Capítulo 3

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Eran las tres de la tarde, sin embargo, dentro de la cabaña ya ardía el nuevo fuego de la fogata que alumbraba toda la estancia. Mientras tanto, Grainne preparaba la comida que consistía en conejo al vino blanco y verduras cocidas al vapor.

−¿Lo ves, Antonina? Con las recetas de tu madre, no necesitas ir a un buen restaurante. Hasta en medio del bosque se puede percibir el buen gusto por comer bien.

−¡Qué chistoso! –exclamaba Grainne y frunció los labios− Te aviso que están por acabarse los víveres.

−Si. –Jarlath saboreó el bocado−Robert vendrá pronto para surtir la lista. —Él se quedó quieto, observando el plato— ¡Oye! pero... ¿Qué le has puesto a esto? Está muy sabroso.

Grainne se alzó de hombros.

−La clave es el vino blanco. –contestó ella.

−¿Y qué más? –Jarlath escudriñó divertido, el rostro de su hermana.

−Pues...

−¡Ya lo sabía! –Intervino sonriente, Antonina− Mi madre ha olvidado la receta.

Grainne alzó una ceja.

−No veo por qué tengo que recordar tantos ingredientes. Les aseguro que hasta el mejor cocinero revisa las recetas en su libro de cocina.

−¡Mi madre ha olvidado la receta! –rio Antonina− ¡Y la acaba de hacer!

−Ya...−Grainne miró duramente a su hija.

Entonces Antonina se puso seria y bajó la mirada, para seguir comiendo. Jarlath no perdía detalle y cruzó una mirada con Grainne, negando con la cabeza. Ella sabía a qué se refería su hermano con ese gesto, pero lo ignoró.

−Mamá, ¿Puedo pasear un rato? –preguntó Antonina, después de terminar el último bocado− Te prometo no alejarme mucho.

−No.

−¡Anda! –Antonina dibujó un mohín en su rostro— Sólo unos metros, ¡Si quieres puedes verme!

−He dicho que no. –Grainne dijo de manera tajante.

Antonina se volvió hacia Jarlath.

−Tío, ¡Di algo! Desde que llegamos no deja que salga para nada, dime, ¿qué caso tiene que vivamos en el bosque y no pueda pasear en él?

−Grainne...

−No cambiaré de decisión, Jarlath –ella lo miró, muy seria− Además, tiene que leer su lección de historia. Que no vaya a la escuela, no significa que no pueda estudiar aquí.

Se hizo un silencio tenso. Antonina tenía la mirada incrustada en su plato.

−Tendrás que cazar a diario, si siguen comiendo así. −dijo Grainne, para cambiar de conversación.

Sin embargo, Antonina ya no levantaba la vista.

−Cazaré un oso, si con eso cambias tu actitud. –le dijo Jarlath.

Ambos intercambiaron una mirada.

−Con un venado estará bien. –repuso ella.

Otro silencio. Grainne se levantó y recogió los platos, mientras tanto Jarlath y Antonina continuaban callados.

−No dejo de escuchar esos golpeteos. –Habló Grainne, cuando estaba de espaldas, lavando la vajilla.

Jarlath no contestó, pero sabía que se refería a su queja habitual de todos los días. Desde que habían llegado a vivir al bosque, Grainne aseguraba oír el sonido de unos golpes a mitad de la noche.

EL PORTAL DE DIAMANTESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora