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Aquella tarde todo parecía lo suficientemente pacífico y eso le desconcertada, no fue hasta que el ruido de la puerta de su estancia fue abierto de par en par dejando ver a su mujer con una sonrisa de lado a lado que le dio el indicio del fin de su tranquilidad.

—Quiero que mis amigas te conozcan —exclamó aquel día, parecía una sugerencia, pero él sabía que deseaba eso de verdad.

Podría negarse, sin embargo, como todas aquellas veces en las que se trataba de ella, aceptó.

—Ellas son Ayame y Sango —las presentó tan pronto llegaron a aquella aldea.

Asintió.

—Él es Sesshōmaru —y sonrío, el tipo de sonrisa que siempre le dedicaba a él y posiblemente la sonrisa que había terminado de convencer a ambas féminas.

Sesshōmaru —Volvió a la realidad, reconocía a la chica pelirroja que estaba enfrente de él: había sido amiga de Kagome y parecía una humana como cualquier otra.

Ayame.

—No sabía que tú... —calló posiblemente analizando todo, la chica había estado con Kagome antes de que falleciera. Ambos se sumieron en silencio hasta que ella habló—. ¿Aún las esperas?

—Encontré a Rin.

Sus enormes ojos se abrieron y sonrío. —¡¿Y dónde está?!

—No recuerda —su revelación pesó en ambos. Ayame mostraba en su rostro lo que él no podía: tristeza.

—¿Y Kagome?

No le respondió y ella pareció entender.

—Espero la encuentres. —Él sabía que ella era sincera—. Y si necesitas que alguien la recuerde los grandiosos días qué pasó a tu lado puedes buscarme, yo con gusto le hablaré de ti.

Él asintió.

Tal vez no todo estaba perdido.

Eternidad (Sesshome) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora