I

305 38 0
                                    

22 de Abril.

Heeseung caminó devuelta a casa de su abuela mientras intentaba con todas sus fuerzas mantener el calor en sus extremidades superiores, el frío era tanto que las palmas de sus manos, más que pálidas, empezaban a verse azuladas.

La temperatura había bajado más de lo esperado y su única chaqueta con más años de los que su cuerpo había vivido no era suficiente para mantenerlo abrigado.

—¡Abuela, estoy en casa!—Gritó en cuanto traspasó el portal de la entrada, después de haber pasado 4 días en casa de Jaeyun.

El resto de la casa se mantuvo en un silencio sepulcral, al punto de hacerle erizar los vellos de la espalda sin razón aparente. La casa de su bisabuela materna ciertamente era algo, bastante, aterradora.

Poseía una cantidad indefinida de amuletos antiguos, libros, pergaminos y demás cosas que sinceramente para él, no eran más que basura.

—Abuela, ¿En dónde está?, Ya llegué a casa.—De nuevo, silencio.

Dejó caer la mochila en el sofá de la pequeña sala a oscuras con olor a incienso, debía acostumbrarse a la poca luz del lugar, pues a la anciana realmente no le gustaba mantener las luces encendidas o siquiera las cortinas arriba cuando aún era de día.

Heeseung había aprendido desde muy pequeño que debía vivir a oscuras y sin quejarse dentro de aquel encierro.

Dio unos pasos más por el pasillo dirigiéndose directamente a la cocina por la que casi no podía entrar, agachó la cabeza para pasar por el umbral e hizo a un lado la cortina de cuentas de madera que hacía un ruido insoportable cuando se chocaban unas con otras. Levantó las pequeñas tapas de las ollas sobre la estufa buscando algo de comer, notando que la comida ya estaba lista pero se mantenía fría, como si hubiera pasado mucho tiempo desde que estuvo sobre el fuego.

Su nariz empezó a notar un olor peculiar provenir de algún lugar, en algún punto pensó que sería la comida pero desistió de la idea después de haber introducido casi toda la cara en cada olla a la vista.

Conforme pasaban los minutos y por la falta de ventilación el olor putrefacto parecía hacerse más fuerte propagándose por el resto de la pequeña casa, sin dejarle opción a tener que revisar.

¿Mala o buena idea?

Unos pasos detrás del cuarto de la cocina se encontraba la pequeña lavandería que por alguna razón su abuela siempre mantenía a oscuras, de pequeño tenía absolutamente prohibido acercarse a aquel lugar y de grande simplemente había perdido el interés. Ahora, parado frente a la puerta, en medio de la oscuridad y notando el olor concentrado provenir de allí, la verdad, no tenía muchas ganas de entrar.

Dio un paso hacía el frente volviendo a sentir como sus vellos se erizaban con fuerza dándole escalofríos, esta vez por todo el cuerpo, se estaba obligando a controlar las arcadas manteniendo una palma sobre su nariz y boca. Un paso más fue suficiente, de haber tenido una fuente de luz tal vez lo habría visto antes o de no haber tenido psicotrópicos en su sistema seguro habría podido deducir la fuente de aquél olor a muerte. No lo sabía, no estuvo seguro, hasta que la planta de su zapato se hundió sobre una textura familiar.

Heeseung no podía sentirlo con claridad sobre su dermis, pero sabía, por alguna razón en su memoria humana, que lo que se encontraba pisando, era piel, una extremidad humana.

Se hizo para atrás chocando la cabeza contra la pared que a penas estaba unos centímetros tras de él, su corazón comenzó a latir con fuerza, empezó a sentir que el lugar cambiaba de temperatura, o tal vez el que estaba empezando a ponerse helado era él. Sus pulmones se sentían fatigados, como si no fueran capaces de conseguir oxígeno aunque su pecho bajara y subiera con rapidez errática.

El olor a putrefacción había sido reemplazado por un olor a azufre, haciéndole doler el pecho e incrementando sus náuseas. Para su desgracia desde que tenía uso de razón siempre había sido muy sensible a las cosas “fuera de este mundo”, energías, lugares, objetos y durante mucho tiempo se obligó a pensar que todo eso no era real, que era estúpido e infantil, aunque muy en el fondo su corazón supiera que su cuerpo y mente estaban más conectados con “eso” como ninguna otra persona que hubiese visto.

Bajo su pie había un cadáver, ni siquiera necesitaba verlo para saber que lo que había pisado distaba mucho de seguir con vida, aún así, las alarmas en su mente no se habían accionado hasta el momento en el qué varias cosas dentro de la casa empezaron a crujir cada vez con más fuerza. Le era básicamente imposible moverse, su cerebro sabía que necesitaba salir de allí pero no lograba conectar con el resto de sus extremidades.

» Debes salir antes de que tenga que ir por ti, es muy pronto.

La voz resonó en su cabeza como un petardo obligándolo a poner sus manos sobre sus oídos que ahora estaban sangrando, el estallido de frecuencia apenas entendible estaba fuera de este mundo y él ni siquiera sabía de dónde había salido aquella semejanza de una voz, pero a pesar del dolor solo eso había necesitado para despegar sus pies del suelo y salir corriendo de allí tomando con rapidez su bolso del sofá y cerrando la puerta tras de sí.

El portazo resonó en la pequeña calle solitaria alumbrada con suerte por un farol parpadeante. Segundos después un golpe se estampó en la misma, como si del otro lado alguien estuviese haciendo su mayor esfuerzo por salir, luego otro, otro y otro.

Creyó que en algún momento la cerradura iba a desprenderse de la madera y lo que sea que quisiera salir de allí con tantas ganas iba a tomarlo y a asesinarlo tal y como lo había hecho con la mujer que habitaba allí. No fue así.

Después de unos minutos los golpes pararon y lo que hubiese tenido su corazón tan acelerado se desvaneció en segundos después de que él hubiese notado una ráfaga de luz pasando sobre su cabeza.

Subió la mirada al cielo nocturno sin estar completamente consciente de lo que pasaba a su alrededor y por un instante pareció sentir que la estrella fugaz que pasaba por allí estaba increíblemente más cerca que cualquier otra.

Peligrosamente cerca.

Su destello era blanco como el de una estrella cualquiera pero estaba mucho más cerca que cualquier otra estrella fugaz que hubiese visto jamás, era tan brillante y blanca que su reflejo alumbró su rostro obligándolo a entrecerrar los ojos y pareció detenerse un milisegundo sobre él con la intención de llamar su atención, luego desapareció en el firmamento oscuro de la noche detrás de unos edificios en el horizonte.

Tal vez, solo tal vez, no volvería a pedirle ninguna droga a Jaeyun.

.

—Editado.

光る (𝐇𝐈𝐊𝐀𝐑𝐔) I | heesun os.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora