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—¿Desea algo más? —Le preguntó la mesera de aquella cafetería en dónde había pasado días antes de reencontrarse con Rin. No había sido el montón de personas que entraban constantemente al establecimiento lo que llamó su atención, sino el olor de cierto té que le hizo recordar inmediatamente a la sacerdotisa.

Por lo que aquel día lluvioso dónde salir a recorrer calles con poca gente transitando en ellas, no fue su primera alternativa y terminó en aquella cafetería pidiendo aquel té que inundaba su nariz con insistencia.

Negó y la chica se alejó poco a poco, Sesshōmaru la sintió titubear, como si quisiera decirle algo más pero no haciéndolo.

Antes de llevarse la taza a los labios y darle el primer sorbo, se permitió olfatearlo, el olor le remontó varias décadas atrás en un extenso salón del castillo donde Kagome bebía aquel té con entusiasmo, saboreándolo poco a poco y poniendo una sonrisa en sus labios después del primer sorbo.

Deberías probarlo —le decía con insistencia en muchas ocasiones y por supuesto que lo hizo, sin embargo, le admitió que estaba lejos de ser su favorito.

Pero ahora se encontraba sentado en aquella mesa de la cafetería, mirando la lluvia caer con aquel té sobre la mesa, el mismo que a su compañera tanto le había gustado y que parecía atraer consigo todos los buenos recuerdos que ella había dejado en su mente.

—Tu madre dijo que podías estar por aquí. —Volteó la mirada, el recién llegado se acaba de sentar junto a él, su apariencia lo más adaptable posible a la de un humano común y corriente.

—Totosai.

—Ha pasado tiempo, Sesshōmaru.

Él asintió, los últimos años la mayoría de los yōkais habían dedicado su tiempo en camuflarse y su madre y él no habían sido la excepción esa vez.

—También mencionó que sigues esperando a la humana —titubeó un poco—. ¿Cómo dices que se llamaba?

Sesshōmaru estuvo a punto de responderle, pero la misma mesera que le había atendido a él apareció para preguntar si deseaba algo a Totosai, para su sorpresa, él pidió algo para comer.

—Kagome.

—Cierto, Kagome. —La orden llegó más rápido de lo que él esperó, el anciano probó un poco y pareció degustarlo más tiempo del necesario para después agregar—: ¿No pensaste en utilizar a Colmillo Sagrado?

La pregunta le tomó por sorpresa, sin embargo, su rostro ni siquiera lo reflejó. Por supuesto que lo había hecho, se dijo, pero una mirada al cuerpo y al estado de su ánimo de su compañera había sido suficiente para decirle que solamente alargaría más su sufrimiento.

—Estaba sufriendo.

Fue una respuesta simple y hasta sencilla, pero Totosai como un yōkai que había visto tanto a lo largo de su vida, fue la demostración clara de lo que el primogénito de los Taishō sentía hacia aquella humana.

Y tal vez fue eso lo que le hizo hablar de más.

—Deberías de buscar hacia el norte —exclamó—. En la ciudad de Goshinboku. —Sesshōmaru levantó una ceja, interrogante—. Mis clientes dicen que es la ciudad más prometedora y que muchas personas llegan diariamente.

Sesshōmaru asintió y se levantó para pagar e irse de aquel lugar. Poco le importaba si Totosai tenía algo más para decirle.

El anciano, por supuesto, no lo detuvo y tampoco es como si el peliplata lo hubiera hecho. Lo observó perderse en las calles y se sintió satisfecho de haber contribuido a aquella búsqueda que parecía no tener tregua.

Eternidad (Sesshome) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora