−Sólo hay una manera de que veas a tu hija y tu angustia desaparezca. –dijo Alpha.
−Dime cómo, yo haré lo que me digas. –Grainne lucía desesperada.
Entonces Jarlath apretó significativamente el brazo de su hermana y la instó para que lo viera a los ojos.
−Por favor, Grainne. ¡Esto debe ser una alucinación! ¡No puede ser! −murmuró él, en voz baja.
Deseaba hacerle ver que lo que estaban viviendo no era la realidad, pero entonces... ¿Cómo podía explicarse él mismo lo que había sucedido momentos antes? A pesar de que esa mujer llamada Alpha era diferente a la que había encontrado en el lago, él no confiaría nunca en ningún ser de fantasía, ni cosa sobrenatural.
−¿Quién es esa mujer, en la que estás pensando? –preguntó de pronto Alpha a Jarlath, entrecerrando los ojos.
−¿Qué? –preguntó él, pasmado.
Grainne miró sorprendida a Jarlath y se asombró más al verlo tan turbado. No podía ser, pensaba él. Al parecer la princesa, ¡Le había leído el pensamiento!
−Dile, Jarlath. –le pidió Grainne.
Jarlath estaba incrédulo. ¿Cómo sabía Alpha que él había evocado a esa mujer? Entonces en contra de su voluntad, decidió que le diría, pero antes, pensaría otras cosas más. Esa supuesta princesa tenía que demostrarle, para que él creyera todo lo que estaba pasando. Si, ahora pensó adrede que Alpha era diferente a aquella hechicera que tenía el cuerpo húmedo, y no sabía si era preferible toparse con ella otra vez, o seguir contemplando sus ojos color esmeralda, que lo estaban estremeciendo hasta la médula de sus huesos.
Alpha abrió la boca anonadada, pero luego carraspeó. ¿Cómo había podido leer ese pensamiento tan claramente? Edrev y Gris se codearon maravilladas al notar la contrariedad de ambos, mientras tanto, Jarlath seguía pasmado, al darse cuenta que la princesa se había puesto nerviosa, lo que le indicaba que sí había leído su mente.
−El día que perdimos a Antonina, –comenzó a decir Jarlath, luego se aclaró la garganta− una mujer apareció frente a mí y me dijo que debía darle las gracias por haberme salvado la vida, al sacarme del fondo del lago. Como no lo hice, me maldijo, pero no me importó. También mencionó lo de un fuerte silbido que nos prevenía de lo que iba a sucederle a mi sobrina.
Todas escuchaban con atención. Alpha analizaba el rostro de Jarlath que le intrigaba demasiado y no sabía la razón. En ese instante, volvió el dolor en el centro de su frente. Pero ya no era tan fuerte. Alpha cerró los ojos al sentir una ráfaga de recuerdos que contenían sollozos de sí misma. No sabía lo que le estaba ocurriendo. Las voces de Edrev y Gris la sacaron de su ensimismamiento.
−¡Está hablando de Luza! –exclamó Edrev.
−¡Si! ¡Les dije que teníamos que denunciarla ante la reina! Anda haciendo de las suyas la muy...−Gris formó un puño con la mano.
Alpha se quedó pensativa.
−Princesa, –habló Grainne− sólo quiero abrazar a mi hija Antonina y no separarme de ella jamás. ¡Haré lo que sea...lo que me digas!
Alpha la miró.
−Cuidado con lo que dices, mujer. El futuro es incierto, y las palabras vacías pueden volverse tu propia condena.
Grainne tomó aire.
−Sé lo que digo. Estoy dispuesta a dar mi vida en este momento si con ello, vuelvo a ver a Antonina frente a mí.
Si. Estaba segura, pensaba Grainne con un gran dolor en el pecho y que le leyera el pensamiento la princesa si lo deseaba. Estaba muerta en vida ya, porque no tenía a su hija a su lado.
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EL PORTAL DE DIAMANTES
FantasíaJarlath Gallagher, Arquitecto irlandés, sufre la pérdida de su esposa e hijo en el día del alumbramiento. Para superar su dolor, decide realizar el sueño de Bianca, el cual es tener una cabaña dentro del bosque. Jarlath la construye y decide vivir...