Epílogo

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—¿Qué es lo peor de la eternidad?

—El anhelo.

«Tiempo atrás conocí a un Inu yōkai, de apariencia atractiva, pero con un carácter difícil, cuándo lo conocí había salvado al papá de un pequeño Kitsune y yo no entendí realmente por qué lo hizo, pero decidí agradecerle, porque aquel yōkai pequeño no merecía pasar por una pena tan grande, él no me respondió nada, se mostró bastante... hostil. Y se marchó, pensé que jamás volvería a verlo.»

—¿Qué sucedió después?

Kagome sonrió y prosiguió: «Merodeó la aldea dónde yo me encontraba, pensé que salvaría nuevamente a alguien, pero no lo hizo, conservó su distancia de la escena dónde más de una persona estaba llorando. Yo no tuve el valor para pedirle que salvara a una persona, después de todo, no parecía realmente tener la voluntad de ser gentil por ese día.

Despertó mi curiosidad la segunda vez que lo vi, se mostraba distante pero completamente atento a lo que estábamos haciendo. Sé que suena incongruente, pero así fue. Detrás de aquel árbol dónde apenas y se notaba su cabello plateado, sus ojos ámbares nos observaban fijamente.»

—Y tú lo observabas a él, mamá. —Enzō entró en el cuarto, su cabello plateado con algunos mechones negros había sido recién cortado, por lo que sus ojos ámbares se lucían más sin su flequillo habitual.

Kagome sonrió a verlo, invitándolo a unirse.

—¡Shh! —Protestó Hotaru—. Sigue, mamá.

«Yo también lo observaba, porque mi curiosidad demandaba ser saciada. Aunque una parte de mí pensaba que él tenía la misma curiosidad que yo, por otro lado, no terminaba de convencerme y realmente quería hablar con él... preguntarle qué hacía ahí.

No obstante alejarme de aquella familia que estaba pasando por una gran pérdida no era una opción para mí. Así que me obligué a apartar mis ojos de él, a tratar de ignorar su presencia para no alertar a nadie y guardarme mis dudas para mí misma. Decidí ignorar que estaba rodeando la zona y cuándo menos lo imaginé, él ya no estaba.

Y no volvió al día siguiente... Ni el siguiente a ese. Tal vez todo se había acabado y debía seguir con mi vida, sin esperar que él regresara o algún otro yōkai.»

—¿Entonces como volviste a verlo?

—Destino, tal vez —rió y volvió a tomar las hojas que se encontraban en sus piernas para continuar leyendo.

«No imaginé que volvería a verlo, los días habían pasado demasiado rápido e incluso pensé que conocerlo había sido una simple casualidad. Pero un día al atardecer, una horda de demonios apareció en la aldea amenazando la tranquilidad de todos.

Sabía que debía de enfrentarlos y me dispuse a proteger la aldea que tanto amaba. Había otra sacerdotisa conmigo, era mi maestra, ella sabía más que yo, así que estaba protegiendo a más personas y, por esas mismas razones, estaba siempre atenta a todo a su alrededor.

Pero yo no.

Dos demonios me atacaron, uno de espaldas y otro de frente, no supe que hacer realmente, así que ataqué al que estaba frente a mí, descuidando mi espalda y cuándo volteé, supe que era mi final, que mi vida había terminado en ese momento. Pero vi un destello color verde propia de algún látigo y volví a encontrarme con esos ojos ámbares que había visto anteriormente.»

—¡Te salvó! —Kagome también rió, aquella alegría era contagiosa.

Ella asintió y prosiguió.

Eternidad (Sesshome) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora