Steffan...

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¡Cuanto más apurado estoy, las cosas parecen funcionar peor!
Perdí la paciencia con todos y con todo desde que amaneció.
Apenas me había despertado y ya me habían hecho enojar.

Tres inútiles Omegas, reparando el jacuzzi; otros dos, haciendo las últimas actualizaciones al sistema satelital del condominio, que al parecer se negaba a abrir y cerrar las puertas y a encender las luces con el comando de voz.
Para colmo, la camiseta que quería usar aquella mañana, la única de las trescientas diecisiete que tenía, la que había comprado en la última feria internacional de Milán, tenía una arruga en la manga izquierda, que al parecer sólo yo veía. El café no estaba en el punto justo de temperatura que me gusta y la leche no parecía correctamente batida, por lo que estrellé la taza contra el sofá de color blanco crema, mientras hacía una nota mental de los cinco ó seis que se quedarían sin trabajo para el final del día.

Con la arruga en mi manga y mucho fastidio por tener que usar la Kawasaki en vez de la Dukati, que estaba en el taller, salí disparado hacia el Instituto.
No me quería perder su llegada. No porque lo extrañara, sólo quería saber si se animaría a hablarme frente a todos. Seguramente me daría las gracias por las pizzas y el helado. Aquello seguro sería suficiente para acabar con esa ridiculez de su indiferencia.

Sabía que apenas me viera - ese día me sentía especialmente atractivo- no podría seguir controlando su celo. Me suplicaría que lo hiciera mío en cualquier aula oscura. Y hasta me había imaginado la expresión en su rostro cuando lo volviera a rechazar.

Lo vi llegar y me preparé. Unos metros más y se toparía conmigo. Aún no me había visto. Traía puesta mi camiseta y caminaba  apresurado y encorvado. Toda su fealdad y desaliño me resultaban patéticos.

Y cuando ya sólo le faltaban un par de pasos para llegar hasta mí, alguien se interpuso en su camino. Le susurró unas palabras al oído y tomándolo de un brazo lo jaló en dirección opuesta a la que yo estaba.

Mi pulso inexplicablemente se aceleró. Fui conciente de emitir varios gruñidos, mientras comencé a seguirlos muy de cerca por un pasillo. Choqué con varios pero no me detuve.
Giré en un corredor y los busqué con la mirada. El Alpha que lo llevaba no lo había soltado y caminaba muy cerca de él. Y lo peor era que le seguía susurrando cosas al oído.

Entraron apresurados a un baño del tercer piso, clausurado por todos sabido, y cerraron la puerta.

Volví a gruñir enojado. Nunca me había sentido tan humillado en toda mi vida.

¡Cambiarme por aquel Alpha insignificante!

Mis gruñidos no se detenían. Y deben de haber sido fuertes porque varios Omegas que caminaban en aquel momento por el pasillo se encogieron instintivamente y apresuraron el paso, alejándose de mí.

Sentía el pulso acelerado y las manos me temblaban de ira.
Sin mi permiso, mi mente comenzó a imaginar lo que estaría pasando allí adentro: mi Omega, de cara a la pared mugrienta del fondo, con los pantalones bajos y las sucias manos de aquel Alpha quitándole violentamente mi camiseta..., acariciando su pecho y luego bajando...y bajando...haciéndolo gemir, mientras impiadoso y sin el menor cuidado, por detrás, lo hacía suyo...entre más gemidos de placer y ruegos de mi Omega suplicando por más...

Me llevé las manos a la cabeza buscando parar aquellas imágenes.

"¿Mi Omega...?", pensé, ¿¡Qué te está pasando Steffan!?

Pero antes de que pudiera calmarme, un grito bajo se escuchó desde dentro del baño. Y eso me terminó por enloquecer.
De una sola patada abrí la puerta. No quería perder tiempo. Quería encontrarlos desnudos y transpirando. Quería que aquel Omega, asqueroso e insignificante, me viera mientras otro lo tomaba, para que se diera cuenta de que era a mí, y sólo a mí, a quien realmente deseaba.
Sus ojos sorprendidos se posaron en mí cuando entré.
Y por primera vez en mi vida, no supe qué decir...

STEFFAN #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora