Steffan (III)

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Tardé una hora en decidir qué camisa usar. Y tardé otra hora buscando el calzado perfecto. Los tres Omegas iban y venían de mi vestidor pero a mí no me convencía ninguno de las doscientos veinte modelos de zapatos que tenía.

Dejando que se ocuparan del desorden que había causado mi indecisión, decidí frustrado hacer una parada en el shopping antes de entrar al Instituto. Un diseño exclusivo, sólo un Príncipe petrolero tenía el otro par, fue lo que me quitó el mal humor.

Y con dos tazas de café en las manos me dispuse a esperarlo en la entrada. Ignoré aburrido las exclamaciones de admiración de algunas Alphas, las miradas lujuriosas de varias Betas y hasta me reí de las torpezas repentinas de algunos Omegas cuando pasaban cerca de mí. En otras circunstancias aquello me habría enojado pero esa mañana estaba de muy buen humor.

Pero los minutos transcurrieron, todos entraron a clases, la planta baja se vació...y él no apareció...
Me pasé la mañana entera buscándolo. Alguien logró averiguar dónde trabajaba. Pero cuando llegué allí, la cafetería aún estaba cerrada.

Hablé con algunos Alphas conocidos, les di instrucciones y fui a su pensión. Pero no me hizo falta llamar a la puerta. No habían rastros frescos de su olor. Él no estaba allí. Me indigné...

¿Cómo podía irse sin avisarme?
¿Cómo podía pasar tantas horas lejos de mí?
Me enojé...

"Juro que si te encuentro entre las piernas de alguien más, me las vas a pagar..."

Y finalmente, me preocupé...
Caí en la cuenta de que muchas horas habían pasado. La inconfundible luz del crepúsculo empezaba a inundarlo todo. Y él no había vuelto...

Al Instituto no había ido. No había tomado ninguna de las clases, ni de la mañana ni de la tarde. La cafetería ya había abierto, pero él tampoco estaba allí.  Interminables reportes de mis contactos en mi celular. Pero nada sobre él. La impaciencia se estaba apoderando de mí pero entonces una nueva oleada de pensamientos frescos me tranquilizó.

Todos los Omegas son iguales, pensé con burla. Yo no tenía ninguna foto suya. Me había limitado a darle a mis contactos una descripción de él.

Y ese quizás había sido el problema: no recordaba con exactitud el largo de su cabello, no sabía de qué color eran sus ojos y apenas pude describir su olor. La única información útil que pude darles fue la descripción de mi camiseta.

Todos conocían esa marca. Si la veían puesta en un Omega, seguro era él. Esperaba que no se hubiese cambiado de ropa. Entonces intenté convencerme de que quizás sí lo vieron y no lo reconocieron. En mi condominio, habían unos veinte Omegas sirviendo, y a mí siempre me habían parecido todos iguales.

Pero cuando otra hora más pasó sin novedades, comencé a preocuparme de verdad. Ya me había subido a la moto, cuando una anciana Omega, arrastrando un viejo carro destartalado, pasó por mi lado. Y al percibir mi olor, agachó la cabeza y aceleró el paso. Con mano temblorosa, empezó a abrir la puerta de al lado.

—Disculpe...

La vieja se sorprendió.
Y hasta yo me sorprendí de haber pronunciado aquella palabra.

—¿Sabe dónde puedo encontrar a Bennett?

Sus ojos sorprendidos se clavaron en mí por varios segundos.

—¿El jovencito...que vive allí?— me preguntó con tono de duda, señalando la puerta más cercana.

Asentí.

La vieja temblaba. Percibí su miedo. Y dudé que me dijera algo. Pero me equivoqué.

—¿Usted fue quien le trajo las pizzas...y el helado?

Me sorprendió aquella pregunta.
Volví a asentir y escuché a la vieja un par de minutos más. Acabé sonriendo y parece que se impresionó porque terminó dándome una pista de dónde podía hallarlo.

—Tenía ropa que lavar...y también me dijo...que alguien le había sugerido que necesitaba tomar un baño... Así que probablemente estuviera allí. Pero es extraño. Ya debería haber vuelto.

La vieja miró el horizonte con el ceño fruncido.

—Hoy temprano, se fue por aquel camino...

Miré hacia donde señalaba. Una senda de tierra, ni siquiera era un camino, descendía abruptamente y se perdía en la entrada del bosque.

—¿A dónde lleva ese...camino?

—Al lago...— me dijo la vieja.

Y entonces sentí que el corazón me gritaba que ya era demasiado tarde. Y con terror sentí que aquella pesadilla que había tenido se había hecho realidad...

STEFFAN #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora