IX

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En cuanto estuvieron caminando por la calle en dirección a casa de su bisabuela pudo sentir a Sunoo ponerse tenso. Le apretó la mano y dejó de caminar a unos metros de llegar a la misma.

—Hey, mi amor, ¿Estás bien?—El azabache mantuvo su mirada puesta al frente sin pestañear.

—Aquí era.—Heeseung le dió un minuto para ver si seguía hablando, pero no sucedió.

—¿El qué era aquí?.—Preguntó.

—Aquí vivía ella.—Mencionó soltando la mano del castaño.—La mujer que le provocó la muerte a mi madre vivía en esta calle.

"¿Cómo?" Quiso preguntar pero su garganta parecía haberse secado de la nada por la impresión.

—Y-ya no importa, vamos, ¿Sí?

El contrario no fue capaz de mencionar nada más, así que simplemente aceptó la mano que su novio le extendía y siguieron con su camino, asumió que Sunoo no sabía en dónde vivía la mujer de la que hablaba porque jamás buscó una casa, solo sabía que estaba en esa calle y él de pronto tuvo curiosidad por saber de quién se trataba, pues había visto a las personas de allí durante casi toda su vida.

—Esta es, dame un segundo.—Pidió soltandole la mano al bajito que se hizo a un lado para dejarlo pararse frente a la puerta.

El mayor tomó un respiro extendido y profundo una vez allí, no sabía si estaba listo para eso, jamás le gustó vivir ahí pero después de todo lo sucedido era tan difícil no querer vomitar.

Finalmente recogió todo el valor que tenía y mientras podía sentir las manitos del pálido aferradas a su abrigo por detrás, introdujo la llave y destrabó las cerraduras abriéndola con lentitud.

Adentro seguían las cintas y algunas cosas que habían dejado los policías, pensó que tal vez oleria peor de lo que estaba cuando recién se fué pero no era así, ahora más bien empezaba a oler a humedad y abandono. Después de recibir la llamada de la estación había ido por los restos de su abuela para llevarlos a un crematorio pero en ningún momento volvió a la casa, incluso las cintas policiales que rodeaban el lugar por fuera habían sido quitadas por la policía.

La puerta rechinó al abrirse tanto y en la primera oportunidad que tuvo atino a pasar el interruptor de la luz, todas en la sala se encendieron, por suerte con bombillos amarillos de calor. Dejó que Sunoo pasará y se cobijara del frío de fuera, la noche estaba despejada pero a comparación de otros lugares había notado que él prefería estar dentro con la calefacción y la luz amarilla.

—Era muy bonito de bebé, Hyung.—Le mostró una fotografía puesta sobre la mesa de centro en la pequeña sala, en ella su abuela lo tenía sobre su regazo a eso de los cuatro años.

—Probablemente es porque mi mamá también lo era.

Se adentro por el pasillo hacía la cocina notando una vez allí que las ollas sobre la estufa ya no se encontraba. Tampoco quiso cuestionarse su paradero o para qué le servirían, finalmente se acercó al cuarto de la lavandería y se tomó unos minutos para analizarlo aún a oscuras.

Jamás había estado tan cerca y desde allí todo se veía aparentemente normal, cerró los ojos después de un tiempo y buscó a tientas el interruptor, la luz se encendió en un momento y él tuvo miedo de siquiera respirar allí.

—Ouh, ¿Esta es una de esas máquinas que baten ropa dentro hasta que huele rico?—Heeseung mantenía los ojos cerrados todavía pero pudo sentir claramente como el azabache paso a su lado adentrándose con demasiada facilidad al lugar que más miedo le tenía en aquella casa.

—Lavadora, cielo. Lava ropa, por eso huele rico.—Dijo al aire sin ser capaz de ubicar al otro con la audición.

—Ahí arriba hay una caja, ¿Es eso lo que buscabas aquí?—Preguntó sacudiendo la la manga del suéter del mayor, obligandolo a mirar.

El lugar se veía como cualquier otro, estaba algo sucio y polvoriento pero no había nada a simple vista que le dijera el por qué de su abuela siendo tan reacia a que entrara. Se acercó a la caja que Sunoo señalaba y la bajó.

Lo primero que encontró en cuanto la abrió fué carpetas, tomó la primera a la vista y se fijó. Era un expediente.

Homicidio calificado.

Su corazón se detuvo un segundo mirando al menor por el rabillo del ojo quién se encontraba tocando los botones de la lavadora apagada. Buscó en el documento rápidamente el nombre de alguien, algo que le indicara que la corazonada era incorrecta. No llegó.

El nombre que allí se indicaba en negrita era el de su madre junto a un montón de palabras más que no terminaba de entender, pero que muy en resúmen aseguraban que había asesinado a alguien.

A propósito.

Sus ojos empezaron a llenarse de lágrimas recordando todas las veces que le suplicó no irse, todas las veces que se aferró a su pierna pidiéndole por favor que no lo abandonara, sería un niño bueno, se comportaría bien y ya no lloraría cuando se fuera. Sería la última vez pero que por favor se quedara a su lado.

Ahora veía por qué eso no estaba en sus planes, entonces todas las lágrimas que derramó por ella terminaron de tener sentido. Era su madre, la mujer que le dió la vida pero la misma que le arrebató la vida a la madre que traería al mundo al amor de su vida.

Acabó con la vida de una persona y en ese momento Heeseung sepultó todo amor que le quedara en el cuerpo por aquella persona.

Empujó la carpeta dentro de la caja sin querer ver más y salió de allí caminando hasta la que era su habitación para llevarse sus cosas.

Sunoo lo siguió en silencio sosteniendo un libro entres su manos que Heeseung no había notado, estaba metido en un agujero debajo de una baldosa en el sueño, el título ponía algo en otro idioma que no terminaba de entender pero por el aura de su novio lo que menos quiso fue molestar con preguntas.

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—Editado.

光る (𝐇𝐈𝐊𝐀𝐑𝐔) I | heesun os.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora