casa, y no más que un capitán, me imagino que te hace la vida imposible como los demás 

Cloe pensó lo que dijo. 

El capitán Noah Wolf estaba muy lejos de ser alguien indeseable, pero eso no podía admitirlo. 

- apenas se le ve, solo viene para descansar - respondió escueta.

- claro, debe estar siempre en la mansión de los Pierre, esos animales hijos de satanás

- ¿cómo? 

Cristina miró a Cloe frustrada por su suma inocencia. 

- la mansión Pierre niña o es que no te has enterado de lo que pasa allí 

- no.. qué ocurre 

- pues es que los señores Pierre abandonaron su mansión huyendo de los alemanes y estos han ocupado dicha mansión para sus juergas y lujuria con mujeres de deshonor... 

Cloe arrugó las cejas completamente incrédula por lo que oía. 

- como lo oyes niña, ya sabes donde pasa el tiempo tu capitán, malditos malnacidos, rezo para que sean exterminados todos, TODOS

Cloe miró hacia la plaza donde estaban los soldados alemanes. 

Que el capitán Noah se portara decentemente con ella no quería decir que los alemanes no fueran unos bárbaros animales. 

- mírales, seduciendo a nuestras muchachas por unas simples sonrisas y comentarios lindos, seres malditos, las hechizan con sus encantos. Ten mucho ojo Cloe, son todos unos demonios - dijo la vecina con asco. 

Cloe se quedó callada. 




Un capitán alemán se enamora de un criada francesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora