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Cloe notó que las cosas cambiaron en los siguientes días. 

Noah se encargó de castigar a su escuadrón hasta que muchos casi muriesen. 

Entrenamientos durísimos. 

Trabajos forzosos. 

Limpieza de uniformes. 

Reparación del pueblo, obras de edificios. 

La reprimenda fue tal, que a ningún soldado se le volvió a ocurrir faltar al respeto a su nación. 

O esa era la idea que quería hacer parecer que buscaba el capitán Noah. 

Cuando en realidad el motivo era mucho más sencillo, uno con ojos marrones y de baja estatura.  

Los encuentros entre él y Cloe eran escuetos y algo fríos. 

Cosa que no le gustaba al capitán, pero que veía comprensible después de lo visto en la mansión. 

Hasta él sintió rechazo por sus hombres. 

Durante la jornada de trabajo, llegó un comunicado informando de una próxima movilización del escuadrón. 

Ni se había confirmado ni se había puesto fecha. 

Pero la idea de irse ya estaba en la mesa. 

Noah regresó a la casa más desanimado de lo normal. 

Suspiró cansado y amargado mientras iba a la cocina. 

Cloe estaba como de costumbre, limpiando platos en la pila de la cocina. 

El capitán ni se molestó en saludar, solo se la quedó mirando pensativo. 

Se sentó en la mesita donde ella le entregaría su plato y se iría sin decir mucho más. 

Puede que lo mejor sea irse de una vez de ese condenado pueblo que tanta confusión le había traído al capitán. 

Sobre todo de esa casa. 

De esa mujer. 

Cloe se giró y le tendió su plato de comida. 

Olía delicioso. 

Él la miró sin decir nada. 

Ella le devolvió la mirada. 

Sabiendo que se iría, el capitán bajó la vista a su plato con apenas apetito. 

Sin embargo, ella no se movió. 

Pasaron los segundos y Noah la miró. 

Ella le miraba intensamente, dudosa. 

- ¿podemos hablar, capitán? - dijo sentándose delante de él. 

Noah alzó las cejas sorprendido y no dejó de mirarla, pero no dijo nada. 

Cloe se pasó el pelo por detrás de la oreja algo nerviosa. 

- g-gracias por tomar medidas... - dijo ella con un hilo de voz mirando a la mesa. 

Noah se la quedó mirando. 

- yo... quería decirme que siento mis modales de aquel día, dije cosas irrespetuosas...

- todo lo que dijo fue verdad 

- lo sé, pero... - le miró al fin. - creo que mostré mi rabia a la única persona de todo el ejército que no se comportaba como un monstruo 

Silencio. 

Cloe inspiró nerviosa. 

- quería dejarle claro que aprecio su respeto y empatía - sentenció. 

Un capitán alemán se enamora de un criada francesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora