Acabo de mudarme a este pequeño pueblo desconocido, recomendado enormemente por un extraño que ya estaba harto de mis insoportables quejas sobre mi vida, y Wally fue el primero en recibirme gratamente al lugar.
Aunque el lugar me parezca extraño, lo...
—...como puedes ver, mi querido vecino, es la tienda —Wally se detuvo a unos centímetros de la entrada, extendió su palma hacia el gran edificio azul y dejó su mirada en mí, como si estuviera esperando mi reacción; después de una conversación absurda con pésimos chistes de por medio y el recorrido casi completo del vecindario habíamos llegado al único lugar que quería conocer.
Mis únicas esperanzas de conseguir latas de pintura para arreglar el desastre de casa que renté estaban en este preciso lugar, podía sentir mi corazón acelerarse por algo tan absurdo. Di un paso hacia la puerta, pero en lugar de seguir avanzando dirigí mi mirada hacia Wally, se había quedado callado y quieto, como si no fuera a seguirme al interior del edificio. Era extraño que de pronto quisiera darme tiempo a solas cuando justo antes de llegar me sujetó del brazo diciéndome que era su vecino favorito y que nunca se apartaría de mí bajo la excusa de que podría perderme en el pueblo.
— ¿Sucede algo? —Pregunté con curiosidad provocando que él esbozara una pequeña sonrisa traviesa, mi intuición estaba en lo cierto; él tramaba algo.
—Tengo prohibida la entrada —levantó su dedo, apuntando hacia un cartel no muy llamativo que estaba pegado en la ventana del comercio, y yo dirigí mi mirada hacia donde él estaba señalando—. Por una semana, al menos.
Él hizo una pequeña risita al hacer su último comentario, ¿qué demonios pudo haber hecho alguien como él para que lo vetaran temporalmente de un lugar? ¿No se supone que ese tipo de cosas solo pasan en televisión?
—Vaya... Eso es interesante —dije pensativamente sin poder quitar la vista del cártel, estaba hecho a mano y el dibujo que intentaron hacer de Wally daba algo de risa; tenía los ojos separados y estaba sacando lo que parecía ser la lengua, aunque por la ubicación podría decir que en realidad era la nariz.
Arriba del dibujo deforme de Wally había grandes letras que decían "Howdy's place no le da la bienvenida a", y debajo de la imagen y con letras de diferentes colores "Wally Darling".
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¿Darling? Es un extraño apellido, debo de admitir, pero... Mi mirada cayó en picada al mencionado, quien mantenía una amplia sonrisa en su rostro, como si no le importara que hubiera un cartel de él negándole la entrada al local. De alguna manera, sentía que su nombre era bastante adecuado para él.
»¿Por qué te prohibieron la entrada? —Cuestioné con curiosidad, pensaba que no sería algo tan grave como alterar el orden público, faltas a la moral o robo a mano armada, pero quería saber qué cosa tan terrible pudo haber hecho para que el dueño de la tienda decidiera añadir esa regla temporalmente.
Él hizo una risa que me puso la piel de gallina. Oh, demonios; un mal chiste se avecinaba a pasos agigantados. Con el poco tiempo que he pasado con él pude darme cuenta de cuándo va a decir un chiste que me dejará sin habla por varios minutos mientras él se ríe como desquiciado para después recuperar el aire y fingir como si nada hubiese ocurrido. Sin embargo, ante la intriga sobre su veto del local y las pequeñas carcajadas que él estaba empezando a soltar, me dieron ganas de reír.