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—¿Vas a esperarme? —Le preguntó mientras tomaba su mano, él la aceptó, entrelazando sus dedos con los de la fémina una última vez, queriendo grabarse la textura de su muñeca, sabiendo que pasarían mucho tiempo antes de volver a tenerla de esa manera.

—Lo haré.

Le sonrió, Sesshōmaru había visto esa sonrisa muchas veces a lo largo de su vida, pero en esa ocasión le pareció una sonrisa única, una que estaría seguro tardaría en volver a ver.

Porque la eternidad no parecía tan divertida ahora.

—Trataré de no demorarme. —Ella le hablaba tan segura, como si aquella situación estuviera en sus manos, como si realmente Kagome controlara todo eso—. Daría lo que fuera por ser como tú.

—Kagome.

—No quiero dejarte solo —confesó, aunque anteriormente se lo había mencionado, su mano viajó hasta la mejilla masculina, acariciando la piel blanca por última vez, queriendo grabarse en su mente su voz, la textura de su piel, sus ojos—. También estaré buscándote —prometió.

Sesshōmaru no sabía si creerle, pero lo fingió demasiado bien, mientras que aquella noche rogó, silenciosamente, que se quedara a su lado, que todos los pronósticos se equivocaran.

Pero no fue así.

Y aquella noche, mucho antes de que el alba apareciera, Kagome le abandonó.

Aquella noche prometió buscarla, esperarla el tiempo que fuera necesario.

La eternidad volvía a ser aburrida, sin sentido.

Sin ella.

Eternidad (Sesshome) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora