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A la mañana siguiente, el capitán Noah esperó el mismo comportamiento frío y seco por parte de la señorita Caron. 

Las cosas no tenían por qué haber cambiado nada después del incidente de anoche. 

Sin embargo, al entrar en la cocina y sentarse en la mesa, Cloe se acercó y le sirvió un plato de desayuno y un café. 

Noah se quedó mirándolo. 

Luego alzó la mirada a ella. 

Cloe permanecía seria, pero más relajada.

- buenos días señor 

- buenos días señorita Caron - respondió este algo incrédulo. 

Probó la comida y bebió el café. 

Ahogó un gemido de placer. 

- está delicioso, gracias 

Ella asiente y se da la vuelta regresando a sus tareas. 

Noah desayunó mientras la observaba por detrás. 

Entonces sonó la campana. 

La mujer se dio prisa en atender a los señores de la casa. 

- me temo que hoy deberá acompañarme al cuartel - dijo él. 

Cloe se lo quedó mirando sin entender. 

El capitán se levantó y la miró de cerca. 

- vendrá conmigo para identificar quiénes le hicieron lo de ayer

Ella agachó la mirada. 

- déjelo estar... 

- no pienso hacerlo - dijo con firmeza. 

Ella se estremeció y apretó los puños. 

- debo atender a los señores..

- siento decirlo así, pero me temo que quién da las órdenes aquí soy yo, y si digo que debe acompañarme, tendrá que hacerlo 

Ella le miró tímida e indecisa. 

Finalmente asintió. 



Llegaron al cuartel. 

El viaje en coche fue silencioso. 

- no se aleje de mí - le susurró sin mirarla mientras caminaba con pose firme y elegante. 

Como el capitán que era. 

Cloe caminaba dos pasos por detrás intentando seguirle el paso. 

Llegaron hasta donde estaban los soldados. 

- ¡firmes! - gritó con fuerza Noah haciendo que cada uno se colocara en perfecta posición. 

Cloe se quedó a un lado intimidada y asustada. 

Noah caminó rodeando a sus soldados mirándoles con soberanía y rechazo. 

- ayer alguien cometió un acto ruin y repugnante - empezó a decir con odio. - ataron de manos y piernas a una mujer francesa y la dejaron en mi cuarto como si fuese un puto regalo - intimidó. - creí haber dejado claro mi rechazo a si quiera pensar en meter la polla en el puto enemigo, ¡y alguien tuvo la fatal idea de contradecirme! 

Cloe empezó a temblar del miedo que sentía ante los gritos. 

No entendía nada ya que hablaba en alemán, pero podía ver que estaba enfadado. 

Un capitán alemán se enamora de un criada francesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora