Grainne cerró la puerta y después se tumbó en el camastro, encogiéndose como ovillo. Sujetó sus piernas con sus manos, apretándolas con fuerza. Su respiración se fue normalizando poco a poco, pero el cansancio estaba haciendo mella en su cuerpo, prodigándole mucho sueño nuevamente. Si, quería soñar y esta vez, no trataría de tocar a la hermosa dama de cabello dorado. Sólo le suplicaría que la llevara con Antonina y su hermano. Estaba segura que esa bella mujer era un hada, y las hadas no se podían tocar, le había recalcado su amada Antonina. Grainne daba gracias al cielo que aquella noche, sí había puesto atención a la lectura del libro.
Jarlath no sabía si era el cielo o el infierno. Abrió los ojos y se incorporó mirando hacia todos lados. El bosque estaría en total oscuridad sino fuera porque la luz de la luna resplandecía a través de las copas de los árboles. Se tocó la ropa. Estaba totalmente seca. No podía creerlo, puesto que había estado sumergido todo ese tiempo en el lago. Se puso de pie y se fijó que estaba a tan sólo unos metros del hoyo que había causado la caída de Antonina. Miró con remordimiento ese lugar y luego se dio vuelta para comenzar a caminar.
Se fijó que el ambiente era tan real. Nada parecía fuera de lo normal, pero... ¡Si él estaba muerto! Estaba muy desconcertado. Eran los mismos colores de la noche y la misma nieve que helaba sus manos. Jarlath reflexionaba en caso de que fuera el purgatorio. No...algo andaba mal.
Se detuvo de golpe al advertir frente a él, la presencia de esa mujer de extraño aspecto. Era bonita, pero no dejaba de ser algo rara. Su semblante no le transmitía ningún sentimiento. Sólo se limitó a observarla con tranquilidad. Se fijó que, de la orilla de su larga falda, goteaba agua. Su cabello largo y de tono grisáceo estaba totalmente mojado. El pronunciado escote le llamó brevemente su atención. De repente recordó lo que muchas veces había leído en los libros de hadas que le había leído a Antonina. ¿Pero en qué estaba pensando? El libro del busgoso era sólo fantasía, ¿No? De todos modos, decidió que debía estar atento, pues no era lógico que esa mujer estuviera ahí, a esas horas de la noche, como si no le afectara el frío intenso de invierno.
Verdad o mentira, tenía que dar el beneficio de la duda, por si acaso seres extraños habitaban en el bosque. Debía ser una bruja ó un hada maléfica. ¿Acaso se estaba oyendo? Jarlath movió la cabeza. No, definitivamente no podía caer en ninguna provocación, por muy linda moza que pareciera.
−Por favor, déjame pasar. –le dijo él, con voz grave.
Luza abrió los ojos desmesuradamente y rechinó los dientes. Miró ansiosa a Jarlath cuando pasó junto a ella y después emitió una risita sarcástica.
−Al menos, dame las gracias por haberte sacado del lago.
Entonces estaba vivo. Jarlath cerró los ojos y revivió el dolor por haber perdido a Antonina. Ya nada le importaba. Sólo pensaba en su hermana y la manera en que le daría la noticia. Soportaría todo...maldiciones, golpes...todo. Se lo merecía por haber sido tan imbécil al dejar que ellas vinieran a vivir con él.
−Debiste dejarme ahí. –él le contestó con dureza y sin mirarla− Yo no quería vivir más.
−Mis amigos te lo advirtieron. –Luza habló con tono ceremonioso− Pero no pudiste reconocer el aviso de peligro.
−¿Qué? –él se volvió hacia ella.
Jarlath reflexionó los acontecimientos horas antes, cuando Antonina todavía estaba a su lado. Primero el zorro, animal que siempre ha sido asociado con el mal, entonces concluyó que su encuentro no había sido una coincidencia. Su presencia era signo de mal agüero. Luego el silbido.
−¿Tú...tuviste que ver con eso? ¿El zorro y los silbidos?
−Algo así, pero bueno, el punto es que no hiciste caso, Ja, ja –Luza se llevó las manos a sus oídos−Esos chiflidos sonaron tan fuertes, que pensé que mis oídos reventarían.
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EL PORTAL DE DIAMANTES
FantasiaJarlath Gallagher, Arquitecto irlandés, sufre la pérdida de su esposa e hijo en el día del alumbramiento. Para superar su dolor, decide realizar el sueño de Bianca, el cual es tener una cabaña dentro del bosque. Jarlath la construye y decide vivir...