Capítulo 6

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Minutos después, atravesaban el espeso bosque...paso a paso. Las alas de Edrev revoloteaban por encima del bello cabello de Alpha, mientras tanto la miraba de soslayo. ¡Caminaba...siendo un hada! Se rascó la cabeza, reflexionando en la cantidad de tiempo que tardarían en llegar al lugar donde se había aparecido el portal.

−¿Y por qué cambia de color tu cabello y tus ojos? –preguntó curiosa, Gris.

−No lo sé. Todo el tiempo me pasa. Cuando lloro, me enojo o me pongo triste.

−Pero... −Gris se cruzó de brazos− Si estabas sola en el castillo, ¿Quien te hacía enojar?

−Algún pájaro que robaba mis flores. –declaró Alpha, alzándose de hombros.

−¡Ah!...Debí suponerlo.

Mientras oía la conversación entre Gris y Alpha, Edrev ponía a trabajar sus ideas. ¿Cómo podría cumplir la promesa que acababa de hacer a la princesa?

−Siendo así, entonces imagino que tiene que ver con tu estado de ánimo –concluyó Gris.

−Tal vez, pero eso me hace sentir mal. –expresó Alpha− No tengo un aspecto propio. A veces pienso que soy muchas mujeres y a la vez, ninguna.

−¡Oh vamos, princesa! No pienses así. Eres muy hermosa de cualquier manera.

Alpha sonrió con beneplácito ante el halago, pero luego se puso seria.

−En días de intenso frío se vuelve blanco. –confesó Alpha, sintiéndose avergonzada.

−¡Como la nieve terrenal! ¡Cómo me gustaría que nevara en el mundo bajo las olas!

−Imposible. –intervino Edrev, con voz firme− Aquí nunca mueren las flores. El invierno sólo significa muerte a la tierra.

−¡Ay no seas tan drástica, Edrev! –reprochó Gris− La nieve debe ser muy suave.

−Y muy fría, también. Te congelarías al instante, más si tienes tus ataques de histeria.

Gris miró duramente a Edrev, que le sostuvo la mirada. Alpha se detuvo y miró a ambas, negando con la cabeza.

−No sé como pueden ser amigas, si son tan diferentes. –expuso la princesa.

−¡Nosotras tampoco lo sabemos! –respondieron las hadas al unísono.

Se hizo un silencio. Alpha parpadeó y reanudó su camino, mirando hacia delante. Edrev y Gris se miraron con desagrado y las dos lanzaron un gruñido, mostrándose sus lenguas. Después, desviaron la mirada. Pasaron otros minutos más y entonces Edrev fue a sentarse en el hombro de Alpha.

−Princesa, tú puedes volar. –Le susurró al oído.

Alpha regresó a verla, sorprendida.

−¿Yo?

−Así es y de esa forma podremos llegar más rápido a nuestro destino.

−¡Pero...no puedo! –profirió Alpha, con impaciencia.

−¡Tú puedes todo, princesa Alpha! –Edrev gritó entusiasmada y voló en espiral hacia arriba− ¡Tú eres la princesa heredera del reino bajo las olas! ¡Todos saben de tu existencia!

Edrev bajó de inmediato y se plasmó frente al rostro compungido de Alpha.

−¡Eres la más poderosa de todas las hadas! Recuérdalo siempre.

Alpha comenzó a sonreír. Edrev hizo una reverencia y la miró fijamente.

−Tú no necesitas más la tristeza, princesa Alpha. De ahora en adelante, debes ser feliz.

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