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Cloe recogió las copas deprisa y corrió al jardín arrastrando al capitán con ella. 

Se escondieron entre los zarzales y la oscuridad de la noche. 

Se quedaron mudos mientras oían a los señores ir hasta su recamara. 

Cuando creyeron estar a salvo de ser vistos, Cloe suspiró aliviada. 

- no entiendo por qué nos escondemos 

- shhh, hable más bajito 

- no entiendo por qué... 

- ¿no entiende que no es apropiado que mis señores me vean en su salón bebiendo con un capitán alemán ocupa en su casa? 

Noah ahogó una carcajada. 

La miró. 

Ella suavizó su expresión y se alejó algo avergonzada. 

- ¿tengo que dar por hecho de que la noche ya acabó? - dijo él desanimado. 

Ella aprieta los labios a modo de sonrisa algo amarga. 

- todo juego tiene un fin, capitán. Es hora de dejar de fingir. 

Él se la quedó mirando intensamente. 

- yo no finjí... 

- no haga las cosas más complicadas, señor - le interrumpió Cloe seria. 

Noah calló. 

- será mejor que descanse

Él asiente lentamente. 

- buenas noches, capitán - le dijo y comenzó a alejarse hasta su casa dejando al alemán quieto con la mirada perdida. 

Ella se iba, como la ilusión de una noche de ensueño. 

- señorita Caron 

La mujer se giró. 

- me ha hecho muy feliz poder bailar con usted 




Cloe estaba en el pueblo haciendo unos recados. 

Mentiría si dijera que buscaba con la mirada a aquel soldado de alto rango rubio y ojos del color del cielo. 

Sin embargo, se puso al día del rechazo y odio que no hacía más que crecer en el pueblo por los alemanes. 

Llegaban rumores de Paris. 

Se pedía la ayuda de más rebeldes. 

La guerra estaba en pleno auge. 

También se oía que los alemanes pronto se movilizarían. 

Eso quería decir que pronto, el capitán Noah Wolf abandonaría el pueblo. 

Dejando a su paso a una mujer llena de confusión y emociones extrañas. 

Y es que Cloe, no es capaz de dejar de pensar en qué hubiese pasado aquella noche en el salón. 

Justo antes de que los señores llegaran. 

Justo cuando él se agachaba después de acariciarle la cara y ella le quisiera recibir con todas su ganas. 

No. 

Cloe no podía pensar así. 

No debía. 

PUM. 

Un capitán alemán se enamora de un criada francesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora